Mejor, no perder con éxito
EL PRÓXIMO DOMINGO COMIENZA la recta final para definir quiénes nos gobernarán los próximos cuatro años. En un mundo pospandémico, con vientos de guerra y luego de uno de los peores gobiernos de la historia moderna del país, que logró poner a su partido en situación minoritaria y convertir a su enemigo en el candidato favorito, votar bien es indispensable para corregir el camino y volver a tener esperanza. Colombia no aguanta otro periodo de extrema polarización. Es imperativo, entonces, escoger en la consulta del Centro Esperanza al mejor candidato para superar esta dinámica.
Sin embargo, toca dejar de ser ingenuos. Las elecciones se ganan con votos y, claro, estos se pueden y deben obtener de manera transparente, sin negociar principios. Pensar que ser elegido y gobernar se puede hacer sin discutir, concertar y trabajar con todos los ciudadanos, independientemente de sus afiliaciones partidistas, es engañar al electorado. Perder es cuestión de método, y a los candidatos de izquierda y recientemente a los de centro les gusta vanagloriarse de perder con éxito, apropiándose de una superioridad moral que le ha hecho mucho daño al país, pues nos ha condenado a tener que escoger, entre los extremos, el menos malo. Para gobernar no se puede ser sectario, toca sentarse a construir desde el primer día con todos, los que gustan y los que no.
Alejandro Gaviria cuenta con la experiencia y la preparación necesarias para llegar a ser un buen presidente. Es profesor, académico e investigador, y ha estudiado durante años los problemas sociales y económicos de Colombia. También ha sido buen funcionario público. Ocupó cargos donde demostró su talante, primero como subdirector de Planeación Nacional, donde no le tembló la mano para rechazar algunas prácticas políticas non sanctas del gobierno de turno, y luego como ministro de Salud, donde dio batallas complicadas defendiendo el bien público y los intereses de los más vulnerables: se opuso al uso del glifosato y del asbesto, y se enfrentó a poderosas farmacéuticas para reducir el costo de los medicamentos.
Adicionalmente, Gaviria tiene una gran capacidad para concertar y congregar. Eso fue lo que más me impresionó cuando lo conocí en la campaña para ser elegido rector de la Universidad de los Andes. Logró en ese entonces que lo eligieran rector y, más extraordinario aún, logró hacerse querer y ahora extrañar, a pesar de ser un verdadero liberal, con visiones sociales y económicas que distan significativamente de aquellos que lo seleccionaron, y sin ser parte del seno conservador bogotano que tradicionalmente ha gobernado la universidad.
Justamente por su habilidad para unir y convenir, su campaña ha sido franca. Su disposición para escuchar y razonar es lo que le permitirá llegar a acuerdos para poder gobernar. Ningún candidato puede garantizarnos que gobernará sin incluir a aquellos que son y han sido parte de la clase política tradicional desde siempre; por eso le creo al que dice de frente que sí lo hará y que a lo que se compromete es a nunca negociar principios. Por esta razón, estoy convencida de que Alejandro Gaviria debe ser elegido como el candidato de centro en la consulta, pues será el único capaz de hacerle contrapeso y ganarle al populista de izquierda o de derecha que pase a segunda vuelta.