Las vacunas no salvan vidas, la vacunación sí
LA VACUNACIÓN PROBAblemente es el esfuerzo de salud pública más exitoso puesto en marcha. Sin embargo, prácticamente desde su origen, la vacunación se ha encontrado con sectores de la población que la rechazan, ya sea por miedo o escepticismo. ¿Qué hemos hecho para promover la vacunación y, sobre todo, por qué es importante? Veamos.
La OMS define la reticencia a la vacunación como “un retraso en la aceptación o el rechazo de las vacunas a pesar de la disponibilidad de servicios de vacunación”. Los motivos son específicos al contexto y varían según el tiempo, lugar y tipo de vacuna. Empero, podemos agrupar estos motivos en tres categorías principales: temor a efectos secundarios, percibir la enfermedad prevenible por vacunación como una enfermedad de bajo riesgo y, por último, desconfianza en los servicios médicos.
El rechazo a las vacunas se vuelve un problema grave cuando enfermedades como el sarampión, cuya incidencia pensábamos que habíamos disminuido, comienzan a propagarse y causar brotes en grupos de personas que no están vacunadas. En 2019 se confirmaron 869.770 casos en el mundo —el mayor número en los últimos 23 años—, provocando la muerte de 207.500 personas.
Normalmente se percibe la vacunación como un acto de autoprotección, pero algunas vacunas pueden proteger no solo a la persona que la recibe, sino también a los demás. Directamente, previniendo la transmisión a otros; indirectamente, contribuyendo a la inmunidad colectiva, o a través de una combinación de efectos directos e indirectos.
La inmunidad colectiva se refiere a la protección de una determinada población ante una infección debido a la presencia de un elevado porcentaje de personas inmunes. Continuando con el ejemplo del sarampión, estudios han estimado que más del 90 % de una población debe estar vacunada contra el sarampión para prevenir un brote.
Pero no todas las personas pueden ser vacunadas, ya sea porque son muy jóvenes, presentan alergias graves a alguno de los componentes de las vacunas o padecen una condición médica que debilita su sistema inmunitario. Por esto, es esencial que toda persona médicamente elegible se haga vacunar. Recordemos: las vacunas por sí solas no salvan vidas, la vacunación sí.
Las vacunas son altamente seguras y eficaces. Esto se ha comprobado con el transcurso de los años y su éxito lo hemos apreciado contra enfermedades como viruela, polio, difteria y tétanos. Pero en los últimos años ha aumentado el rechazo a la vacunación y la cumbre de la negación llegó con la vacuna contra el COVID-19. Debido a la reticencia a la vacunación, esta ha tenido que ser promovida.
Entre las diversas estrategias para promover la vacunación están desmentir los rumores sobre las vacunas, informar de la seguridad de las vacunas, advertir del peligro que representa la enfermedad para las personas que aún no han sido vacunadas y, también, enfatizar en el arrepentimiento anticipado de no haberse vacunado.
Estudios han sugerido que si bien estas estrategias son importantes, en su mayoría no logran aumentar la intención de recibir las vacunas. Por ello, algunas investigaciones han centrado su enfoque en el altruismo.
El altruismo en la vacunación es la acción de una persona consciente de los grupos vulnerables que se vacuna para protegerlos indirectamente. Estudios de comportamiento experimental han mostrado que el altruismo podría aumentar la intención de vacunación en la población. Esto se puede provocar con mensajes que evoquen experiencias previas de dependencia y vulnerabilidad, enfatizando en la cooperación como norma social y haciendo visibles a los grupos vulnerables en determinadas sociedades. Como resumen: si no lo haces por ti, hazlo por los demás.