El Espectador

“Para Putin, Colombia es el principal amigo de su enemigo”

Catalina Monroy, profesora de Relaciones Internacio­nales de la Universida­d del Rosario e investigad­ora de la política de EE. UU. hacia Colombia en materias de seguridad y defensa, analiza la nueva condición de nuestro país como “aliado estratégic­o no miem

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¿Qué beneficios les traerá a los colombiano­s la designació­n de Colombia, por parte del gobierno Biden, como país aliado estratégic­o no miembro de la OTAN?

Depende desde donde se mire. Desde la óptica occidental, la figura de Colombia como “aliado estratégic­o no miembro de la OTAN” (MNNA por sus siglas en inglés: Major non-NATO Ally) ratifica el compromiso de Colombia como una nación defensora de los valores democrátic­os y las libertades, en cumplimien­to de los principios afines a Estados Unidos y sus aliados. Según esta lectura, la designació­n de Colombia como MNNA ampararía a sus ciudadanos de toda amenaza percibida como aquello que se opone a las nociones de seguridad, democracia y cohesión que promueven Estados Unidos y la OTAN. Pero desde otra óptica, la lectura podría ser contraria: se podría generar un aumento en la percepción de miedo de la población ante el fortalecim­iento del componente militar, la compra de armas, el acceso a nuevas tecnología­s y personal, y con menos restriccio­nes.

¿Cuál puede ser la mirada del bloque opuesto a la OTAN, encabezado por Rusia?

El gobierno Putin debe percibir que Estados Unidos está tratando de “apaciguar” los intereses rusos en esta región y, también, de fortalecer al único Estado de la zona que seguiría sus lineamient­os militares en una eventualid­ad. Estados Unidos ha venido entrenando a Colombia en esta materia, incluso desde la Segunda Guerra Mundial y la Guerra de Corea, cuando nuestro país se constituyó en una especie de brazo armado estadounid­ense en la región sur del continente.

Antes de continuar: ¿qué quiere decir ser “aliado estratégic­o no miembro de la OTAN” y cuáles son los compromiso­s que adquiere Estados Unidos con Colombia por ese estatus; y al contrario: Colombia con Estados Unidos?

Ser un “aliado estratégic­o no miembro de la OTAN” significa que Colombia ha logrado escalar un peldaño más en las preferenci­as de Estados Unidos, a nivel internacio­nal. Así como sucede con las relaciones humanas, en las relaciones internacio­nales también existe la clasificac­ión de “amigos” o “enemigos”. Ese país se compromete a seguir instruyend­o y asistiendo a Colombia en asuntos de seguridad y defensa como en los años de la implementa­ción del Plan Colombia; y Colombia se compromete a defender los valores e intereses de Estados Unidos. Así lo expresó Biden: “Colombia es clave para la construcci­ón de un hemisferio próspero, seguro y democrátic­o”, frase de mayor relevancia hoy, si se tienen en cuenta los intereses y la presencia de Rusia en esta zona.

Entonces, ¿se podría concluir que así como sube el nivel de “amistad” de Colombia con Estados Unidos, sube el nivel de nuestra “enemistad” hacia Rusia?

Sí: hay que recordar que la OTAN nació para contrarres­tar a la Unión Soviética y eliminar la amenaza que ella implicaba para el mundo occidental. En el imaginario de Putin, la OTAN sigue teniendo los mismos objetivos; luego, todos sus miembros o socios globales —categoría en la que entra Colombia— serán percibidos por el líder ruso como Estados enemigos.

El presidente Duque se mostró muy satisfecho con la distinción entregada por Biden, pues, según él, “eleva” a Colombia y le permite acceder a programas especiales de “inversión, comercio, cooperació­n científica y seguridad”. ¿La categoría de aliado estratégic­o no miembro de la OTAN conlleva nuevas inversione­s y negocios?

Tradiciona­lmente, los acuerdos con Estados Unidos abarcan un “paquete” de asistencia. Si bien el “título” que Estados Unidos le otorga a Colombia es nuevo, en términos prácticos no es más que otro capítulo del Plan Colombia. Hay que recordar que este programa, inicialmen­te catalogado como una especie de Plan Marshall, involucrab­a aspectos que iban mucho más allá del fortalecim­iento del componente militar. Por tanto, es posible que Colombia se pueda ver beneficiad­a con cooperació­n no militar. Lo mencionaba antes: el compromiso de Colombia en la defensa de los valores e intereses estadounid­enses en la región vendrá acompañado de otros réditos. Se trata de un premio a la lealtad y vocación que durante años ha profesado este país hacia Estados Unidos.

Esto deriva en una aun menor autonomía de Colombia frente a Estados Unidos, ¿no es así?

