Earendel, la estrella más lejana hasta ahora conocida
En 2020 la cifra subió en casi todos los grupos de edad en Colombia, pero lo que más inquieta es el incremento de muertes por esta circunstancia en personas entre 25 y 39 años.
Como parte de nuestros análisis en Colev sobre las consecuencias de la pandemia, hemos venido estudiando las estadísticas vitales que el DANE ha venido reportando sobre lo ocurrido en Colombia en 2020. Hace unos meses vimos y analizamos un aumento preocupante en los nacimientos entre las niñas menores de 14 años. Hoy nos concentraremos en el incremento de muertes por infarto, en particular en personas entre 25 y 39 años.
El informe muestra que durante 2020, en Colombia, el número de muertes por infarto se incrementó en 18 %. Mientras en 2019 murieron 39.179 personas por estas circunstancias, en 2020 la cifra pasó a 46.349. Estos datos son llamativos al revisar los históricos y compararlos, pues si bien entre 2017 y 2018 el aumento fue del 4,1%, entre 2018 y 2019 hubo una leve disminución del 2,5 % en las muertes por esta causa. Vale la pena aclarar que el infarto ha sido la primera causa de mortalidad en el país desde hace más de una década.
En 2020 la cifra aumentó en casi todos los grupos de edad, pero lo que más inquieta es el incremento de muertes por esta circunstancia en personas entre 25 y 39 años. Los datos son contundentes, pues en lo corrido de 2019 se reportaron 70 muertes por infarto en personas entre 25 a 29 años y en 2020 se registraron 90, lo que significa un aumento del 28 %. Para el grupo de 35 a 39 años, el registro pasó de 184 muertes en 2019 a 259 en 2020, lo que representa un incremento del 40 %. Además, es particular y preocupante que no sabemos con certeza las causas de este cambio.
En estos dos años de pandemia gran parte de la atención y esfuerzos en los servicios de salud estuvieron focalizados en enfrentar el covid-19 y sus complicaciones. El aislamiento social obligatorio, las restricciones en la movilidad y el temor en la población ante el posible riesgo de contagio en instituciones de salud limitaron la atención médica. Muchas personas dejaron de asistir a sus controles de rutina o consultaron tardíamente a los servicios de urgencias, y esto pudo aumentar el riesgo de complicaciones para las personas con enfermedades crónicas, como las cardiovasculares, que incluyen tensión alta, insuficiencia cardíaca y enfermedad coronaria (taponamiento de las arterias del corazón). Es probable que esta falta de seguimiento y tratamiento, sumado a posibles limitaciones para acceder a procedimientos como cateterismos, sean uno de los factores que han causado el incremento.
Otra posible explicación puede estar relacionada con las manifestaciones de covid-19 en el corazón. Algunas investigaciones sobre pacientes con este virus han evidenciado la presencia de coágulos que pueden obstruir la circulación en las arterias del corazón, lo que podría llevar a un infarto. Entonces queda la duda: ¿fueron esas muertes ocasionadas por las causas que ya conocemos (placas de grasa en los vasos del corazón) o casos de covid-19 no diagnosticados? Con la información que tenemos disponible para el país, no podemos tener certeza de que esta haya sido una de las causas, pero tampoco se puede descartar.
Lo cierto es que nos enfrentamos a un fenómeno complejo, con muchos retos de cara a las consecuencias de la pandemia. Sobre todo, es fundamental hacer un llamado para que, en medio de situaciones críticas de salud pública, se proporcionen los medios suficientes para la adecuada atención en salud y bienestar de la población.
De igual forma, es vital que se prendan las alarmas sobre el estado de salud de la población entre 20 y 39 años, y alertar sobre la posibilidad de tener un infarto, así como de las manifestaciones cardíacas que puede presentar una persona con covid-19. El manejo de las enfermedades cardiovasculares debe ser oportuno y prioritario, de tal forma que se pueda garantizar la realización de valoraciones médicas, exámenes y procedimientos para disminuir el riesgo de muerte.
Desde hace más de tres décadas el telescopio espacial Hubble, de la NASA, se ha encargado de explorar el universo, analizar su expansión, la formación de los planetas del sistema solar y la existencia de exoplanetas.
Entre los hallazgos del Hubble resalta la estrella Earendel, uno de sus más recientes descubrimientos y que podría tratarse de la estrella más lejana de la que hasta ahora se tiene conocimiento, a 12.900 millones de años luz de la Tierra.
Brian Welch, uno de los autores del descubrimiento publicado hoy en la revista Nature, señaló en un comunicado de la NASA, que “normalmente, a estas distancias, las galaxias enteras se ven manchas pequeñas, donde se mezcla la luz de millones de estrellas”. Pero, añadió el astrónomo, “la galaxia que alberga esta estrella ha sido ampliada y distorsionada por lentes gravitacionales en una larga media luna que llamamos el Arco del Amanecer”.
La estrella ya no está, pero el telescopio halló parte de su luz. Earendel existió casi mil millones de años después del Big Bang, es decir, cuando el 7 % del universo se había formado. La estrella habría tenido una “masa superior a 50 veces la masa del Sol”, según afirmaron los autores del descubrimiento. Su nombre significa “estrella de la mañana” en inglés antiguo y podría estar relacionado con el poema El viaje de Earendel, la estrella vespertina, escrito por J.
R. R. Tolkien en 1914.
Entonces, ¿por qué es importante este descubrimiento? El astrofísico colombiano Juan Diego Soler explica que “las estrellas, en general, son objetos tenues comparados con los grupos de estrellas, como la Vía Láctea o Andrómeda, pero la luz de Earendel ha sido distorsionada y magnificada por la materia en el camino de su brillo hasta la Tierra”.
Este hallazgo, dice Soler, es una observación emocionante por la dificultad que implica entender el complicado patrón de arcos producido por un lente gravitacional y determinar que efectivamente es una estrella que existe apenas 900 millones de años después del Big Bang.
“Nunca habíamos visto una estrella como esta, pero no es una sorpresa que exista en esa época, que es justo cuando comenzaron a formarse las primeras estrellas”, añade el astrofísico, quien ahora trabaja en el Istituto Nazionale di Astrofisica (INAF), en Roma.
Andrea Guzmán, estudiante de doctorado en astrofísica, señaló en su cuenta de Twitter que el descubrimiento “abre una ventana para estudiar la formación estelar en una etapa muy temprana”. Para la astrofísica, la composición de la estrella genera interés para los astrónomos, porque “se formó antes de que el universo se llenara con los elementos pesados producidos por sucesivas generaciones de estrellas masivas”.