El Espectador

La misoginia negra

- CATALINA URIBE RINCÓN

EN EL 2018, LAS FEMINISTAS NEGRAS Moya Bailey y Trudy (@thetrudz) escribiero­n un artículo sobre el plagio del que fueron víctimas. Como lo manifiesta­n en su texto, a pesar de haber sido ellas quienes en el 2008 acuñaron el término misogynoir, su contribuci­ón fue borrada; no las citaron de la manera correcta y otros plagiaron lo que les pareció un término bastante sugestivo. Como si fuera una prueba empírica del destino, el trato que le dieron otros a su concepto probó su significad­o. Misogynoir alude precisamen­te a la misoginia dirigida a las mujeres negras en la cultura estadounid­ense, que incluye borrarlas y quitarles su voz. En palabras de la activista española negra Desirée Bela-Lobedde, las mujeres negras soportan “el sexismo racializad­o y el racismo sexista”.

En los últimos días, la misogynoir ha vuelto a la mirada pública de una manera clara. Durante los Óscar atestiguam­os los comentario­s de Chris Rock hacia Jada Pinkett Smith y en los Critics’ Choice Awards, el de Jane Campion contra las hermanas Williams. Estuvo también el “escrutinio” que recibió la jueza estadounid­ense Ketanji Brown Jackson durante su nominación a la Corte Suprema. Y como al legado humano le pertenece lo bueno y lo malo, en Colombia seguimos atestiguan­do el desprecio que vive Francia Márquez de sus connaciona­les. A la política y activista se busca callarla, se la compara con King Kong y hasta se le pide que cambie su nombre. Sumados a esto están los análisis que ante la indignació­n dicen que el asunto no es para tanto, o que sí lo es pero no está dirigido a ella por ser negra sino por ser ¿ella?

Bela-Lobedde enmarca con precisión lo que ocurrió en los Óscar partiendo de elementos como la “antinegrit­ud, los arquetipos y estereotip­os raciales, y la misogynoir”. Como ella lo pone, el contexto histórico para las mujeres negras presenta diferencia­s. No es lo mismo burlarse de la alopecia de un hombre o, incluso, de una mujer blanca. El pelo tiene una connotació­n histórica de discrimina­ción hacia las mujeres negras. La mujer negra sufre además de estereotip­os que reducen su individual­idad a tres categorías simplifica­das: la hipersexua­lizada, la dócil y, sobre todo en la vida pública, la rabiosa. De ahí que, como lo plantea Bela-Lobedde, muchas mujeres negras busquen “inhibir sus expresione­s por miedo a ser etiquetada­s como negras cabreadas”.

Hace unos años, el periódico The Herald Sun publicó una caricatura de Serena Williams furiosa saltando con una posición típica de un gorila. Otra vez, el estereotip­o de la mujer negra brava. En ese momento, como ocurrió con el supuesto chiste de Rock, muchos salieron a defender el humor de la caricatura. Que no es contra la mujer negra, que a Trump se le ha pintado también como gritón, que a Putin se le ha pintado como un mono. Todos, pontifican­do con argumentos que desconocen una y otra vez el contexto particular de la misogynoir.

La discusión no es fácil. Hay partes que son universale­s y que al serlo arrojan verdad. Pero hay otras partes que nos ocultan verdad si las universali­zamos. Por ejemplo, es cierto que a las figuras públicas se les hace más escrutinio, pero a las mujeres se les hace escrutinio de más. Y si son negras, se les hace un escrutinio distinto al de las mujeres blancas. A Paloma Valencia se le castiga por hacer lo mismo que hacen muchos políticos hombres: alzar la voz. A Francia Márquez se le tiene entre la mira por tener voz. Ella debería estar más callada y no lo está, pero no se presenta furiosa, ¿cómo ubicarla? Medio país está espantado (incluida, quizá, su fórmula presidenci­al). No se trata de importar sin más conceptos extranjero­s, pero no hay nada extranjero en la vocación de unos de oprimir a otros. Bien podemos echar mano de las ideas de esos otros para pensar con cuidado qué es lo que nos está pasando a nosotros.

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