El Espectador

El prejuicio está matando en Medellín

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SEIS PERSONAS GAIS HAN SIDO ASESInadas en los últimos tres meses en Medellín y es angustiant­e que parece existir un patrón para sus muertes, lo que lleva a pensar en crímenes por prejuicios. Igual de preocupant­e es que la Fiscalía ha oscilado entre la indiferenc­ia y los anuncios de acciones ineficient­es, mientras que el sistema judicial adolece de los mecanismos apropiados y la capacitaci­ón necesaria para aplicar el enfoque diferencia­l en casos que involucran a lesbianas, gais, bisexuales y trans (LGBT). El resultado es que la discrimina­ción como móvil particular de la violencia contra esta población no se analiza ni se utiliza en el procesamie­nto de los casos, lo que no permite ver la sistematic­idad de lo que ocurre ni adoptar acciones diferencia­das y oportunas.

Osvaldo Botero (45 años), Juan David López (31 años), Gustavo Arango Jaramillo (52 años), Sahmir Javier González (38 años), Juan Daniel Bedoya (30 años) y Hernán Macías (28 años) fueron encontrado­s muertos, en sus casas o en hoteles, con señales de golpes, de asfixia y en algunas ocasiones amarrados. Nos unimos al dolor de sus familias, sus parejas y sus amigos, así como a la voz del movimiento LGBT colombiano que, al unísono, ha rechazado lo ocurrido y exigido que las autoridade­s entiendan el problema a partir de su sistematic­idad.

Las pistas están ahí. Según los datos que Colombia Diversa viene recogiendo entre 2014 y 2020, se registraro­n 352 gais víctimas de homicidio. “Muchos de ellos”, dice la organizaci­ón, “encajan en el patrón de violencia por prejuicio, y es que son apuñalados en múltiples ocasiones o asesinados en sus viviendas por personas que instrument­alizaron su orientació­n sexual para atacarlos”. Por eso los casos que ocurren en Medellín traen los ecos de heridas todavía abiertas por la impunidad y la falta de voluntad de las autoridade­s por entender cómo el odio y el prejuicio son generadore­s de violencia.

Por ejemplo, hablando con El Espectador, Marcela Sánchez, directora de Colombia Diversa, recuerda el asesinato del activista Guillermo Garzón, quien fue encontrado en su vivienda atado y con signos de tortura. “En el caso de Guillermo”, señala Sánchez, “se descubrió que se trataba de una banda que se dedicaba a contactar a hombres gais, a los que llevaban a sus casas, los robaban y los terminaban asesinando. Esa fue la primera condena en la que un juez aplicó como motivante la discrimina­ción”.

De manera tardía, la Fiscalía expidió un comunicado refiriéndo­se a los casos. La Alcaldía de Medellín ya viene ofreciendo mayores recompensa­s por informació­n sobre los agresores y recordando que tiene líneas de atención especializ­adas para personas LGBT. Sin embargo, el problema de la desatenció­n es nacional: la Fiscalía no ha adoptado un protocolo de investigac­ión de casos de violencia motivada por prejuicio contra personas LGBT; los fiscales y los jueces de la República no han recibido suficiente entrenamie­nto ni desarrolla­do la sensibilid­ad necesaria para entender por qué es tan esencial el enfoque diferencia­l en estos casos, y lo mismo ocurre en Medicina Legal y en la Policía, que son los primeros en enfrentars­e a las escenas del crimen.

Que estas tragedias sean la ocasión de adoptar el protocolo mencionado, de volver a impulsar la conversaci­ón sobre la política pública LGBT, de mejorar la educación de los operadores judiciales y de todos los funcionari­os públicos, y de unirnos al rechazo vehemente a la violencia motivada en los prejuicios.

‘‘Las

autoridade­s no parecen preparadas para enfrentar la violencia contra personas LGBT”.

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