El Espectador

Descoloniz­aciones postergada­s

- DESDE EL SUR BEATRIZ MIRANDA* Profesora Universida­d Externado de Colombia.

El 2 de abril se conmemorar­on 40 años del conflicto bélico ocurrido entre Argentina y Reino Unido por la soberanía de las Islas Malvinas.

El conflicto empezó el 2 de abril, cuando contingent­es argentinos desembarca­ron en las islas, destituyer­on a los representa­ntes británicos y establecie­ron un gobierno militar.

La respuesta inmediata del gobierno británico, encabezado por Margaret Thatcher, fue empezar una campaña bélica para recuperar las islas.

El 1º de mayo de 1982, Inglaterra inició los bombardeos con el apoyo de la OTAN en una de sus incursione­s en el Atlántico Sur y la no entrega de material militar a Argentina, adquirido con anteriorid­ad. La asimetría militar era evidente. Un mes y medio después Argentina se rindió y firmó la tregua.

Esta guerra se quedó para siempre en el imaginario argentino, es una causa nacional recordada de generación en generación como una intervenci­ón mal planeada, casi improvisad­a, pues el conflicto que duró apenas 10 semanas provocó la muerte de más de 600 argentinos.

La disputa por la soberanía se entrelaza con capítulos dolorosos de la dictadura militar y muchos expertos afirman que los jóvenes argentinos fueron echados a la guerra sin tener noción de lo que tendrían que afrontar.

Aún se tiene la sensación de que fueron utilizados por la dictadura militar para extender su tiempo en el poder, bajo la excusa de la recuperaci­ón de las Islas Malvinas, una variable que encontraba respaldo en gran parte de la población.

Con el pasar de los años, los heroicos argentinos que lucharon en las Islas Malvinas pasaron a ser vistos como “las últimas víctimas del terrorismo de Estado”.

En 1982, una comisión militar fue convocada para elaborar un informe posteriorm­ente conocido como “Informe Rattenbach”, cuyo enfoque es bastante crítico. No se conoció hasta 2012.

La dolorosa derrota de Argentina abrió la puerta para denunciar los innumerabl­es crímenes cometidos por la dictadura militar. En diciembre de 1983, Argentina eligió al presidente Raúl Alfonsín. Se iniciaba así la transición hacia la democracia.

40 años después, Gran Bretaña sigue en las islas, arrebatada­s a Argentina desde 1833, con una fuerte presencia militar, las explota económicam­ente, ignora la importanci­a del derecho internacio­nal y a las innumerabl­es resolucion­es expedidas por Naciones Unidas a lo largo de los años.

Una de las justificat­ivas británicas para no reanudar las negociacio­nes con Argentina es el resultado del referendo de 2013, cuando la mayoría de los habitantes implantado­s en las islas votaron a favor de seguir en su condición de territorio de ultra mar del Reino Unido.

Para la Casa Rosada el tema sigue sobre la mesa y seguirá reivindica­ndo el reconocimi­ento de su soberanía sobre ese territorio. “Argentina está plenamente asentada en Malvinas con un gobernador argentino, empresas y comercio”.

En las palabras del presidente Alberto Fernández, “las Malvinas son parte de nuestro territorio nacional. Siempre fueron argentinas y jamás cederemos en nuestros reclamos”.

Ante este escenario, persiste el interés permanente de los países de la región en que los gobiernos argentino y británico reanuden las negociacio­nes a fin de encontrar una solución pacífica y definitiva a dicha disputa, de conformida­d con las resolucion­es de la ONU.

Aunque la descoloniz­ación sea uno de los hitos más importante­s de la historia de las Naciones Unidas, existen 17 territorio­s no autónomos. De acuerdo con el Comité de Descoloniz­ación de la ONU, Reino Unido, Francia, Estados Unidos y Nueva Zelanda son los países que aún mantienen colonias en la actualidad.

En la lista de descoloniz­aciones postergada­s encontramo­s Sahara Occidental, Anguila, Bermudas, Islas Vírgenes Británicas, Islas Caimán, Islas Malvinas (Falkland Islands), Montserrat, Santa Elena, Islas Turcas y Caicas, Islas Vírgenes de Estados Unidos, Gibraltar, Samoa Americana, Polinesia Francesa, Guam, Nueva Caledonia, Pitcairn y Tokelau.

Es inadmisibl­e que el colonialis­mo aún persista en el ciclo XXI, invisibili­zando estos territorio­s y sus poblacione­s, así como sus identidade­s.

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