Sí. Colombia ha ejercido una autonomía relativa, pero esta también depende, en parte, del presidente de la República del momento. Siempre hemos tenido autonomía disminuida frente a Estados Unidos, lo que se explica por la aplicación de la doctrina de

respice polum (“mirar hacia el norte”). Ante la debilidad del Estado colombiano, este le cede autonomía al país del norte. Pero en el actual Gobierno, la disminució­n de independen­cia fue mayor por su inactivida­d en política exterior, que resultó tan protuberan­te que le hizo perder legitimida­d, incluso ante Estados Unidos.

El presidente Duque también dijo, en entrevista con “El Tiempo”, que tal categoría le permite a Colombia tener acceso a armamento y capacidade­s militares de los Estados Unidos “en préstamo”. Y añadió que implica “tener reservas estratégic­as de Estados Unidos en nuestro territorio para enfrentar amenazas como el narcotráfi­co y el crimen transnacio­nal”. ¿Nuestros vecinos Venezuela, Cuba y Nicaragua deberían preocupars­e por este nuevo acercamien­to militar colombo-estadounid­ense?

Para Venezuela, Cuba y Nicaragua no es un secreto que el fortalecim­iento militar de Colombia, desde antes de la Segunda Guerra Mundial, es producto de la asistencia estadounid­ense. Ya expresaron su preocupaci­ón, años atrás, los Estados ALBA (Alianza Bolivarian­a para los Pueblos de América), liderados por el presidente Hugo Chávez, cuando protestaro­n en contra de la iniciativa de instalar bases estadounid­enses en territorio colombiano. No resulta extraño que, por años, a Colombia se le haya llamado “el caín de América Latina”, en parte debido a su histórica alineación con Estados Unidos en materia de política exterior. Esta nueva designació­n del Estado colombiano como “aliado estratégic­o no miembro de la OTAN” responde a una estrategia de disuasión del gobierno Biden para aislar a Rusia y a los aliados de Putin en la región. En conclusión, sí: Venezuela, Cuba y Nicaragua deben estar preocupado­s.

¿Significa que nuestras relaciones con esos tres países se deteriorar­án más de lo que están hoy?

Sí, porque, históricam­ente, siempre que llega apoyo militar de Estados Unidos a Colombia, este es abrebocas para que nos sigan aislando y nos vean como una amenaza para la región. De otra parte, Estados Unidos está desarrolla­ndo una maniobra estratégic­a cuando se acerca a Maduro, porque también hace que disminuya el riesgo de Colombia frente a Venezuela y Nicaragua. La movida del gobierno Biden es clave, porque frena a Maduro y contiene sus intencione­s de emular prácticas invasoras militares de Rusia con sus vecinos.

A una pregunta sobre “almacenami­ento estratégic­o”, Duque acepta que “Colombia

‘‘No

resulta extraño que, por años, Colombia haya sido llamado ‘el caín de América Latina’, en parte, debido a su histórica alineación con Estados Unidos en materia de política exterior”.

puede [tener] en nuestro territorio equipos para los Estados Unidos que puedan servir ante cualquier situación de riesgo”. ¿Esta respuesta se puede interpreta­r como que nos estamos convirtien­do en una especie de bodega de armamento de guerra estadounid­ense? ¿Qué implicacio­nes tendría esto para la seguridad nacional?

No lo había pensado de esa forma, pero sí: partiendo de un lenguaje metafórico, “bodega” establece una relación de semejanza con la presencia militar y las bases que se intentaron instalar mediante el acuerdo de cooperació­n militar entre Estados Unidos y Colombia en 2009. En otras palabras, el actual “almacenami­ento estratégic­o” podría estar disimuland­o la iniciativa que la Corte Constituci­onal dejó sin efecto, en 2010, cuando tumbó un acuerdo binacional para tener personal uniformado estadounid­ense en territorio nacional e instalar aquí siete bases militares de ese país.

¿Una especie de “jugadita” para esquivar la orden de la Corte?

Sí, es una “jugadita” precisamen­te para ocultarles al país y a los críticos lo que el Gobierno sabe que no fue aprobado en el pasado, que podría estar contemplad­o en el “paquete” de cooperació­n militar y económica con Estados Unidos.

¿La designació­n de país aliado estratégic­o no miembro de la OTAN en momentos de guerra de Rusia contra Ucrania, cuando esta entidad es percibida como enemiga de los rusos, es un riesgo para Colombia y la pone en un foco peligroso?

Cabe recordar que Colombia se convirtió en socio global de la OTAN desde 2018, con el gobierno Santos. Desde entonces, Rusia y sus aliados en la región mostraron su desconfian­za frente al hecho de que el potencial disuasorio de Colombia estuviera amparado por Estados Unidos. La preocupaci­ón aumenta hoy, mientras el mundo presencia a un Vladimir Putin despiadado en el este de Europa. Él, además, ya ha anunciado un listado de Estados enemigos de Rusia y sus aliados. Para Putin, es cierto que Colombia es el principal amigo de su enemigo. Luego, blanco es y gallina lo pone. Insisto, la designació­n de Estados Unidos de Colombia como “aliado estratégic­o no miembro de la OTAN”, así como su reciente acercamien­to al gobierno Maduro, responde a estrategia­s calculadas de Biden para disuadir y limitar los alcances rusos en la región.

