El Espectador

Perra, diabla, zorra, puta… bala

- YOLANDA RUIZ

A VECES UN INSULTO PRECEDE UN feminicidi­o. Y, sin embargo, la sociedad asiste sin inmutarse a la estigmatiz­ación y a la agresión como parte de la vida cotidiana. Aquí nos indignamos ante los cadáveres, pero poco hacemos para no multiplica­rlos. Me ha conmovido hasta los tuétanos una historia que publicó la revista Cambio, en su regreso que celebro. En una nota de Wil Huertas titulada “Feminicidi­os en Tibú, la ciudad Juárez colombiana”, se relata con detalle la existencia de videos en los cuales circulan fotografía­s de mujeres de la zona a quienes califican con epítetos como “La prepago”, “La come viejos”, “La quitamarid­os”. Reporta la revista que en tres meses fueron asesinadas por lo menos ocho mujeres, aunque una de las fuentes en la región habla de un número mayor. Muchas mujeres más se vieron obligadas a desplazars­e por el acoso y las amenazas.

La pregunta que me ha rondado por varios días es por qué esta denuncia no ha sacudido al país de arriba a abajo. ¿Cómo es que nos hemos acostumbra­do a vivir con esto? ¿Cómo es que permitimos que esto siga pasando y no nos afecte? Poner etiquetas a las mujeres ha sido una práctica recurrente desde siempre. Escribía en alguna oportunida­d que incluso hay insultos que son reservados exclusivam­ente para mujeres y que no tienen su par en masculino. Marcar y señalar mujeres es una manera de callar, de anular, de querer eliminar la identidad y mantener un control de la vida en todos los sentidos. Con frecuencia, insisto, es el primer paso para un feminicidi­o y eso es lo que parece estar pasando en Tibú, en donde varias de las mujeres estigmatiz­adas fueron asesinadas.

En el informe de Cambio aparece también una realidad recurrente en nuestro conflicto: muchos de los insultos pretenden “castigar” a las mujeres por alguna relación afectiva o familiar con miembros de la fuerza pública o con algún miembro de un grupo ilegal, porque en Colombia hasta el amor se paga con la agresión y la muerte: “La come traquetos” “la come soldados” “la hija del sargento”. En esta guerra que vivimos a las mujeres les cobran ser la hija de… la esposa de… la novia de… y podemos terminar la frase como queramos porque de un extremo a otro los violentos quieren ganar la guerra agrediendo a las mujeres del contrario. No son pocas las que han sido asesinadas, abusadas y ultrajadas en medio de la violencia que se desata en la batalla por un territorio. No hay un solo actor del conflicto que no haya usado la violencia de género como arma de guerra.

Sobre estos hechos hay múltiples reportes de organizaci­ones defensoras de derechos humanos y organismos internacio­nales, hay testimonio­s de mujeres que se han levantado después de las agresiones para ser voz de otras y denunciar el paso devastador de los grupos violentos por sus regiones y por sus cuerpos. Sin embargo, aquí estamos frente a lo que ocurre en Tibú con una indiferenc­ia pasmosa que no logro leer, entender ni asimilar. Me pregunto también en cuántos municipios más hay mujeres agredidas que hoy están en la mira a punto de ser asesinadas. Me pregunto si alguna más habrá caído mientras yo escribo o mientras usted lee este desahogo.

Piense, lectora, si fuera su fotografía la que va circulando por allí con alguno de estos epítetos. Piense, lector, que es la imagen de su hija, de su esposa, de su madre. Piensen en la rabia, en el dolor, en el miedo, en la impotencia. Pensemos todos que aquello que degrada a una mujer nos degrada a todos. ¿Está la justicia actuando como debe ser? ¿Se investigan estos hechos con un enfoque de género? ¿Se sabe de dónde salen los videos y los insultos? ¿Sabemos ya quién mató a algunas de esas mujeres que fueron primero estigmatiz­adas y luego asesinadas? Un insulto primero, una bala después. Y aquí seguimos como si eso pasara en la dimensión desconocid­a.

 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Colombia