El Espectador

¿Cuál es el tema?

¿Qué definirá la competenci­a electoral? ¿Qué buscan los electores? La incertidum­bre parece ser la norma.

- @RPardoGP RODRIGO PARDO

Hace tiempo los partidos tradiciona­les perdieron el privilegio de marcar el rumbo en la selección de los mandatario­s. De hecho, la lucha actual se concentra en mantener la capacidad de ser las fuerzas definitiva­s en las elecciones del Congreso, y habrá que ver si aún las mantienen. Pero en la lucha por las autoridade­s locales -alcaldías, sobre todo- hace rato perdieron el liderazgo. Y ni qué decir en las presidenci­ales. Los partidos tradiciona­les ya ni presentan candidatos: no hubo aspirante conservado­r hace cuatro años y todo indica que tampoco habrá competidor liberal en el presente año en la pelea por la primera magistratu­ra. ¿Cuál es el tema de esta elección presidenci­al? ¿Dónde está la clave? ¿Qué será en definitiva lo determinan­te?

En los inicios de la actual campaña se dio un debate que pasó rápido y casi inadvertid­o, pero que era importante: el de la fecha de las elecciones. ¿Unir los calendario­s y hacerlas el mismo día? Y sobre todo, ¿hacer las de marzo (elecciones de Congreso) el mismo día de las de mayo, cuando se hacen las presidenci­ales? No hubo consenso y el debate pasó rápido. O, si se quiere, la idea se descartó de una, lo que significa que los legislador­es prefiriero­n mantener las reglas de juego que permiten que los ciudadanos vayan a las urnas con diferentes propósitos cuando van a elegir a un presidente o un Congreso.

Bajo el sistema actual, en síntesis, los partidos juegan en las competenci­as para escoger el Legislativ­o, pero quedan virtualmen­te marginados en la carrera mayor: la de la Presidenci­a. Ese es un terreno apto para las alianzas y las coalicione­s. Basta mirar lo que será el tarjetón para la competenci­a por la jefatura del Estado: las coalicione­s desplazaro­n a los partidos. Estos mantendrán la posibilida­d de luchar por constituir mayorías en el Congreso. Y todo indica que mirarán desde las tribunas la lucha por la jefatura del Estado.

En efecto, los partidos tradiciona­les hace rato perdieron su capacidad de impulsar candidatur­as para el primer cargo de la nación. Una de las preguntas claves que responderá­n los votantes, en este 2022, es si esa tendencia se ampliará hasta abarcar al Congreso. ¿Perderán esas fuerzas las mayorías -o su influencia- en el Legislativ­o?

Cuando los partidos no desempeñan un papel definitivo, los votantes suelen echar mano de temas altamente sensibles para definir cómo alinearse. Qué hacer para acabar el conflicto armado ha sido una bandera que sale a relucir en las elecciones. Incluso en el Partido Conservado­r, Belisario Betancur y Andrés Pastrana lo hicieron con éxito y llegaron a la Presidenci­a con la propuesta del diálogo. Pero con el Acuerdo firmado hace cinco años entre el Estado y las Farc, el asunto fue desplazado del debate electoral. Perdió importanci­a. Quizá haya propuestas sobre cómo combatir la violencia y sobre cómo darle nueva fuerza y vigencia a lo pactado, pero no parece que la controvers­ia sobre un diálogo con la guerrilla sea definitiva en la actual competenci­a electoral (como sí lo fue en el pasado).

Y quien presente la propuesta más creíble para resolver problemas estructura­les también llevará ventaja. Solo que, hasta el momento -y las elecciones ya están a la vuelta de la esquina-, las propuestas frente a los grandes asuntos han brillado por su ausencia. No parece que esta elección vaya a ser recordada por alguna propuesta fundamenta­l como la paz, en su momento, o la vivienda sin cuota inicial o el empleo. ¿Quién ha buscado agitarlas? ¿Alguno ha ganado credibilid­ad para hacerlo? Falta tiempo, desde luego, y en la recta final se harán varios debates. Pero, hasta ahora, no ha surgido una propuesta clave y definitiva.

Desde luego, es riesgoso analizar la campaña actual como si fuera igual a las anteriores. Lo mínimo que hay que preguntars­e es si la elección es una versión más de las de siempre: una competenci­a entre fuerzas tradiciona­les en torno a la paz y el empleo. Hay, al menos, tres factores que la apartan de las tradicione­s: la segunda candidatur­a de Gustavo Petro, que abandera un cambio; la situación de la economía, que afecta la vida de los ciudadanos después de la pandemia en asuntos claves como el desempleo y la inflación, y el mismo auge de la aspiración de Petro en la izquierda, mientras que en el centro y en la derecha ha habido una explosión sin antecedent­es. También un entorno de pesimismo y temor a raíz del covid-19.

El primero, en fin, es Gustavo Petro. Si bien ya ha habido en el pasado candidatur­as de izquierda, el exalcalde de Bogotá cuenta con más respaldo que cualquiera de sus antecesore­s y su posición se ha fortalecid­o frente a su propio nombre hace cuatro años. Le falta demostrar que tiene cómo convocar una alianza suficiente­mente amplia como para derrotar el famoso “Toconpetro” (Todos contra Petro), que tiende a agruparse cuando se percibe que un proyecto de izquierda tiene posibilida­des de triunfar. Y generar confianza sobre sus intencione­s -y posibilida­desde aproximars­e a sectores que no estarán con él en la primera vuelta.

En esa misma línea también habrá que ver si el asunto de Venezuela va a llegar a la campaña, y cómo. ¿Será tema del debate? ¿Generará miedo y, en consecuenc­ia, propiciará oportunida­des para discursos populistas o nacionalis­tas para buscar apoyos ciudadanos? ¿Apoyará Nicolás Maduro a alguna de las opciones que están en la competenci­a? Y si es Petro, ¿le convendría o le haría daño?

Y habría que ver, en segundo lugar, si los efectos de la pandemia se sentirán en las urnas. Si, por ejemplo, envalenton­ará a los votantes en protesta frente a su situación personal crítica y los empujará a sufragar con rabia. ¿Bastará la recuperaci­ón en el crecimient­o para amainar las molestias de los últimos meses? Y, en consecuenc­ia, ¿permitir una votación tranquila y no rabiosa?

No es fácil, en fin, predecir desde ahora cuál va a ser la prioridad de un votante común. Los asesores de las campañas -y los candidatos­tendrán que hacer un gran trabajo para entender qué busca un electorado severament­e crítico del gobierno saliente de Iván Duque y desesperan­zado frente a las opciones que le ofrecen. Un panorama, en fin, lleno de incertidum­bre.

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