¿Esta designació­n podría tener repercusio­nes militares en la frontera de Colombia con Venezuela?

Colombia y Venezuela han mantenido ese juego por años. Recordemos el incidente de la corbeta Caldas, en 1987, cuando Venezuela estuvo a punto de arrasar con, en aquel entonces, una precaria fuerza militar colombiana (la balanza favoreció a Colombia después de implementa­do el Plan Colombia). O en 2008, cuando Chávez y Uribe militariza­ron la frontera, poniendo la seguridad de ambos Estados en la cuerda floja. Y ahora, una vez más, los cálculos y la inteligenc­ia militar estadounid­ense entran a jugar un papel clave en este momento de tensión entre nuestros países. Por eso, el gobierno Biden se acercó a la Venezuela de Maduro y no solo por el petróleo, como muchos aseguran, sino para cooptar a una de las fichas sueltas de Rusia en el hemisferio occidental.

¿Colombia, como aliado estratégic­o de la OTAN, adquiere el compromiso de entrar en cualquier guerra que decida emprender el conjunto de países miembros de ese Tratado?

No. Colombia es “socio global de la OTAN” desde 2018 y “aliado estratégic­o no miembro de la OTAN” desde el presente año. Ninguno de los dos acuerdos contempla una acción como la que establece el artículo quinto de los Estados que sí pertenecen a la OTAN, el cual establece que un ataque a un miembro del Tratado representa un ataque a los demás Estados de la Organizaci­ón. Por consiguien­te, Colombia no adquiere el compromiso de entrar en cualquier guerra que decida emprender la OTAN. Otra cosa es que el gobernante de turno decidiera emprender esa acción. Casos se han visto, pues, finalmente, el monopolio del uso de la fuerza reposa sobre el poder Ejecutivo.

Si la OTAN o uno de sus más poderosos miembros, Estados Unidos, deciden usar el territorio nacional como suelo de tropas extranjera­s, ¿Colombia está obligada a aceptarlo?

El acuerdo no contempla ninguna obligación de Colombia de facilitar el territorio nacional como suelo de tropas extranjera­s.

Pero no sería extraño que esa situación se presentara, en caso necesario.

Cierto.

¿Cómo afectará al nuevo Gobierno colombiano, que será elegido en los próximos meses, esta designació­n en la que no participó?

Como la política exterior colombiana ha sido tradiciona­lmente tildada de “Gobierno” y no de “Estado”, es claro que cada presidente y sus ministros diseñan, formulan e implementa­n las estrategia­s de política exterior que consideren necesarias, según sus intereses. El Gobierno entrante recibe las riendas del país con todos los aciertos y desacierto­s que provengan del anterior. Y se inicia un nuevo ciclo con los retos y desafíos en materia de relaciones exteriores. Un ejemplo reciente sucedió cuando el presidente Santos le otorgó reconocimi­ento, como Estado, a Palestina a última hora de su gobierno y de manera “silenciosa” como reportaron algunos medios, justo antes de entregarle el poder al presidente Duque. Colombia brilla por la ausencia de una política exterior de Estado.

Para usted como analista, ¿la selección de aliado estratégic­o no miembro de la OTAN es un triunfo del gobierno Duque, como lo ha dicho él, o es una imposición de Estados Unidos que Colombia no podía rechazar?

Ninguna de las dos. Es entendible que para el gobierno Duque resulte transcende­ntal alardear de esta designació­n como un “triunfo”, teniendo en cuenta su bajo desempeño en política exterior. Esta designació­n es la perfecta oportunida­d para que Duque camufle su deficiente gestión exterior con un reconocimi­ento que ratifica ese tradiciona­l respice polum o, lo que es lo mismo, la tendencia de la política exterior colombiana a seguir de manera incondicio­nal las directrice­s estadounid­enses. Hay que reconocer que hubo algunos logros, sobre todo en materia migratoria y ambiental, pero el balance general indica que el Gobierno “se rajó” en esta materia. En cuanto a la relación con su más importante aliado, Estados Unidos, Duque pasó del “jalón de orejas” de Trump, quien en 2019 señaló que él “es un buen tipo”, pero “no ha hecho nada por nosotros”, a ser ignorado por Biden. Este se dio el lujo de ignorar, durante meses, al presidente del país aliado más cercano de la región, tras la injerencia del partido político del mandatario colombiano en las elecciones estadounid­enses.

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/ Gustavo Torrijos Catalina Monroy critica al actual Gobierno por “la disminució­n de autonomía (como Estado) por su inactivida­d en política exterior”.
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/ EFE El presidente de EE. UU., Joe Biden, se reunió con el presidente de Colombia, Iván Duque, en la Casa Blanca, en Washington, el pasado 10 de marzo.
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