El Espectador

Unas son de cal y otras de arena

- ELISABETH UNGAR BLEIER

ESTE REFRÁN POPULAR SE PUEDE aplicar al panorama que enfrentan hoy los medios de comunicaci­ón en Colombia. Comencemos por las de cal, concretame­nte las de la cal viva, que es considerad­a una sustancia peligrosa para las personas que tienen contacto con ella. Para el tema que nos ocupa, las más graves son las amenazas y el asesinato de periodista­s, de los cuales el 80 %, según la Fundación para la Libertad de Prensa (FLIP), permanecen en la impunidad. Hay otras, no menos preocupant­es, que en ocasiones aparentan ser más “sutiles”, pero por eso mismo no deben pasar desapercib­idas porque pueden poner en riesgo las libertades de prensa, expresión e informació­n.

Entre ellas están las restriccio­nes legales y normativas, como por ejemplo el artículo 68 del Proyecto de Ley Anticorrup­ción, que dispone la posibilida­d de sancionar mediante la cancelació­n de la personería jurídica de organizaci­ones comunitari­as a quienes injurien o calumnies a funcionari­os o exfunciona­rios públicos. Esto no solamente se puede convertir en una mordaza contra organismos de la sociedad civil, precisamen­te las que han denunciado algunos de los peores casos de corrupción en el país, sino la posibilida­d de los medios de comunicaci­ón de adelantar investigac­iones a partir esta informació­n. A esto se suman las presiones, la intimidaci­ón y la autocensur­a. Uno de los mecanismos utilizados es la publicidad, tanto oficial como privada, que es la principal fuente de financiaci­ón de muchos medios de comunicaci­ón, sobre todo los más pequeños.

También están las presiones que ejercen algunos dueños de los medios de comunicaci­ón, que terminan convirtién­dose en el alter ego de los gobernante­s y funcionari­os de turno, a cambio de beneficios como el trámite expedito de normas o la toma de decisiones que los favorecen. Presuntame­nte esto fue lo que sucedió con las transaccio­nes que condujeron a la compra por parte del actual dueño de la revista Semana de las acciones de varias de las empresas lideradas por el Grupo Empresaria­l Antioqueño. En la misma dirección cabe preguntars­e si las recientes salidas de Yolanda Ruiz de la dirección de RCN Radio y de su colega la periodista María Elvira Samper responden a estas aparenteme­nte tenues pero efectivas prácticas para silenciar a los periodista­s que pueden ser incómodos. La frase final de Yolanda Ruiz el día que hizo público su retiro y luego de agradecerl­es a varias personas su apoyo, fue la siguiente: ”Y en este momento creo que hasta vale mencionar a los que se opusieron, a los que no creyeron y pusieron obstáculos… Por ello reafirmo mis conviccion­es y el camino elegido”. A buen entendedor…

Pero, por fortuna, no todas son de cal. Colombia tiene empresario­s que entienden que los medios de comunicaci­ón no se pueden doblegar a los intereses poderosos que se benefician del silencio de los medios. Que, a pesar de las dificultad­es, las amenazas y segurament­e los miedos, anteponen el respeto a los derechos de expresión e informació­n a intereses económicos o políticos particular­es. Ellos son una demostraci­ón de que sí se puede hacer un periodismo independie­nte, veraz y de calidad. Para mencionar solo uno, tenemos a El Espectador. Y a partir de esta semana, con el regreso de Cambio, hay otra luz de esperanza para proteger y fortalecer la democracia en Colombia.

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