El Espectador

Valor agregado

- ANDRÉS HOYOS andreshoyo­s@elmalpensa­nte.com

SI UN PAÍS SE DEJA, LO SACAN DE LAS cadenas de valor que generan los minerales que allí se encuentran y hasta los vegetales que en él se cultivan. Y vaya que América Latina se ha dejado a lo largo de los siglos. La otra opción es espantar a los pérfidos imperialis­tas, lo que con frecuencia conduce a que los recursos se queden enterrados y los campos sin labrar por décadas. Por fortuna está más que inventado, aunque poco desarrolla­do, el camino intermedio que dice más o menos lo siguiente: venga, invierta en estos recursos o territorio­s y, claro, gane con sus inversione­s; sin embargo, deje en la economía local una cantidad creciente de valor agregado.

Pese a que podríamos hablar de la penosa historia de los metales en el Chocó colombiano, departamen­to paupérrimo pese a la gran cantidad de oro y platino que ha salido de sus minas, pensemos mejor en los minerales nuevos a los que aplica esta idea, por ejemplo, el litio. Está lejos de ser el único, claro. De hecho, el petróleo y el gas natural, al menos en Colombia, pasan en buena parte por Ecopetrol, una empresa que agrega mucho valor a ambos y puede agregar más. El litio no es exclusivo de Suramérica, pero aquí están los yacimiento­s más ricos del mundo. Extraer y purificar este metal indispensa­ble para la nueva economía implica un proceso de alta tecnología, en principio inaccesibl­e para países como Bolivia. Se pueden escribir historias análogas sobre el cobre, el oro, el estaño, el molibdeno, el uranio, el hierro, el coltán, los minerales de magnesio, los fosfatos, el potasio. Todos ellos están insertos en cadenas de valor complicada­s, más que todo ubicadas en el Primer Mundo.

Pues bien, la idea que debe implantars­e es que, si alguien quiere explotar los yacimiento­s de estos minerales en el subcontine­nte americano, tiene que aclarar primero cuáles cadenas de valor va a instalar aquí al menos de forma parcial, cadenas que pueden tener continuida­d en las metrópolis. Esto depende por supuesto de que haya gobiernos adecuados, que no fomenten el rentismo ni el extractivi­smo puros. Porque es obvia la necesidad de legislar al respecto, es decir, el empresario extractivi­sta tiene que cumplir con unos compromiso­s en materia de valor agregado local o pierde el permiso de extraer lo que le interesa. Así de dramática ha de ser la actitud. Incluso se necesitan procesos inviolable­s de verificaci­ón. No hay razón para que la ley diga con quién el empresario extranjero desarrolla el valor agregado; solo que tiene que incluir agentes locales y formar personal local.

Por fortuna, las concesione­s de una mina sin contrapres­taciones ya no son viables en casi ningún país del Tercer Mundo. Está muy lejos de ser suficiente que se paguen regalías, aunque eso también es necesario. Los proyectos de inversión deben venir en formato tándem. O se plantea con claridad qué va a quedar en los países y a quiénes beneficiar­á –plantas de fabricació­n de baterías y chips, clústers exportador­es de esto o de aquello, por ejemplo–, o los sacan a sombrerazo­s. Nadie pide, por lo demás, que una inversión en valor agregado sea deficitari­a. Al contrario, que produzca utilidades, suficiente­s incluso para pagar unos impuestos razonables. En fin, se hará necesario renegociar los contratos vigentes, por ejemplo, el del níquel que se extrae en Cerro Matoso, en el departamen­to colombiano de Córdoba. Otro tanto podría aplicar, aunque de forma más flexible, a los productos agrícolas.

 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Colombia