En defensa del derecho a la moderación
EL DISCURSO POLÍTICO COLOMbiano está secuestrado por los radicalismos. A pesar de que en vísperas de la primera vuelta para las presidenciales hay siete candidatos que se ubican a lo largo del espectro ideológico, los discursos que más se escuchan invitan a pensar que si no se está con una postura en los extremos , se está siendo cómplice de las peores atrocidades que han ocurrido en Colombia. No ayuda que todos los sectores políticos hayan contribuido a sembrar dudas sobre la legitimidad de las elecciones legislativas del 13 de marzo. Entre tanto grito de “fraude” y extremismos, ¿dónde queda la Colombia que celebra la moderación y entiende que todos los problemas, en un país tan dividido, requieren consensos amplios producto del diálogo?
Basta con ver la conformación del Congreso de la República que se posesionará el próximo 20 de julio. Por primera vez en décadas, tendremos un órgano legislativo variado, sin mayorías claras y con todo el espectro político bien representado. Más allá del simple binarismo entre izquierda y derecha, vimos que los colombianos apoyaron a una diversidad de proyectos políticos, lo cual invita a creer que la mayoría de las personas no quiere comulgar solo con los extremos. Los líderes políticos que pretenden gobernar el país deberían prestar atención a ese deseo de moderación.
En el debate público colombiano hay una satanización del “centro político”, acusado de ser “tibio” y de no tomar partido. Esto se utiliza, claro está, para atacar a un sector político particular. El problema es que en medio del ruido los millones de colombianos que no necesariamente prefieren esa opción política, pero que sí consideran necesario plantear acuerdos amplios, son silenciados. También son estigmatizados. Defender la democracia liberal, los derechos humanos, los diálogos entre diferentes, los cambios constructivos, los debates políticos sin señalamientos no es neutralidad ni complacencia; se trata de una visión de país que le apuesta a la paz y a entablar puentes que ayuden a que el país progrese.
Dirán que este editorial es un apoyo velado a un candidato, pero ese no es el propósito de estas líneas. De hecho, nuestro interés es hacer un llamado a todos los políticos en campaña, en especial a aquellos que más posibilidades tienen de llegar a la Casa de Nariño. La retórica que emplean para llegar al poder hace muy difícil gobernar un país dividido. Si la promesa es ser presidente de todos los colombianos, entender la moderación como un mecanismo de construcción colectivo se convierte en una herramienta esencial. Los discursos de “salvar a Colombia” sirven para el populismo, pero estigmatizan y aíslan a sectores enteros de la población.
Así como respetamos a quienes piensan que en los extremos encuentran refugio sus ideas, defendemos el derecho del votante moderado, que vemos como mayoría, a no sumarse a ellos casi como una exigencia irrenunciable, en medio de un debate político que se ha degradado y adoptado tonos apocalípticos. La realidad es mucho más compleja de lo que dicen los eslóganes de campaña: merecemos propuestas y candidatos que hagan un esfuerzo por unir, no por someter ni aplastar a los otros. En estos dos meses de alta tensión que viviremos, es razonable querer más que alternativas inamovibles en los extremos.
‘‘¿Dónde
queda la Colombia que celebra la moderación y entiende que todos los problemas, en un país tan dividido, requieren consensos amplios producto del diálogo?”.