“Cargaladrillos”
HACE UNAS SEMANAS SE CELEBRÓ EL Día del Periodista y muchos colegas compartieron fotos portando micrófonos, grabadoras o cámaras. Y, sin embargo, vino luego la reflexión acerca de que una imagen ha faltado casi siempre para graficar la fecha: la de algún colega exhibiendo unos zapatos viejos con sus suelas gastadas o incluso rotas. Porque si bien a veces nos valemos de ciertos elementos, herramientas o avances tecnológicos para representar este oficio, la esencia del periodismo quizás esté más cercana a unos zapatos gastados.
Porque quizá los dos verbos más importantes del periodismo sean pensar y callejear.
En ello pensé estos días cuando se publicó Cargaladrillos, parte de una colección con un bello nombre: “Esculcar la memoria”, que da cuenta de historias de diez reporteros rasos, a finales del siglo XX y principios del XXI, protagonistas ellos del acontecer regional y en especial, de una ciudad convulsionada, Medellín.
Diez reporteros cargaladrillos hablaron de sus experiencias, algunas contadas en tono más prosaico, otras más elaboradas; unas más atractivas, como la posibilidad de informar al mundo la muerte de Pablo Escobar que la logró un periodista de una cadena, versus la del periodista “del frente” que terminó chiviado, pero que al tiempo se “sacó el clavo” contando, a punta de ingenio, sobre una tragedia aérea.
El libro celebra la mirada de Gabo, quien, a mediados de la década del 90 señaló la alegría que le dio pasar de ayudar a escribir notas editoriales hasta “ascender” al oficio de cargaladrillos, como una forma de explicar la valía de este oficio. Porque lo que hace al periodismo es la calle, la vereda, la reportería. Y estos reporteros cargaladrillos, como se hacen llamar, cuentan esas experiencias en primera persona.
Cargaladrillos es un pequeño viaje a la memoria; un poco “arqueología de medios”, en el sentido de que aparecen ciertas palabras que suenan arcaicas y anacrónicas, como télex, chiva, “quedas”, “nevera”, noticia reencauchada, o trasnochada, colchón...
Y sobre el origen del término mismo que da nombre a la compilación no hay certeza, pero seguramente es por esas inmensas grabadoras —como ladrillos— que muchos reporteros llevaban en su bolso.
“Ser reportero es ser testigo, vibrar al ritmo de los acontecimientos, tomarles el pulso y registrarlos para llevarlos en otras palabras e imágenes”, dicen los editores.
En la noche que se presentó esta obra, la nostalgia, incluso la timidez, al principio, caminó en el espacio. Pero luego estos periodistas recordaron momentos plasmados en el libro y afloró un poco de orgullo.
Este libro, con recuerdos de cargaladrillos contados por ellos, es pionero. Es un homenaje a este bello legado del periodismo y ojalá vengan otros tantos. Porque valga decir que los cargaladrillos muchas veces ni siquiera en grandes acontecimientos que cubrieron pudieron contar sus nombres y su trabajo se vio opacado cuando se decía que fue “resumen de agencia”, o “redacción nacional”, o “unidad investigativa”, entre otras formas de anonimato. Colombia, en su búsqueda de construir tantas memorias, necesita también conocer el testimonio de los periodistas. Porque detrás de cada historia noticiosa también hay otra: esas pequeñas grandes proezas y aprendizajes acumulados poco a poco para ganarse el sustento, obtener el respeto de sus fuentes y de sus colegas y poder batirse y salir invictos en aquellos tiempos turbulentos. Los periodistas de ahora deberán valorar y aprender de sus experiencias.
Gracias, amigos cargaladrillos. En sus espaldas —como ladrillos— trajeron el testimonio de este oficio que muchos nos resistimos a “mandar a la nevera” del pesimismo, la ingratitud o el olvido.