Rodrigo Lara Sánchez
¡QUÉ SORPRESA! VER REDIVIVO ESE nombre y ese rostro, que tanto dijeron para el país y para mi propia definición política en los años 80.
Pocas veces o nunca sucede que la definición fisonómica de un padre se refleje con tal exactitud en el hijo como en este caso impresionante de Rodrigo Lara Sánchez, el hijo, copia fotostática de Rodrigo Lara Bonilla, el padre, con cuya imagen ilustro esta nota y me resulta válida para ambos personajes.
Ya expresé en pasada columna el afecto que me inspiró Lara Bonilla, quien conformó el binomio del Nuevo Liberalismo con Luis Carlos Galán. Fui cercano a ellos, excusen lo protagónico, no tanto en lo personal, como en lo político. Viene a mi mente ahora la estampa de Lara en los pasillos del Hotel Nutibara, de Medellín, sudoroso y agitado, en un encuentro casual de gran simpatía.
Lara Sánchez, el hijo, es además homónimo de otro heredero del gran Lara y me refiero aquí a Rodrigo Lara Restrepo, un político de tiros largos —al viejo término cachaco— de carrera ya adelantada en gestión pública, como que ha sido jefe de colectividad, senador y presidente de corporación legislativa. Estos pormenores se entienden mejor en lenguaje hablado que si tratamos de relatarlos mediante un escrito, pues acaba uno enredado como quien organiza los homónimos Buendía, de Macondo.
El nuevo candidato a vicepresidente de la República escogido por Fico Gutiérrez, o sea, Rodrigo Lara Sánchez, comenzó a ser conocido públicamente como alcalde de Neiva, aunque reconocido en su ser particular como hombre meritorio, de superación personal, hecho médico respetabilísimo. Cómo negar que rivalizó con sus hermanos por padre y, según he leído, debió comprobar el ADN paterno mediante prueba de laboratorio como si no demostrara la evidente filiación su exterior fisonómico.
Que vio poco a su padre, ha dicho en entrevistas, pero no conozco ni trataré de interesarme en asuntos de referencia demasiado íntima o familiar. Lo reconozco como buen hijo de su padre y excelente nombramiento me ha parecido el suyo para la Vicepresidencia, por ser figura de provincia exaltada al mando nacional y un estupendo salto por encima de trajinados hombres públicos del país llamémoslo central.
Si se quería un cambio, he ahí a un hombre nuevo, de predecibles ejecutorias para una nación necesitada de renovación parcial. Pues no ha de cambiarse a todo el mundo, lo que equivaldría a dar un salto al vacío. Pero sí urge como nunca la presencia de figuras no contaminadas para el reto de salvar la democracia, las instituciones veneradas y la mejor memoria histórica. No la hechiza que se pretende para fabricar otro país bajo banderas ajenas. A este Lara Sánchez lo sentimos como un colombiano limpio, de estampa sencilla y noble, cuya exaltación al alto renombre del que viene está precisamente por hacer.