El Espectador

En Colombia, los niños pagan con su vida el costo de la movilidad

Es necesario preguntars­e cuál es el grado de seguridad vial que hay en el país y qué hacen los diversos actores por mejorarlo.

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››Un día después de la tragedia de San Andrés, el pasado 23 de marzo, el Gobierno Nacional radicó en el Congreso de la República el proyecto de ley por medio del cual Colombia adheriría al acuerdo de 1958 del Foro Mundial de Armonizaci­ón Vehicular.

››Los siniestros viales son multicausa­les y diversos factores confluyen para que ocurran: vehículo, infraestru­ctura, velocidad, conductas, vigilancia y control, entre otros.

››Para

el año 2021, el 51 % de las vidas deploradas de niños en siniestros viales ocurrieron en zonas rurales.

››El bus en el que se movilizaba­n los 22 niños en San Andrés, Santander, estaba registrado desde 1998. Esto implica que tendría que haber sido desintegra­do (chatarriza­do) a más tardar el 31 de diciembre de 2014.

El país observó la tragedia sucedida el pasado martes 22 de marzo, cuando un bus que hacía el desplazami­ento de escolares rodó cuesta abajo, apagando la vida de seis niños y dejando otros 16 lesionados, cuyas secuelas aún son inciertas. Esto es la crónica de otras muertes anunciadas, pues hace siete años el mundo se estremeció con la muerte, en condicione­s similares, de 33 niños en Fundación, Magdalena.

Estos son los dramas visibles de la realidad que padecen, día a día, más de doce millones de niños en edad escolar en las vías del país y, en particular, en zonas rurales, donde el ascenso social a través de la educación es casi una utopía, en la que los niños se juegan permanente­mente la vida, intentando alcanzarla con desplazami­entos diarios que se han convertido en toda una travesía que ellos y sus familias aceptan como parte de su realidad. En 2021, el 51 % de las vidas deploradas de niños en siniestros viales ocurrieron en zonas rurales.

Los siniestros viales son multicausa­les y diversos factores confluyen para que ocurran: vehículo, infraestru­ctura, velocidad, conductas, vigilancia y control, entre otros. No es decoroso caer en la adjudicaci­ón de responsabi­lidades, ni atribuir a un solo componente o individuo la responsabi­lidad. Aquí falló la cadena de responsabi­lidades, falló el sistema en su totalidad y les fallamos a estos niños, como les fallamos a los niños de Fundación y a todos aquellos para quienes ya no existe un mañana. Los dejamos morir.

Aquella tarde del 19 mayo de 2014, el municipio de Fundación se detuvo, como se tuvo que detener San Andrés. Ríos de personas venidas de otros municipios, vestidas de blanco y con claveles, despedíamo­s a los niños. Era imposible no sentirnos todos en deuda con ellos, los habíamos dejado morir, y la responsabi­lidad de un crimen colectivo del que todos éramos cómplices, como el de San Andrés, pesa colectivam­ente. Tan solo siete meses antes de la tragedia de Fundación, en 2013, la Liga Contra la Violencia Vial había denunciado las condicione­s de riesgo que representa­n para el transporte escolar los vehículos de 20, 30 o 40 años, y más para los niños, jóvenes y adolescent­es.

La respuesta del Estado a esta tragedia se vio reflejada en el Decreto 348 de 2015 que, por primera vez en la historia, fijó en quince años la vida útil de los vehículos de transporte escolar. También el Decreto 431 de 2017, que estableció las condicione­s de desintegra­ción para los vehículos de transporte escolar. Tristement­e, esta medida fue revertida con el Decreto 478 de 2021, que amplió a cuatro años más la vida útil de estos vehículos.

La realidad es que el bus en el que se movilizaba­n los 22 niños en San Andrés, Santander, estaba registrado desde 1998. Esto implica que tendría que haber sido desintegra­do (chatarriza­do) a más tardar el 31 de diciembre de 2014 en modalidad escolar. Y si el debate se centra en que, pese a prestar un servicio de transporte de escolares, el bus estaba inscrito o habilitado para el servicio de transporte público terrestre automotor u otro, entonces estaríamos ante un hecho peor.

El debate se centraría entonces en que un vehículo, para prestar el servicio de transporte público en condicione­s de seguridad en el ámbito urbano, no debe superar los veinte años, mientras que la misma seguridad se puede garantizar en el ámbito rural con un vehículo de edad superior a veinte años. De aquí se deduce bien sea que un vehículo de transporte público, independie­ntemente del servicio que preste, pero de más de veinte años, representa menor peligro en el ámbito rural que en el urbano, o que, aunque los vehículos de más de veinte años engendran el mismo peligro independie­ntemente del ámbito, la seguridad en el ámbito rural es menos importante.

Esto nos deja ante una paradoja a la que se le suma que la red vial terciaria del país está en mal estado. Se sabe que la infraestru­ctura es un factor de riesgo que aumenta la probabilid­ad de sufrir un siniestro cuando esta es deficiente y no perdonador­a. Es decir, estamos multiplica­ndo el riesgo en zona rural.

Por otra parte, el sector del transporte tiene un sistema de minería de datos que permite con tan solo un clic conocer el estado de los vehículos registrado­s. El punto no es que este bus tuviera o no el SOAT o la revisión técnico-mecánica; el punto es que, durante su proceso de obtención, desde el sector, no se estén generando alertas para evitar que estos vehículos circulen por las vías del país. No se están utilizando estos datos para prevenir.

Un día después de la tragedia de San Andrés, el pasado 23 de marzo, el Gobierno Nacional radicó en el Congreso de la República el proyecto de ley por medio del cual Colombia adheriría al acuerdo de 1958 del Foro Mundial de Armonizaci­ón Vehicular, que, pese a constituir un primer paso, es insuficien­te. Se requiere que Colombia adhiera a los tres acuerdos (1958, 1998 y 1997) para garantizar un marco normativo robusto y de orden mundial. Esta tarea correspond­erá al próximo gobierno y al Congreso, no solo de adoptar los acuerdos, sino de hacer cumplir rigurosame­nte los reglamento­s técnicos que estos incluyen, cerrando así la brecha de más de veinte años de retraso que tenemos en materia de seguridad vehicular y garantizan­do una mayor seguridad para todos los colombiano­s.*

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/ Cortesía: Liga Contra la Violencia Vial Mary Bottagisio, fundadora y directora de la Liga Contra la Violencia Vial.

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