Carolina Jiménez
La última década ha estado marcada por grandes avances en la lucha por los derechos de las mujeres en América Latina. Sin embargo, a la par de dichos avances, también observamos con preocupación el trabajo constante de los grupos antiderechos y los retrocesos que se han visto en áreas como la participación política. Por eso considero que la llegada y permanencia de mujeres en puestos de liderazgo es más relevante que nunca. La representación importa, e importa mucho.
El liderazgo desde el feminismo busca ser incluyente, pues su fin último es la igualdad. Como bien sabemos, la creación de espacios inclusivos es vital para la democracia y para la construcción de paz. La historia nos ha enseñado que tanto mientras se negocia el fin de un conflicto como en la etapa posconflicto la inclusión de las mujeres es absolutamente necesaria para generar cambios sociales que se sostengan en el tiempo. Ninguna sociedad puede avanzar y hacer frente a las continuas desigualdades dejando de lado a los grupos “marginalizados”, y esto incluye a las mujeres. El mundo se enfrenta en estos momentos a tremendas desigualdades mientras continúan las secuelas de la pandemia. Un liderazgo feminista, que va contra el estilo de liderazgo dominante que privilegia el “statu quo” y que suele observarse en diferentes niveles de gobierno, pero también en el ámbito corporativo, entre otros, es necesario para crear el tipo de transformación social y política que necesitan nuestros países.
Pero poner a las mujeres en posiciones de liderazgo simplemente para marcar una casilla no logra nada. Las mujeres lideresas deben ser acogidas y aceptadas. Las organizaciones deben trabajar para crear una cultura de apertura y adaptabilidad. A nadie le sirve tener una mujer lideresa con ideas audaces si la oficina que supervisa y las personas que dirige no están dispuestas a escuchar y crecer. También hay que dar a las mujeres las herramientas y el espacio que necesitan para tener éxito. Con demasiada frecuencia, las mujeres lideresas son puestas en situaciones imposibles, con grandes expectativas y con poco o ningún espacio para concurrir a esas expectativas. Así que, aunque las mujeres lideresas están haciendo grandes avances, todavía hay mucho margen de mejora.
Por último, creo que es importante recalcar que no basta con que las mujeres asumamos posiciones de liderazgo. Las mujeres lideresas debemos ser acogidas, aceptadas e integradas en todos los espacios de poder con suficiente libertad para avanzar en nuestras agendas y visiones. En tal sentido, las organizaciones deben trabajar para crear una cultura de apertura y adaptabilidad en la cual se den o se construyan las herramientas y el espacio que necesitamos para tener éxito. Estamos siendo testigos de grandes avances, pero aún queda mucho camino que recorrer.