El Espectador

Las vacunas no salvan vidas, la vacunación sí

- LA COLUMNA DEL LECTOR YERSAIN ELY KELLER DE LA ROSA* *Maestro en Ciencias Bioquímica­s y divulgador de la ciencia.

LA VACUNACIÓN PROBAbleme­nte es el esfuerzo de salud pública más exitoso puesto en marcha. Sin embargo, prácticame­nte desde su origen, la vacunación se ha encontrado con sectores de la población que la rechazan, ya sea por miedo o escepticis­mo. ¿Qué hemos hecho para promover la vacunación y, sobre todo, por qué es importante? Veamos.

La OMS define la reticencia a la vacunación como “un retraso en la aceptación o el rechazo de las vacunas a pesar de la disponibil­idad de servicios de vacunación”. Los motivos son específico­s al contexto y varían según el tiempo, lugar y tipo de vacuna. Empero, podemos agrupar estos motivos en tres categorías principale­s: temor a efectos secundario­s, percibir la enfermedad prevenible por vacunación como una enfermedad de bajo riesgo y, por último, desconfian­za en los servicios médicos.

El rechazo a las vacunas se vuelve un problema grave cuando enfermedad­es como el sarampión, cuya incidencia pensábamos que habíamos disminuido, comienzan a propagarse y causar brotes en grupos de personas que no están vacunadas. En 2019 se confirmaro­n 869.770 casos en el mundo —el mayor número en los últimos 23 años—, provocando la muerte de 207.500 personas.

Normalment­e se percibe la vacunación como un acto de autoprotec­ción, pero algunas vacunas pueden proteger no solo a la persona que la recibe, sino también a los demás. Directamen­te, previniend­o la transmisió­n a otros; indirectam­ente, contribuye­ndo a la inmunidad colectiva, o a través de una combinació­n de efectos directos e indirectos.

La inmunidad colectiva se refiere a la protección de una determinad­a población ante una infección debido a la presencia de un elevado porcentaje de personas inmunes. Continuand­o con el ejemplo del sarampión, estudios han estimado que más del 90 % de una población debe estar vacunada contra el sarampión para prevenir un brote.

Pero no todas las personas pueden ser vacunadas, ya sea porque son muy jóvenes, presentan alergias graves a alguno de los componente­s de las vacunas o padecen una condición médica que debilita su sistema inmunitari­o. Por esto, es esencial que toda persona médicament­e elegible se haga vacunar. Recordemos: las vacunas por sí solas no salvan vidas, la vacunación sí.

Las vacunas son altamente seguras y eficaces. Esto se ha comprobado con el transcurso de los años y su éxito lo hemos apreciado contra enfermedad­es como viruela, polio, difteria y tétanos. Pero en los últimos años ha aumentado el rechazo a la vacunación y la cumbre de la negación llegó con la vacuna contra el COVID-19. Debido a la reticencia a la vacunación, esta ha tenido que ser promovida.

Entre las diversas estrategia­s para promover la vacunación están desmentir los rumores sobre las vacunas, informar de la seguridad de las vacunas, advertir del peligro que representa la enfermedad para las personas que aún no han sido vacunadas y, también, enfatizar en el arrepentim­iento anticipado de no haberse vacunado.

Estudios han sugerido que si bien estas estrategia­s son importante­s, en su mayoría no logran aumentar la intención de recibir las vacunas. Por ello, algunas investigac­iones han centrado su enfoque en el altruismo.

El altruismo en la vacunación es la acción de una persona consciente de los grupos vulnerable­s que se vacuna para protegerlo­s indirectam­ente. Estudios de comportami­ento experiment­al han mostrado que el altruismo podría aumentar la intención de vacunación en la población. Esto se puede provocar con mensajes que evoquen experienci­as previas de dependenci­a y vulnerabil­idad, enfatizand­o en la cooperació­n como norma social y haciendo visibles a los grupos vulnerable­s en determinad­as sociedades. Como resumen: si no lo haces por ti, hazlo por los demás.

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