¿Qué estamos esperando?
En la educación, el área más importante, se ha trabajado durante décadas con técnicas obsoletas, cuyos malos resultados han sido demostrados.
Produce envidia ver cómo en otros campos de la actividad humana se actualizan permanentemente los conocimientos y métodos de trabajo, mientras en la educación, el área más importante de todas, se ha trabajado durante décadas con técnicas obsoletas, cuyos malos resultados han quedado demostrados hasta la saciedad. En vista de que las autoridades educativas ni siquiera mencionan en sus discursos la actualización de las metodologías de enseñanza, queda bajo la responsabilidad de las directivas de los colegios orientar a los docentes para que apliquen los conocimientos modernos sobre la conducta y el aprendizaje en los modelos de trabajo en el aula.
Pero lo primero es la actitud de las directivas escolares frente al proceso educativo. Hay unanimidad en considerar, al menos de dientes para afuera, que, por ser la base del proceso, la mayor atención se debe dar al preescolar.
Sin embargo, en más de cuarenta años de trabajo en la sección preescolar de algunos de los más prestigiosos colegios, he podido comprobar que los rectores no asisten a las reuniones de coordinación de esta sección, aunque siempre se les invite, mientras a las de bachillerato van algunas veces. Esta actitud no existe solo en los colegios, ya que en el Ministerio, las secretarías, las universidades y la opinión pública se supone que el bachillerato, y sobre todo los grados superiores, son lo más importante, mientras en los grados preescolares basta con cuidar a los niños, sin importar mucho la calidad de los métodos de enseñanza, y que esto es suficiente para que después todo salga bien.
Pues la realidad es que las cosas no están saliendo bien, sino todo lo contrario, en nuestro sistema educativo. Aunque cerremos los ojos, nuestros estudiantes obtienen uno de los puntajes más bajos al compararlos con los demás países. Ante esta realidad, lo primero es mejorar los métodos en el preescolar, pues ningún edificio queda bien construido si sus bases son de mala calidad. Hay que tener claro que contamos con suficiente información sobre la conducta y el aprendizaje, terrenos en los que trabajan todos los días los profesores, y esa información la podemos aplicar en modelos concretos de trabajo en el aula, lo cual no exige mayores esfuerzos y lo que hace falta es la voluntad de hacerlo.
Ahora bien, el corazón de la educación preescolar es el aprendizaje del lenguaje escrito y este aprendizaje es la columna vertebral del proceso educativo, ya que de él depende la capacidad de los estudiantes para manejar información, tanto en la dimensión de asimilación de información —lectura— como en la de producción de información —escritura—. Espero se me excuse el atrevimiento de afirmar que en las aulas preescolares de los colegios, incluidos los mejores, se hace, con pocas excepciones, un trabajo de muy mala calidad en la enseñanza de la lectoescritura. El enfoque sigue siendo fonético, o global a la antigua usanza; es decir, una enseñanza que no está dirigida a la significación. El enfoque moderno exige poner en primer plano la significación y en segundo lugar las memorizaciones. A esto se añaden dos graves problemas que afectan la enseñanza de la lectoescritura: quienes enseñan a los niños a leer y escribir no son lectores ni escritores habituales y es difícil cultivar en otros las habilidades que uno no tiene. Además, no tienen prácticamente conocimiento de los procesos de la conducta y el aprendizaje, que son básicos en su trabajo. Mientras las docentes de preescolar trabajen a ciegas, en terrenos que desconocen casi por completo, será imposible tener una enseñanza inicial de la lectoescritura de alta calidad.
Por eso urge crear un sistema de capacitación de las profesoras del grado transición, utilizando la tecnología disponible. Directivas escolares y docentes pueden solicitar información sobre el método natural constructivista para la enseñanza inicial de la lectoescritura, probado desde 1986 en varios de los colegios más importantes de Bogotá, el cual se aplica desde hace más de veinte años en el colegio Agustiniano Tagaste (antiguo Agustiniano de San Nicolás) con resultados superiores. No hay disculpa para seguir quedándonos con buenas intenciones y simples declaraciones. Si quisiéramos, podríamos dar ya el primer paso.