Nada personal
UNA PROFUNDA CRISIS VIVE EL país. El PIB no es indicador de desarrollo y bienestar. Las expectativas de salir de la pobreza y tener una vida digna para la gran mayoría de la población son un espejismo. Un crecimiento material del 5 % anual garantiza solo que una parte de la población pueda mantenerse y un grupo logre beneficios exorbitantes, mientras millones están en la miseria. El espectro del hambre aturde y desconcierta. El margen de gobernabilidad es insostenible, las tensiones sociales están a punto del estallido. Los subsidios —limosnas miserables de unos pocos dólares al mes— equivalen a unas pocas horas del salario mínimo en un país del primer mundo, son paliativos. El estallido, entonces, se reprime con la fuerza, la violencia descontrolada y el enjuiciamiento de quienes, desesperados, se ubiquen en la primera línea.
El crecimiento material indefinido no es posible. Esta verdad se acepta únicamente en discusiones académicas, de ambientalistas o de personas informadas, sensibles; no hay un documento oficial que lo advierta, la única restricción reconocida son los recursos financieros y el endeudamiento impagable, una salida por la puerta falsa. La naturaleza manda. La arrogancia tuvo que ceder ante el virus y cederá ante el clima, pues de este dependen el agua, los suelos, la biodiversidad, los alimentos, la industria, las ciudades, los humanos... Todo lo consumimos, desechamos, dañamos, contaminamos. El planeta está estresado, los grandes geoecosistemas cambian más rápido de lo esperado. No hay tiempo, pero no cambiamos.
La democracia no evoluciona. Se invita a votar por un líder para que gobierne y por cuatro años tenga el poder y la última palabra sobre el destino de millones y abuse, si lo quiere, con mayorías en el Legislativo, de los órganos de control, las cortes constreñidas, el manejo de las finanzas y del banco que las regula.
Hemos presenciado patéticos debates de candidatos a la Presidencia de la República, con señalamientos personales: mentiroso, demagogo, populista, corrupto… Y pocas propuestas serias y divulgadas con tiempo, solo opiniones. A última hora, algunos candidatos buscan asesores para que les digan cómo responder sobre lo que no saben o cómo atacar al contendor.
No pueden saberlo todo. Para encontrar salidas a un modelo de crecimiento que superó los límites económicos, sociales y ecológicos, se deben construir escenarios complejos, interdisciplinarios, con amplia participación; fortalecer la planeación autónoma y consensuada a largo plazo, no la impuesta por el gobierno de turno, y convocar convenciones de ciudadanos, como en Francia, para proponer políticas y leyes para la transición energética, ecológica, social y económica.
Se necesita cumplir a cabalidad el Acuerdo de Paz, no con versiones amañadas; tener un verdadero catastro; cuidar la biodiversidad; fortalecer la economía; producir alimentos; hacer la transición a energías limpias. Y se necesitan también reformas para que todos tengan pensión, salud y educación; establecer el ingreso mínimo, y cuidar a las mujeres y los niños. Lograr justicia social y democracia plena. Esto implica un esfuerzo colectivo enorme, urgente. Nada personal.
La elecciones, ¡Dios santo!, las elecciones