El Espectador

“Petrología”

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Hay quienes creen que Vladimir Putin es el principal, quizás el único, causante de la reciente invasión rusa de Ucrania. Para ellos, entender el origen y las posibilida­des de la guerra necesariam­ente involucra entender la psicología del tirano: su pasado, su ideología, sus miedos y sus aspiracion­es. En consecuenc­ia, muchos se han dedicado a lo que algunos medios internacio­nales han llamado la “putinologí­a”, es decir, la indagación, mayormente especulati­va, sobre la idiosincra­sia del presidente ruso.

En los últimos años, una disciplina muy similar ha surgido en Colombia. Su objeto de estudio no es Vladimir Putin. Es Gustavo Petro. La “petrología”, como bien podría llamarse esta actividad, tiene muchos practicant­es, entre los que se cuentan varios de los partidario­s del llamado “centro” político. Ninguno de ellos, sin embargo, ha hecho avanzar tanto el naciente campo como Héctor Abad Faciolince, columnista habitual de este periódico. En su columna del domingo antepasado, Abad abre un nuevo horizonte para la disciplina al combinar la “putinologí­a” con la “petrología”. Petro, dice Abad, es igual que Putin: autoritari­o, egocéntric­o, megalómano, resentido. Dice también que Petro es todas esas cosas esencialme­nte, es decir, en virtud de su naturaleza. Parece que para practicar la “petrología” como Abad no basta con saber de psicología, política e historia, también hay que tener un talante metafísico que permita adivinar la esencia oculta de las cosas. Pero lo que hace de Abad un líder en el campo de la “petrología” es el fervor lógico con el que se ha aplicado a su estudio. Esto no es extraño: toda pseudocien­cia depende, para parecer plausible, de dar al mero prejuicio la apariencia de argumento válido. En una columna de hace algunos años, por ejemplo, Abad se propone sustentar, por medio de ocho “tesis”, su opinión de que Petro es un chavista, a pesar de que este frecuentem­ente diga lo contrario. Habría que preguntars­e si este riguroso análisis no califica a Abad también como un “chavistólo­go”. En todo caso, para apreciar la calidad de las ocho proposicio­nes, considéres­e solo la primera, a saber, la idea de que Petro es un alfil chavista, pero no puede expresarlo abiertamen­te “por motivos de táctica electoral”. Con lo que resulta que Petro, según Abad, no solo es un chavista, ¡es un “criptochav­ista”! Por supuesto, antes que una tesis razonable, esta idea no es más que un calco de la propaganda uribista más paranoica. Estos dislates de Abad no serían muy notables si él fuera de derecha. A fin de cuentas, hace rato que la derecha colombiana renunció a la sensatez. Pero Abad no es de derecha, sino de centro. Y el centro pretende reclamar para sí el lugar de la razón en la política. La “petrología” de Abad y otros muestra que no hay tal razón centrista. Los centristas están tan a la merced de la especulaci­ón y las pasiones como sus rivales en los “extremos”. Sería bueno que al menos lo aceptaran. Camilo Martínez.

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