Sobre la estigmatización (I)
No es la primera vez que prominentes figuras de la política nacional insultan, mienten y califican sin darse cuenta del daño que hacen. Un ejemplo reciente es el del trino del expresidente Uribe, donde señala de neocomunista y adoctrinador a un profesor en Chimú, Córdoba. Desde esa orilla política usan términos estigmatizantes de forma recurrente, sin que los medios se indignen con la misma intensidad y magnitud que con el candidato Petro, por ejemplo en su editorial de ayer. Y ojo, pues ambas expresiones merecen repudio. ¿Por qué es mayor reclamo a Petro que al expresidente?
Las formas de pedir rectificación son risibles e inútiles ante tuiteros, influencers o medios que tiran la piedra y esconden la mano al borrar una publicación que pueda rayar en lo penal, pero que cumple con su fin, que se resume en la frase: “Miente, miente, que algo quedará”.
Los medios masivos requieren altura. Sin embargo, eso se debe ganar, y pierden credibilidad al manejar un doble rasero: suave con unos, fuerte con otros. En Europa, los términos “fascista”, “nazi” y “comunista” son tomados muy en serio, a diferencia de aquí, donde parece que la historia no nos ha enseñado nada al respecto de esas ideologías.
La crítica al candidato Petro es justificada, pero al no profundizar en por qué a determinada persona, como el tuitero Ghitis, la “estigmatizan”, sin ver todo el contexto y la línea temporal de hechos, pecan de superficialidad o, mejor dicho, de mal periodismo.
Esta situación muestra la baja calidad y aptitud periodística de medios que se revuelven con la excelencia de otros medios como El Espectador, haciendo que el periodismo en general, y en Colombia en particular, vaya en declive. Los que más resaltan son pocos medios mediocres en su praxis, pero de gran difusión.
Bajo la libertad de expresión no se puede tolerar la mentira y desinformación repetitiva que algunos medios no son capaces o no quieren regular sobre lo que ellos producen, repitiendo determinada línea editorial que suele estar basada en tergiversar y manipular. Esto se convierte en libertinaje de expresión. La principal víctima en este caso es la verdad.