Ana María Aigneren
en ese momento en Colombia acababa de empezar, pero no había federación, apenas una liga regional. Tras algunos partidos con jugadoras internacionales, me decían que tenía nivel y debía explotar mis condiciones. Como se dice popularmente, me calentaron la oreja y se me metió el gusanillo hasta que me lancé al agua y llegué a España, que jugaba el Seis Naciones y donde tenía una amiga que me recibía.
Tuvo tiempo hasta de evaluar y elegir el club…
Siempre he dicho que el rugby es un deporte hospitalario por excelencia. Estamos abiertas a recibir a jugadoras y jugadores de todas las características, así que al ser bastante integrador, eso facilitó mi llegada al país. Contacté a diferentes clubes, quería vincularme a uno serio, con buenos recursos humanos y en instalaciones. Que valiera la pena saltar el charco. Me tomé el atrevimiento de visitar varios, hasta que me decidí por uno que se llamaba Madrid 2012, que era la fusión del femenino del Liceo Francés, el Getafe y el Alcobendas.
¿Cómo, sin ser española de nacimiento, pudo ser capitana?
Ese proceso de llegar a ser capitana de la selección española es una cuestión de tiempo, veteranía, conocimiento del deporte, liderazgo y algo de carácter. Siempre he sido bastante líder. Fui capitana en los clubes donde estuve. El liderazgo es algo innato en mí. También incidió la buena comunicación con los árbitros. Cuando me lo ofrecieron, me asusté. Espero haber dejado una buena labor y colaborado en el desarrollo del grupo, sobre todo en ese Mundial en París de 2014.
¿Cómo mantuvo el vínculo con el rugby colombiano?
Es algo que le agradezco, y mucho, a las redes sociales, poder seguir a las Tucanes y en general al rugby colombiano y latinoamericano. De los momentos más emocionantes que he vivido, fue la clasificación a Río 2016, luego verlas jugar allí y ni hablar del podio en los Panamericanos de Lima. Desde la distancia es difícil opinar sobre los procesos, pero con mucho respeto he metido la cucharada en algunos aspectos para brindarles asesoría y así poder ayudarles, pero en general estoy muy contenta con la evolución del rugby en Colombia.
¿Por qué el femenino ha crecido tanto?
Gracias al proceso que existe. La competencia para el masculino en Latinoamérica es mucho más difícil con países como Argentina y Chile, que tienen mucha trayectoria, entonces las mujeres en Colombia han visto que con el rugby es posible llegar al alto rendimiento y cumplir su sueño de afrontar competiciones importantes.
En agosto pasado compartió con las Tucanes en Medellín. ¿No le dieron ganas de volver a meterse al campo?
Muchas. La verdad tuve la fortuna de estar con ellas en varias sesiones, y debo confesar que el aprendizaje fue más para mí que lo que yo pude aportarles a ellas. Me sorprendió el buen hacer del staff técnico, con unas estructuras muy claras, contenidos acordes al nivel nuestro y a la exigencia de la competencia, además de unas jugadores muy disciplinadas y entregadas al proyecto.
¿Qué tiene la jugadora de rugby en Colombia que la hace distinta?
Como decimos en nuestra tierra, son echadas pa lante, competitivas y salí muy contenta de esa experiencia. Aprendí un montón de la metodología de trabajo del staff y quizá mi único aporte era más como sensaciones dentro del campo, de cómo comportarse, qué situaciones anticipar, más de táctica y tomas de decisiones. Dentro del alto rendimiento debe haber riqueza de herramientas técnicas y una capacidad de percepción y decisión importantes.
¿Y nivel para jugar afuera?
Todo el potencial. De hecho, en nuestras charlas, les dije cómo llegamos a donde estamos para generarles las expectativas de desarrollarse en el extranjero, que es viable. Simplemente hay que soñarlo y dar los pasos necesarios para lograrlo.
¿En qué debe mejorar el rugby
‘‘Para
mejorar, las jugadoras colombianas deben contar con más herramientas técnicas: pase, patada, carrera… A nivel físico, una rutina de pesas y preparación física”.