El Espectador

Ecos de la guerra económica

- MARC HOFSTETTER @mahofste

Rusia había acumulado al cierre de 2021 más de US$600.000 millones en reservas internacio­nales. Esa cifra era cuatro veces más alta que toda su deuda externa de corto plazo y le alcanzaría para pagar dos años completos de sus importacio­nes usuales.

Según cálculos del FMI, que construye unos indicadore­s sobre el nivel adecuado de reservas internacio­nales coherentes con las caracterís­ticas de cada país, Rusia lideraba ese ranquin mundial, duplicando la cifra que el propio FMI estima como adecuada. De hecho, en los 20 años que lleva esa institució­n calculando el indicador, el último registro ruso previo a la guerra es el más alto entre todos los países y años para los cuales hay datos.

El crecimient­o en dicho indicador ruso comenzó en 2014, el año de la anexión de Crimea por parte de Rusia. A la luz de los acontecimi­entos recientes, parece claro que los rusos venían apertrechá­ndose de moneda extranjera para lidiar con los tiempos de la nueva guerra y poder seguir, una vez iniciada, pagando los bienes, servicios e insumos que su economía adquiría en el resto del mundo.

Pero las reservas internacio­nales no están guardadas en unas bodegas en los Bancos Centrales de cada país, sino que están invertidas en título transados en los principale­s centros financiero­s internacio­nales.

La fuerte reacción de buena parte del mundo contra la invasión rusa de Ucrania incluyó el congelamie­nto de los activos rusos invertidos en el exterior en todos los países que se sumaron a las sanciones. Los rusos que estaban tan bien apertrecha­dos de moneda extranjera se encontraro­n con que buena parte de esa munición quedó, por lo pronto, decomisada. Esa fortaleza, esa exuberante provisión, terminó convertida en una vulnerabil­idad.

Esta no es una simple anécdota del campo de batalla económico que se libra por fuera de las fronteras ucranianas. El congelamie­nto de las reservas internacio­nales desatará una repensada de muchos países sobre su marco de funcionami­ento monetario.

En el mundo emergente, tener un colchón robusto y bien invertido de reservas internacio­nales se había vuelto una condición necesaria para señalar a los mercados foráneos la fortaleza de la economía local. Pero si en escenarios de conflicto esas reservas las pueden congelar terceros que toman partido en este, resultará convenient­e incorporar esa dimensión a lo hora de estimar los montos adecuados de reservas y las monedas en que están invertidas.

Por un lado, el temor a una confiscaci­ón puede hacer óptimo que los países reduzcan su exposición a ese riesgo reduciendo la bolsa de recursos en moneda extranjera. También puede implicar un reacomodo a través de distintas divisas: por ejemplo, gobiernos con líneas ideológica­s opuestas a “Occidente” podrían empezar a migrar sus reservas hacia el yuan chino.

La reducción en los montos y el redireccio­namiento de las divisas a orillas financiera­s que prometan afinidad ideológica tendrán implicacio­nes importante­s sobre la arquitectu­ra financiera. De paso, habremos de repensar alternativ­as a esos muros de contención, esas señales de fortaleza que solíamos enviar vía robustos colchones de reservas internacio­nales.

 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Colombia