Jesús Agreda-Rudenko, profesor de estudios europeos de la Universidad del Rosario
¿Cree que Occidente pueda cambiar de opinión sobre imponer una zona de exclusión aérea en Ucrania?
No, y es muy simple: Rusia es una potencia nuclear. Es evidente que los paises están teniendo mucho cuidado a la hora de interactuar con Rusia; los Estados occidentales y los miembros de la OTAN están haciendo todo lo posible por evitar un enfrentamiento militar con Rusia, y la idea de una zona de exclusión aérea implica que alguien debe encargarse de evitar que haya vuelos rusos sobre territorio ucraniano. Es decir, implicaría derribar aviones rusos que sobrevuelen en Ucrania, y el hecho de hacerlo implica un ataque o una agresión, y, por qué no, el inicio de una guerra. No todos los miembros de la OTAN están dispuestos a correr el riesgo.
¿Es real el riesgo nuclear? No solo por armas nucleares, también por el manejo de las centrales que ya fueron tomadas por Rusia.
Rusia sí puso una alerta especial sobre su armamento nuclear. Sin embargo, lo veo como un intento de responder a las sanciones económicas. Al ser una gran potencia, el Kremlin no puede permitir que le impongan sanciones y no responder ante eso. Sin embargo, dudo que se haya considerado el uso de esas armas, al menos hasta ahora.
Sobre las plantas nucleares, si la idea de Rusia es derrotar a Ucrania, debía debilitar de alguna manera la infraestructura que permite mantener un sistema de defensa en las ciudades. La idea de Putin era dejar a la población sin luz, sin agua y, de alguna manera, aislada. De ahí que las plantas nucleares se vuelven casi un objetivo militar. Dentro del contexto del Derecho Internacional Humanitario, el ataque a este tipo de plantas nucleares no es aceptable, no obstante, como ya lo vimos con Rusia, puede pasar. Y ante esto tenemos que saber que hay una posibilidad de que un error se cometa, y eventualmente una catástrofe nuclear podría ocurrir si se repiten ataques contra centrales nucleares, como lo que ocurrió en Zaporiyia.
¿Podrán las sanciones frenar a Putin, o incluso al mismo Occidente? Estas medidas están afectando a todo el mundo, con la energía como uno de los puntos más sensibles.
Sobre Rusia, las sanciones sí podrían llegar a frenar a Putin, pero no es algo inmediato. Estas medidas van a golpear a los oligarcas, pero también a la población en general. ¿Un ejemplo? Si alguien quisiera exportar a Rusia tendría que consignar el dinero a través del sistema bancario, pero el país ya no es parte de ese sistema internacional, y todo se vuelve muchísimo más complicado. De ahí que la escasez en algunos productos será evidente. Pero, además, las sanciones que impuso Visa o Mastercard han implicado que las tarjetas sean imposibles de utilizar. Todo esto para presionar y generar rechazo en la población.
Y por el otro lado, sí, estas sanciones pueden traer repercusiones en el mundo, sobre todo cuando hay una inestabilidad en el mercado de energía, algo que es extremadamente problemático porque los costos están golpeando toda la recuperación económica pospandemia. Pero, a la vez, son medidas positivas para Occidente, particularmente para Alemania, porque hay una dependencia que no es saludable no solo desde el punto de vista político, sino también del económico. Y en este aspecto Alemania, de la mano de la Unión Europea, desarrolló un plan para ser mucho más sostenible desde el punto de vista ambiental, y de alguna forma este tipo de sanciones obliga a Occidente a acelerar ese plan. Eso ayudaría a reducir la dependencia no solo con Rusia, sino también de un recurso no renovable.
¿Cambiaría la geopolítica o el concepto de orden mundial tras la invasión? Putin siempre ha insistido en la idea de la “grandeza del imperio ruso”.
Con el fin de la Guerra Fría, Rusia era percibido como un actor derrotado dentro del sistema internacional, un actor cuya participación en la construcción de las reglas del sistema no era viable. Lo que estamos viendo ahora es que Rusia quiere que sus intereses sean igual de válidos a los de EE. UU. En el sistema internacional, el tema de la soberanía es sagrado, incluso para China, pero el caso ruso es diferente, porque proponen una nueva idea en la cual la soberanía de su Estado casi que llega hasta donde están sus propios ciudadanos, y no se limita netamente a sus fronteras territoriales actuales.
Eso implica una revisión al concepto de soberanía, y Rusia considera que esta revisión es clave, porque es la mejor forma de garantizar su seguridad. Solo que, en este punto, no es un actor que al que estén teniendo en cuenta.
La guerra se sigue alargando, ¿cómo la invasión podría impactar a China y por qué es clave cualquier decisión que tome Xi Jinping sobre este asunto?
El argumento ruso es que no importan las sanciones de Occidente, porque siempre van a tener a China como un aliado que va a salvar a Rusia. Sin embargo, la realidad es un poco más compleja. Por un lado, en términos económicos, China no tiene las condiciones ni la infraestructura para comprar todo el petróleo o gas que Rusia va a dejar de venderle al mundo occidental, por ejemplo. Pero, además, China no ha reconocido la independencia de Donetsk y Lugansk, sin mencionar que Estados Unidos está presionando a Xi Jinping. Así que ese apoyo chino no es tan tangible.