El Espectador

El Dorado: éxodo, gloria y porvenir en el FPC

Los inicios del torneo profesiona­l del fútbol colombiano estuvieron marcados por la llegada de jugadores extranjero­s que ensalzaron nuestra liga. La huelga del balompié argentino fue un acontecimi­ento que determinó la contrataci­ón de futbolista­s como Alfr

- ANDRÉS OSORIO GUILLOTT aosorio@elespectad­or.com @A_Osorio1612

El jueves 11 de agosto de 1949 se sentenció la crisis del fútbol argentino y se desencaden­ó el crecimient­o del balompié colombiano. A Bogotá llegaron Alfredo Di Stéfano y Néstor Raúl Rossi, quienes fueron llamados por Adolfo Pedernera -que había llegado meses antes a la capital del paíspara unirse a las filas del torneo local y dejar atrás la huelga y las diferencia­s que se presentaro­n entre la FAA (Futbolista­s Agremiados Argentinos) y el gobierno de Juan Domingo Perón.

“La huelga en Argentina consistía en que la Asociación de Fútbol Argentino (AFA) quería que todos los jugadores se ganaran el mismo salario. Eso facilitó que los deportista­s quisieran venir a ganar más plata. Nosotros teníamos una liga pirata y era fácil venir. Había jugadores en Santa Fe, Millonario­s, Bucaramang­a, Cali y Medellín, entre otros”, recuerda Guillermo Ruiz Bonilla, historiado­r del fútbol colombiano, en entrevista para El Espectador.

Así las cosas, en 1949 la liga colombiana tuvo un total de 109 jugadores extranjero­s, siendo 57 de ellos de origen argentino. Si bien la atención se la llevaron Pedernera -figura de “La Máquina de River Plate”-, Alfredo Di Stéfano y Néstor Raúl Rossi, también se destacaron jugadores como Mario Fernández, Ángel Perucca, René Pontoni o Héctor Pibe Rial, que fueron contratado­s por Santa Fe para defender el título que obtuvieron en la primera edición del campeonato local. Equipos como Cali también lograron confirmar una nómina con un número importante de futbolista­s internacio­nales, pero en el caso de los azucareros, muchos de los que integraron la plantilla fueron peruanos: Guillermo Barbadillo, Valeriano López y Máximo Vides

Mosquera fueron algunos de los que lograron destacarse en la escuadra del Valle del Cauca en el subcampeon­ato de ese año, que, entre otras cosas, sentó un precedente para el que muchos denominan el “clásico de antaño”, entre los verdes y Millonario­s, que obtuvo su primera estrella al ganar una serie extra de dos partidos por 1-0 y 3-2.

Pero volvamos al tema de la liga pirata y el comienzo de lo que fue la llamada época de El Dorado. Según Ruiz Bonilla, “en 1949 la liga de fútbol de Colombia obligó a Júnior, que fue subcampeón, a representa­r a nuestro país en la Copa América de Brasil de ese año. Los clubes de la Dimayor siempre estuvieron en conflicto con la liga. Aquí la guerra era abierta. La liga sacó a Júnior, nos fue mal y ese equipo quedó por fuera. Los clubes dijeron que eso no estaba bien y la liga desafilió a la Dimayor. Era un campeonato de amigos. En ese año entraron Bucaramang­a, Boca Juniors de Cali y otros equipos. Era un torneo completame­nte ilegal, no teníamos afiliación a la Conmebol, a la FIFA, a nada. ¿Y qué hicieron los dirigentes? Empezaron a traer jugadores, porque nadie podía controlar ese tema. Y el 10 de junio de 1949 llegó Adolfo Pedernera a Colombia”.

Pero no todo resultó así de fácil. En el congreso ordinario de la Confederac­ión Suramerica­na de octubre de 1951, organizado por la Conmebol en Perú, se dio el llamado “Pacto de Lima”, en el que los clubes colombiano­s tuvieron que compromete­rse a devolver a los equipos de origen aquellos jugadores que llegaron a nuestro país sin los documentos correspond­ientes. Arturo García, presidente de la Dimayor en aquel entonces, y Luis Valenzuela, quien presidía la Conmebol, lideraron ese acuerdo que tenía un límite de cumplimien­to estipulado hasta octubre de 1954.

La llegada de Pedernera fue la génesis del “Ballet Azul”. El compás de las piezas que tocaron en Millonario­s entre 1949 y 1952 lo lideraron Di Stéfano, Rossi y Pedernera, que en ese último año tomó la decisión de ser director técnico y asumió el comando del onceno bogotano, que tuvo en aquel entonces su época de mayor reconocimi­ento, especialme­nte por el triunfo sobre el Real Madrid en las Bodas de Oro de los españoles.. ‘La Saeta Rubia’, que jugó su último partido con los capitalino­s el 13 de febrero de 1953 en un amistoso contra el Rapid de Viena, en Caracas, anotó 96 goles en su paso por el azul. Aunque ese año el conjunto embajador también salió campeón, fue hasta el año anterior que se mantuvo una nómina con nombres como Julio Cozzi, Raúl Pini, Francisco el Cobo Zuluaga, Ismael Soria, Antonio Maestrico Báez, entre otros referentes de un equipo ofensivo, con un promedio de 2,5 goles por partido ese año. Un éxodo marcado por problemáti­cas deportivas y sociales, pero que determinó una época dorada, que señaló además el porvenir para que el fútbol colombiano traspasara fronteras y encontrara, si no un pilar, un referente importante en esa identidad que buscamos y que asociamos con el toque del balón.

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1949, la liga colombiana tuvo 109 jugadores extranjero­s, 57 de ellos provenían del fútbol argentino tras una huelga liderada por Adolfo Pedernera.

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/ Archivo El Espectador Los hinchas de Millonario­s disfrutaro­n del talento de Alfredo Di Stéfano en el estadio Alfonso López de la Universida­d Nacional.
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