El Espectador

El nuevo zar

- ANDRÉS HOYOS andreshoyo­s@elmalpensa­nte.com

DEBO VOLVER A UCRANIA, PESE A QUE mi columna de hace una semana exploraba el tema antecitos de la invasión propiament­e dicha.

Europa no vivía nada parecido a lo de hoy desde hace cerca de 80 años, si bien y por ahora uno espera que la guerra no se pase a otros países. Muy rápido las tropas rusas llegaron a las afueras de Kiev, capital de Ucrania y símbolo del país. La reacción de los ucranianos ha sido feroz, de modo que a los rusos les tomará bastante más tiempo rendir la ciudad y las otras grandes, pero tal desenlace todavía luce bastante probable. Los tanques avanzaron rápido en un país bastante plano, pese a lo cual se han visto imágenes de muchos destruidos, y la superiorid­ad aérea de los rusos fue, como de costumbre, una ventaja decisiva, así también haya habido muchos aviones y helicópter­os derribados. Los cofres de Putin sí están llenos de dólares, aunque quedan varias sanciones eficaces, como sacar a Rusia del sistema SWIFT. El presidente ucraniano, Volodimir Zelenski, antiguo comediante y judío ortodoxo, se ha vuelto un enemigo de cuidado para el nuevo zar Vladimir. Es muy posible que Zelenski termine muerto o preso en una mazmorra rusa y nunca se le nota el miedo. Tremendo personaje.

Pasado el shock de la invasión relámpago, el mundo empieza a reacomodar­se de forma convulsa. Rusia y sus aliados de ambos lados del océano van por ahí exhibiendo las medallitas de su avance. Aquí y allá encontrará­n tal cual amigo nuevo. No obstante, vaya que también les están surgiendo nuevos enemigos. Por ejemplo, Suecia, Finlandia y Austria, países que se habían resistido a participar en la OTAN, de seguro ahora van a hacer cola para entrar, los amenace Putin o no. Alemania, reacia desde la 2ª Guerra Mundial a tener unas fuerzas armadas potentes, ya declaró que no tiene más remedio que organizarl­as. Estados Unidos volverá a llenar los territorio­s aliados con sus soldados, su aparataje bélico y su tecnología, supone uno que contra el pago de montos muy considerab­les. Trump pedía plata a las malas; pues bien, ahora les llegará a las buenas, junto con los refuerzos locales.

Otro cantar es lo que viene en seguida. Putin más o menos creía que el asunto se acabaría en un pispás. Sin embargo, no contaba con que por el camino se le atravesara un pueblo que de vieja data conoce a los rusos, ha vivido bajo su puño de hierro y no los quiere al mando, y no contaba con la avalancha en su contra en las redes sociales. Ucrania es un país extenso, de suerte que si la gran mayoría de su población odia al invasor —lo que parece un hecho, con la excepción de tal cual malinche—, es seguro que habrá episodios constantes de resistenci­a armada que andando el tiempo desesperen a los rusos. Dos años, tres años, seis años, ¿cuánto tiempo resistirá Putin semejante desgaste? Las últimas veces en que Estados Unidos estuvo en un dilema parecido al final salió corriendo. Un obvio problema de esta perspectiv­a es que la mayoría de los países limítrofes al occidente —Polonia, Eslovaquia, Hungría, Rumanía— se volvieron miembros de la OTAN y serán los proveedore­s de armas para la resistenci­a. ¿Hará algo Putin al respecto, algo que incluso implique una reacción armada de la alianza? Ni idea. Dizque acaba de activar su arsenal nuclear, cualquier cosa que ello signifique.

Como decía por ahí una caricatura, lo que viene es un regreso al pasado. ¿Qué tan lejos nos llevará esa ruta? Les dejo también la duda.

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