Placentofagia
SE SUPONE QUE LA PLACENTOFAGIA “puede prevenir la depresión posparto; reducir el sangrado posparto; mejorar el estado de ánimo, la energía y el suministro de leche; y proporcionan micronutrientes importantes, como el hierro”. Es una de las tendencias crecientes para las madres contemporáneas, pero mucha de esta información es incorrecta y los resultados de la placentofagia pueden ser muy peligrosos.
La placentofagia se presenta como una práctica “natural y milenaria”, pero la historiadora Daniela Blei en un artículo para NPR cuenta que en realidad no hay registros de que alguna cultura haya practicado la placentofagia: “Sabine Wilms [...] escudriñó textos chinos clásicos sobre ginecología y parto, me dijo que «no hay ninguna prueba escrita de que una mujer consuma su propia placenta después del parto como práctica tradicional en China»”. Blei añade: “Más allá de la enciclopedia de Li de 400 años de antigüedad, es casi imposible encontrar evidencia de que se haya comido placenta después del parto en el registro histórico”. Blei encuentra que la más antigua evidencia registrada de la placentofagia está en una edición de 1972 de la revista Rolling Stone.
Entonces, Blei consulta al antropólogo Daniel Benyshek, quien “sugiere que las razones por las que los humanos han evitado la placentofagia no son solo culturales o simbólicas, sino adaptativas: «que hay algo peligroso al respecto, o al menos lo ha habido en nuestra historia evolutiva»”. Esto tiene mucho sentido. La placenta es carne cruda untada de mierda. Primero, no hay evidencia científica de que comer la placenta proporcione beneficios para la salud. Por otro lado, “estudios han descubierto que incluso cuando la placenta se cocina el tiempo suficiente para eliminar virus o bacterias, los metales pesados y las hormonas se pueden acumular en la placenta, y el calor no tendría ningún efecto sobre esos compuestos”. Al principio de la moda, se cocinaba o asaba la placenta, o se tomaba en licuados con frutas. Todas estas preparaciones tienen el gran problema de que la carne humana no es especialmente apetitosa. El canibalismo es un bocado difícil de tragar. Pero estamos en el siglo XXI y ahora podemos tener la placenta en presentaciones que ayudan a disimular la carne humana. “Las mujeres ya no deben procesar su propia placenta ni someterse a su supuesto sabor a despojos. Cualquier persona con acceso a un deshidratador, suministros básicos y videos de capacitación en línea puede preparar píldoras de placenta en porciones ordenadas que se asemejan a las vitaminas”. Pero la Clínica Mayo advierte enfáticamente sobre los peligros de esta práctica: “La preparación de placenta más común, la creación de una cápsula, se hace al vapor y deshidratando la placenta o procesando la placenta cruda. También se sabe que las personas comen la placenta cruda, cocida o en batidos o extractos líquidos. Estos preparados no destruyen por completo las bacterias y los virus infecciosos que pueda contener la placenta. Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades emitieron una advertencia contra el uso de cápsulas de placenta debido a un caso en el que un recién nacido desarrolló estreptococos del grupo B (estreptococos del grupo B) después de que la madre tomó píldoras de placenta que contenían estreptococos del grupo B y amamantó a su recién nacido”.
Al igual que otras prácticas que se enmarcan como un retorno a lo místico y una resistencia al establecimiento médico, que se han puesto muy de moda entre madres de clase media y media alta, se habla de la placentofagia como una práctica excéntrica y curiosa pero no se advierte de sus peligros para la salud. Y es un tema urgente pues tiene todo el potencial para convertirse en un problema de salud pública.