¿Tercera guerra mundial?
eso el Gobierno es el causante de esta asfixiante polarización en la que Duque y su cuadrilla están dejando sumido al país.
Sorprende que interrogado Palacios en una entrevista radial no fuera capaz de responder. Los oyentes debieron quedarse con la sensación de que el funcionario no lo sabía, pero tengo el pálpito de que sí está enterado, solo que en este cuatrienio hay cosas de las que es mejor no hablar.
En efecto, el actual registrador fue hijo de un sofisticado mecanismo de selección que empezó por un examen de conocimientos en el que Vega no ocupó el primer lugar. Luego de esto vino una entrevista con los presidentes de la Corte Constitucional, Gloria Ortiz; la Corte Suprema, Álvaro García, y el Consejo de Estado, Lucy Jeannette Bermúdez, esta última en uso de buen retiro por vencimiento de su período, pero influyente asesora del presidente del Senado. En ese reportaje Vega trituró a sus contrincantes y obtuvo gran puntaje. Nada de eso sería extraño si no fuera porque Vega, como representante de la ONG Transparencia Electoral, se hizo acompañar a México y Washington de las doctoras Ortiz y Bermúdez a unos encuentros académicos, oportunidad que no tuvieron sus competidores. ¿Quién pagó todo esto?
Ese complejo sistema de selección no se limitó a ungir a Vega, fue apenas el inicio de un intercambio de favores que pasó por el intento fallido de nombrar como magistrado en el Consejo de Estado a quien hoy despacha desde una delegada en la Procuraduría, seguramente alimentando su vieja ilusión de convertirse en togado de la jurisdicción contencioso-administrativa.
Es la sórdida herencia del cartel de la toga, recientemente reforzado con varios alfiles cercanos a la otrora magistrada Ruth Marina Díaz que hoy deambulan en los pasillos del Palacio de Justicia.
La consecuencia obligada de este enredo armado bajo el reinado del registrador debería ser su renuncia. Pero no, estamos hablando de Vega.
Adenda. Francia Márquez no fue prudente en sus primeras declaraciones, pero francamente se ve desproporcionado e inusual que el expresidente Gaviria haya armado semejante berrinche solo porque le dijeron neoliberal y que “es más de lo mismo”. Antes lo han tratado igual un millón de veces sin que se molestara. Sonó a coartada.
EL PROBLEMA DE FONDO ES LA contradicción entre un orden jurídico de Estados soberanos y una geopolítica de imperios o esferas de influencia.
El problema comienza en realidad por la idea del Estado nacional o el supuesto de que cada “nación” tiene el derecho a tener su propio Estado. Esta fue la base de los nacionalismos que desembocaron en los grandes Estados de Europa Occidental (Francia, Alemania, Italia…).
Esta también fue la intención del Tratado de Versalles, que después de la I Guerra Mundial recompuso la geografía de Europa y Medio Oriente sobre la base de “a cada nación, su Estado” … y se encontró con muchas más naciones de las que pudo acomodar en el sistema de Estados. De aquí saldrían naciones sin Estado (kurdos, gitanos…), Estados multinacionales (Yugoslavia, Checoslovaquia…), Estados y fronteras inventadas (Jordán, Irak, Bielorrusia…), genocidios (como el de los armenios en Turquía) y guerras recurrentes en los Balcanes y en el Medio Oriente (incluyendo el conflicto árabe-israelí y las peleas entre suníes y chiitas que siguen).
Los ucranianos son una “nación” en el sentido de tener su propio idioma y una historia, una memoria o, para ser precisos, una mitología que los hace sentirse una nación. Esa nación, sin embargo, ha convivido y se ha mezclado con vecinos y rivales durante más de mil años, a veces anexada, otras veces como Estado independiente cuyas fronteras cambiaban con frecuencia. Por eso en la actual Ucrania viven muchos rusos, por eso el ingrediente de “guerra civil” que vimos en Crimea y estamos viendo en las “repúblicas independientes” de Donetsk y Lugansk.
Pero esa guerra civil es sobre todo un pretexto para la invasión de un Estado soberano por parte de un gran poder que pretende defender o mantener su esfera de influencia. Ucrania recuperó su soberanía en 1991, pero desde 1917 había sido parte de la Unión Soviética. Los Estados Unidos y sus socios aprovecharon la debacle de la URSS para arrinconar a su adversario de siglos, con la adición sucesiva de diez países en la esfera de Rusia a la Unión Europea y, sobre todo, a la OTAN. Ucrania y Occidente estaban coqueteando con la idea de incluirla en la OTAN… y entonces Putin decidió invadirla. Esta invasión tiene tres complicaciones: -Que el invasor tiene armas nucleares. Cualquier ataque o incidente en un país miembro de la OTAN implicaría la guerra entre Rusia y los 30 países que forman esta organización; de aquí la prudencia obligada y la respuesta entre dura y tibia de Occidente, enredado además por sus nexos comerciales con Moscú.
-Que otras potencias tienen reclamos nacionales tan o más solidos y peligrosos que Rusia; es el fantasma de China frente a Hong Kong y Taiwán. Una oleada de guerras para volver a barajar las fronteras que incendiaría el planeta.
- Que la geopolítica real es esa, que nadie puede tirar la primera piedra. Estados Unidos nos llevó al borde de la guerra nuclear por los misiles en Cuba; Occidente aprovechó la guerra civil en Yugoslavia para reconocer al “Estado independiente” de Kosovo y bombardear a Serbia…
Por eso el orden y la paz del mundo dependen de aferrarse a este otro mito: los Estados que hoy existen son países igualmente soberanos y con fronteras que no pueden violarse bajo ninguna circunstancia o pretexto.