La misoginia negra
EN EL 2018, LAS FEMINISTAS NEGRAS Moya Bailey y Trudy (@thetrudz) escribieron un artículo sobre el plagio del que fueron víctimas. Como lo manifiestan en su texto, a pesar de haber sido ellas quienes en el 2008 acuñaron el término misogynoir, su contribución fue borrada; no las citaron de la manera correcta y otros plagiaron lo que les pareció un término bastante sugestivo. Como si fuera una prueba empírica del destino, el trato que le dieron otros a su concepto probó su significado. Misogynoir alude precisamente a la misoginia dirigida a las mujeres negras en la cultura estadounidense, que incluye borrarlas y quitarles su voz. En palabras de la activista española negra Desirée Bela-Lobedde, las mujeres negras soportan “el sexismo racializado y el racismo sexista”.
En los últimos días, la misogynoir ha vuelto a la mirada pública de una manera clara. Durante los Óscar atestiguamos los comentarios de Chris Rock hacia Jada Pinkett Smith y en los Critics’ Choice Awards, el de Jane Campion contra las hermanas Williams. Estuvo también el “escrutinio” que recibió la jueza estadounidense Ketanji Brown Jackson durante su nominación a la Corte Suprema. Y como al legado humano le pertenece lo bueno y lo malo, en Colombia seguimos atestiguando el desprecio que vive Francia Márquez de sus connacionales. A la política y activista se busca callarla, se la compara con King Kong y hasta se le pide que cambie su nombre. Sumados a esto están los análisis que ante la indignación dicen que el asunto no es para tanto, o que sí lo es pero no está dirigido a ella por ser negra sino por ser ¿ella?
Bela-Lobedde enmarca con precisión lo que ocurrió en los Óscar partiendo de elementos como la “antinegritud, los arquetipos y estereotipos raciales, y la misogynoir”. Como ella lo pone, el contexto histórico para las mujeres negras presenta diferencias. No es lo mismo burlarse de la alopecia de un hombre o, incluso, de una mujer blanca. El pelo tiene una connotación histórica de discriminación hacia las mujeres negras. La mujer negra sufre además de estereotipos que reducen su individualidad a tres categorías simplificadas: la hipersexualizada, la dócil y, sobre todo en la vida pública, la rabiosa. De ahí que, como lo plantea Bela-Lobedde, muchas mujeres negras busquen “inhibir sus expresiones por miedo a ser etiquetadas como negras cabreadas”.
Hace unos años, el periódico The Herald Sun publicó una caricatura de Serena Williams furiosa saltando con una posición típica de un gorila. Otra vez, el estereotipo de la mujer negra brava. En ese momento, como ocurrió con el supuesto chiste de Rock, muchos salieron a defender el humor de la caricatura. Que no es contra la mujer negra, que a Trump se le ha pintado también como gritón, que a Putin se le ha pintado como un mono. Todos, pontificando con argumentos que desconocen una y otra vez el contexto particular de la misogynoir.
La discusión no es fácil. Hay partes que son universales y que al serlo arrojan verdad. Pero hay otras partes que nos ocultan verdad si las universalizamos. Por ejemplo, es cierto que a las figuras públicas se les hace más escrutinio, pero a las mujeres se les hace escrutinio de más. Y si son negras, se les hace un escrutinio distinto al de las mujeres blancas. A Paloma Valencia se le castiga por hacer lo mismo que hacen muchos políticos hombres: alzar la voz. A Francia Márquez se le tiene entre la mira por tener voz. Ella debería estar más callada y no lo está, pero no se presenta furiosa, ¿cómo ubicarla? Medio país está espantado (incluida, quizá, su fórmula presidencial). No se trata de importar sin más conceptos extranjeros, pero no hay nada extranjero en la vocación de unos de oprimir a otros. Bien podemos echar mano de las ideas de esos otros para pensar con cuidado qué es lo que nos está pasando a nosotros.