El Espectador

Prólogo de Gossaín

- FELIPE ZULETA LLERAS

HE COMETIDO LA IRRESPONSA­BIlidad de escribir un libro que, amablement­e, prologó mi maestro Juan Gossaín. Con su venia, quiero compartir con ustedes algunos apartes.

“Han pasado casi 40 años desde aquel amanecer en que Felipe Zuleta entró por primera vez a la cabina radial en que transmitía­mos diariament­e el noticiero de RCN, pero lo recuerdo de una manera tan viva como si hubiera sido esta mañana.

Desde que empezamos a trabajar juntos, y a lo largo de cada día y de cada hora, Zuleta ha sido el mismo que aparece retratado de cuerpo entero desde las primeras páginas de este libro suyo: un ser humano afectuoso y cálido, que, sin embargo, se distingue por su carácter y su franqueza.

Hay veces en que su lenguaje, tanto hablado como escrito, parece crudo y hasta podría tomarse por un extenso lexicón de groserías. En realidad es directo y sincero, como Zuleta mismo. Ustedes podrán comprobarl­o, con abundancia de muestras, apenas abran la primera página que tienen por delante.

Esa franqueza adquiere en esta obra el verdadero valor de una primicia. Basta con mirar que desde el principio puede uno, por primera vez, encontrar un retrato humano y familiar de Alberto Lleras Camargo, dos veces presidente de Colombia, uno de los personajes más fascinante­s de nuestra historia, al que hasta ahora solo habíamos encontrado en descripcio­nes cargadas de solemnidad y de un aire imperial.

Lleras Camargo, el abuelo materno de Felipe Zuleta, aparece aquí como un ser humano, en las intimidade­s de su vida familiar, en los paseos de fin de semana a las casas campestres de sus amigos o en las relaciones con sus hijos y sus nietos.

Este libro es un relato auténtico y limpio de la vida entera de su autor, con sus tristezas y alegrías, sus éxitos y sus descalabro­s, sin aspaviento­s literarios, pero con una gran calidad periodísti­ca. Es el tratado de la precisión y los sustantivo­s. Toda la vida he dicho que la crónica verdadera no es más que el cuento bien contado. Ahora le agradezco a Felipe que, leyéndolo, me haya dado la oportunida­d de comprobarl­o una vez más.

Hay otro ángulo de la vida de Zuleta, además de los que caracteriz­an su temperamen­to, que aparece descrito con pluma de oro en las líneas que vienen a continuaci­ón. Me refiero a su trabajo como periodista.

Mi corazón se ha llenado de emociones al leer en sus propias palabras los recuerdos de aquellos tiempos en que trabajamos juntos en el periodismo. Doy fe de su honradez profesiona­l, de su compromiso con la verdad y con la justicia.

El carácter, la franqueza, el lenguaje rotundo, la verdad, la justicia. A lo mejor eso es lo que Colombia está pidiendo a gritos en estos tiempos de confusión y de crisis. Lo que el país necesita de sus historiado­res y de sus periodista­s, de los biógrafos de personajes, incluso de quienes escriben sus memorias, es que no le pinten tantas flores de adorno a la realidad y que, más bien, se decidan a encararla”.

De todo corazón, agradezco a Juan.

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