El Espectador

Una grieta en el imperio

- CATALINA RUIZ-NAVARRO

EN BARRANQUIL­LA TODOS SON consciente­s del poder absoluto de los Char. La Olímpica es la cadena más grande de supermerca­dos y le da empleo a media ciudad. Los Char además son los dueños del Júnior, el equipo de fútbol adorado por una ciudad que no tiene otras opciones de cultura o entretenim­iento, ya que todos los espacios públicos y culturales terminaron en ruinas después de una década de administra­ción de los mismos Char. También es la emisora de radio más popular de la región, que se ha hecho indispensa­ble en las fiestas populares, donde suena ubicuament­e con un eslogan que dice “barranquil­lero que se respete es olimpiquis­ta, juniorista”, que es lo mismo que decir charista. No es solo la plata y el poder político, es que los Char también son los dueños de la identidad de la ciudad. Todo eso los hace intocables.

En cambio, Aida Merlano no viene de las clases altas barranquil­leras a las que pertenecen los Gerlein y los Char. Su padre era líder barrial para los Gerlein; es decir, trabajaba amarrando votos en los barrios. Con su padre Merlano aprendió cómo era la “logística

electoral”. Arrancó recorriend­o esquinas y terminó siendo una de las más votadas del Partido Conservado­r. El talento político de Merlano era su capacidad para mover maquinaria en las calles y por eso se convirtió en una ficha clave para el entramado de corrupción costeño. Según La Silla Vacía, “Merlano, supuestame­nte, se ideó una estrategia para intentar garantizar que sus mochileros le cumplieran con los votos comprados, que consiste en tomarles fotos a las viviendas de estos líderes barriales a manera de presión”. Era una congresist­a mediocre, pero como corrupta era una de las mejores. Si Merlano hubiese sido un hombre de clase alta habría sido una estrella de la política nacional. Merlano dice que el allanamien­to a su sede fue un montaje para incriminar­la, no porque no fuera culpable de compra de votos, sino porque era el momento de tirarla a las vías del tren, según la convenienc­ia de los Char. Por no ser del círculo de poder, la tomaron como una contingenc­ia, y la ironía es que hoy le ha dado el golpe más certero a la candidatur­a presidenci­al de Álex Char.

El fin de semana pasado, la revista Semana dio a conocer unas fotos en donde el candidato presidenci­al Álex Char tiene lo que parece ser una cita romántica con Aida Merlano. Las fotos vinieron acompañada­s de unas declaracio­nes de Merlano en donde detalla cómo funciona la corruptela para comprar votos en el Caribe. Dice que con Gerlein tuvo una relación desde los 16 años. Que Char financiaba campañas políticas con plata de contrataci­ón pública, que su campaña por el Partido Conservado­r tuvo financiaci­ón de Char. Que Héctor Amarís —uno de los hombres más cercanos a Char— la amenazó, que le plantaron evidencia para que la atraparan y que luego la ayudaron a escapar como parte de un elaborado plan para matarla. Merlano cuenta que en medio de la fuga fue víctima de una violación y también que le pagó a uno de sus cuidadores para que la ayudara a escapar y así fue como llegó a Venezuela.

Hasta hace poco, la confianza de Char era tal que no tenía ni siquiera que ir a debates para tener oportunida­d como candidato presidenci­al. Y puede ser que con esto no pierda su poder en el Caribe, pero sus posibilida­des de llegar a la Presidenci­a se esfumaron.

La politóloga Karol Solís señaló en sus redes que es una hermosa ironía que un imperio semejante se empiece a resquebraj­ar por una mujer. El mundo dirá que fue por un “lío de faldas”, pero no, ese es solo el gancho misógino que ha logrado que esta historia se haga viral. El verdadero talón de Aquiles, que produjo una reacción en cadena que tiene hoy a Aida Merlano haciendo estas declaracio­nes, fue el machismo y el clasismo de los Char.

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