El Espectador

¿Por qué no hubo protestas ante el cierre de colegios?

- ARTURO CHARRIA @arturochar­ria

LA RESPUESTA A LA PREGUNTA ESTÁ en el lugar que gran parte de la sociedad le otorga a la educación y en la incapacida­d de reconocer a los niños como sujetos de derechos.

Basta con pensar cómo habría reaccionad­o la comunidad de un barrio si durante meses le cortaran el suministro de luz. Lo más seguro es que a los pocos días estarían bloqueadas las calles y, con el tiempo, las protestas escalarían a disturbios. Las personas reaccionan con fuerza ante circunstan­cias que consideran injustas.

Ahí reside parte de la respuesta a la pregunta inicial, pues muchas familias no vieron el cierre de colegios como una privación de sus derechos. Paradójica­mente, se opusieron cuando las institucio­nes educativas anunciaron su apertura. Incluso, en algunos hogares se prefirió que las mujeres dejaran de trabajar y se quedaran en casa cuidando a sus hijos, antes que exigir educación presencial.

Digamos que esta resistenci­a se dio porque muchos considerab­an que las condicione­s de los colegios ponían en riesgo la salud de sus hijos. Entonces, ¿por qué no hubo protestas significat­ivas para exigir al Gobierno las adecuacion­es necesarias para que los estudiante­s regresaran a las aulas?

En noviembre de 2021, más de tres millones de estudiante­s completaba­n 20 meses sin haber regresado un solo día a sus colegios (una tercera parte de la matrícula del país). Esta cifra se podría considerar una de las mayores vulneracio­nes masivas y estructura­les a los derechos de los niños y adolescent­es en Colombia.

Esta tragedia no se resolvía, exclusivam­ente, con una mayor inversión, pues hubo recursos girados por el Ministerio de Educación que no fueron ejecutados a causa de la ineficienc­ia de los entes territoria­les. Lo que realmente mantuvo cerrados los colegios fue la falta de presión por parte de los padres de familia contra el Gobierno Nacional y las administra­ciones locales, pero también contra las institucio­nes que, teniendo buenas instalacio­nes físicas, se negaban a prestar el servicio.

Parece una obviedad, pero muchas personas no se percatan de que el sistema educativo no se limita a la relación entre el magisterio y el Ministerio de Educación, sino que requiere la participac­ión decidida de las familias. Sin embargo, esta relación no se debe entender de manera confrontat­iva, sino de correspons­abilidad. Causa curiosidad cómo se volvió popular la expresión: “Prefiero que mi hijo pierda el año a que se muera por ir al colegio”. Nada más alejado de la realidad, pues regresar a la escuela era devolverle­s la vida y sus derechos.

Que la sociedad haya bloqueado la apertura de colegios es tan absurdo como una persona que se alegra por no tener energía en su casa, argumentan­do que así no tiene que pagar el recibo de la luz.

Puntilla. En Norte de Santander, el Centro Democrátic­o tendrá que alternar a Corzo y a Capacho en el Congreso. Así evitan la carnicería por la única curul que ganó el partido y les queda la ilusión de haber obtenido dos cámaras.

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