Petro y Fajardo
EL MENSAJE POLÍTICO DE LAS LEGISlativas del 13 de marzo, unido a las consultas y sus expresivos resultados, llevó a una situación inédita en Colombia y es que, al parecer, las elecciones presidenciales no constarán de una primera y una segunda vuelta, sino, en la práctica, de dos segundas vueltas. Las consultas del 13 de marzo, de algún modo, fueron ya la primera vuelta. Si bien Íngrid, Hernández, Óscar Iván y algunos otros no participaron, los tres grandes aspirantes midieron sus cargas. Y los más fuertes, Petro y Fico, anunciaron que su objetivo es ganar el 29 de mayo. Consecuencia de esto es que las alianzas que suelen hacerse entre primera y segunda ya empezaron. Con Fico ya están el Centro Democrático y el cinematográfico Óscar Iván. Vargas Lleras, que lanzó un globo sonda electoral para medir su músculo, desistió por segunda vez y es previsible que negocie con Fico un par de ministerios y se incorpore a su candidatura. No me extrañaría que en un par de semanas el ingeniero Hernández haga lo mismo. En cuanto a Íngrid, cuya candidatura es, de todas, la más insólita, uno supone que debería negociar con alguien antes de que las encuestas la midan. Y Petro, el más fuerte y opcionado, continuará su camino hacia la conquista del centro, del cual podrá obtener los votos de Robledo —aunque él mismo anuncie su voto en blanco— y otros que prefieren una opción de izquierda al continuismo.
Si yo fuera caricaturista dibujaría dos bloques de mármol, uno al lado del otro. La izquierda y la derecha. Y en el medio, un guijarro representando el centro. Esa es la Colombia de hoy tras un gobierno como el de Duque y 200 años de sistema aristocrático en el poder. Es inútil evadir la realidad quejándose de que estamos polarizados. Todas las sociedades del planeta están polarizadas porque, en todas, las tendencias predominantes son esas: la izquierda y la derecha, con sus matices intermedios. Negarlo es un ejercicio retórico muy usado por ese personaje de fines del siglo XX llamado “presidente empresario”, que en sus discursos asegura no ser político —ignorando
que negar “lo político” es una posición política— y cuyos adalides son Berlusconi y Trump. El centro, que en una sociedad ideal podría ser lo más razonable, es aún una utopía en la mayoría de naciones del mundo, dominadas más por las emociones que por el frío análisis político. Ningún soldado o guerrero de la historia, que yo sepa, se lanzó a morir batallando contra sus enemigos al grito de “¡Viva el centro!”.
¿Qué hará Sergio Fajardo antes de la primera segunda vuelta? ¿O en la segunda segunda, si hay? Un triunfo suyo parece ilusorio, pero su papel será definitivo. ¿Qué camino tomará? Para la derecha, que lo ha atacado incluso en lo judicial, Fajardo es un comunista disfrazado, y para la izquierda recalcitrante, un uribista con antifaz. Sé que Fajardo no es ni lo uno ni lo otro, y por eso en un mundo ideal, adecuado a mis preferencias, la mejor opción sería una fotografía que, lo sé, es muy improbable. Improbable, pero no imposible, porque uniría a los candidatos que mejor se complementan y cuyos programas son cercanos en lo esencial. En esa foto están Gustavo Petro y Sergio Fajardo. Levantan juntos el brazo y llevan a Colombia hacia la plena reconciliación.
Perdónenme, pero hasta el más godo de los godos y el más uribista de los uribistas merece que cada voto LEGÍTIMO sea tenido en cuenta.
Qué bien que todo el mundo pueda hacer su reconteo y cuidar sus voticos. Es apenas lo justo. Ojalá puedan recuperarlos si de verdad son suyos.
Qué angustia leer a quienes dicen que apostarle al voto de opinión es una estrategia fallida y que no se debe seguir haciendo eso. Es como si nos estuviéramos dando por vencidos y hubiésemos decidido entregarle todo al clientelismo.