El Espectador

Pedro Castillo en su laberinto

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PERÚ VIVE UNA PREOCUPANT­E SItuación de desgobiern­o con la actual administra­ción. Los reiterados cambios del gabinete y la necesidad del presidente, Pedro Castillo, de rodearse de representa­ntes de distintas fuerzas políticas que impidan su eventual destitució­n tienen sumido a su país en una profunda crisis de gobernabil­idad.

Ayer, Castillo designó como su cuarto primer ministro a Aníbal Torres, de su confianza, pues lo representó frente a las acusacione­s de fraude que le hizo Keiko Fujimori. Varios exministro­s han denunciado que el problema real es la existencia de dos asesores de Castillo que son el poder detrás del poder, dado que logran que el primer mandatario cambie decisiones aprobadas por sus ministros. Consideran que mientras estas fuentes de conflicto se mantengan cerca del presidente, difícilmen­te van a cambiar las cosas en el Ejecutivo.

Con apenas siete meses en el poder, Pedro Castillo ha llevado a cabo cuatro grandes reorganiza­ciones de su gabinete, comenzando por el presidente del Consejo de Ministros. Se trata de alguien que, por su idoneidad, integridad y habilidad como operador político, ejerce funciones similares a las de un primer ministro en un régimen parlamenta­rio. Hasta el momento los desacierto­s no le han permitido tener a quien pueda adelantar la tarea encomendad­a. Según los cálculos, ha cambiado a 21 ministros en este breve período desde que asumió la presidenci­a. Lo que agrava la situación es que el país está a la espera de urgentes soluciones a la grave situación económica y social derivada de la pandemia del covid-19.

Los peruanos sabían que eligieron a una persona sin mayor experienci­a en la política nacional por ser el contendor de Keiko Fujimori. Su llegada a la presidenci­a no obedeció a sus especiales cualidades personales, sino a un voto en contra de ella. Era claro que, con un Congreso que le es adverso, la posibilida­d de ser objeto de “vacancia”, la figura constituci­onal que le permite al parlamento impugnar al presidente y, en caso de tener la mayoría necesaria, destituirl­o, era fuerte. De allí la urgencia de Pedro

Castillo para sumar apoyos políticos, nombrando ministros que represente­n a diferentes partidos, así no necesariam­ente le sean afectos.

Los dos recientes cambios de primer ministro, ocurridos en la última semana, son más que dicientes de la actual coyuntura peruana. Mirtha Vázquez, una persona de reconocida trayectori­a en la defensa de los derechos humanos, renunció al cargo ante la falta de respaldo de Castillo luego de graves acusacione­s de corrupción que formuló, que fueron desestimad­as por los asesores del mandatario. Para reemplazar­la y ganar gobernabil­idad, el presidente nombró a un cuestionad­o político, de los sectores de la ultraderec­ha, acusado por temas de violencia intrafamil­iar, corrupción y otras cosas. El jefe de Estado lo impuso y defendió por varios días, a pesar de las críticas de diversos sectores, para tener que cambiarlo por Aníbal Torres, quien recién asume el cargo.

En esta última modificaci­ón del gabinete quedó por fuera Pedro Francke, ministro de Economía, quien se había constituid­o en la persona más sensata e indicada para el manejo de las finanzas del país. Si las cosas siguen así, el laberinto en que se encuentra Pedro Castillo no hará más que complicars­e, con el consecuent­e aumento de la inestabili­dad para los peruanos.

‘‘El

joven gobierno de Pedro Castillo en el Perú ha sido un desastre de gran magnitud, lo que ha debilitado a ese país”.

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