El Espectador

A vivir sabroso

- PATRICIA LARA SALIVE www.patriciala­rasalive.com, @patriciala­rasa

HOY ME ABURRÍ DE LAS MALAS NOticias: del fiscal general, que trastea fiscales al confín del país para incidir en los procesos; de las masacres y de las discusione­s sobre si estas fueron legítimas o ilegítimas, o si los muertos se podían matar o no; del negocio de los gases lacrimógen­os revelado por Cambio; de los chanchullo­s de todos los días, cuando lo único que cambia es el nombre de los chanchulle­ros. En fin, me aburrí de tanto negativism­o y decidí seguir a Francia Márquez, esa mujer de fuerza interior tan poderosa que tiene la brillante z de resumir su propuesta política con esta frase :# Vamos A Vivir Sabroso.

Pues sabroso decidí vivir. Así que hoy voy a hablarles de una tertulia llena de canciones, poesía y nostalgia que por invitación de la mamá de la poesía, Gloria Luz Gutiérrez, tuvimos en su casa, ante más de 70 amigos, con el compositor Eduardo Cabas de la Espriella, a mi juicio, el Agustín Lara colombiano.

A sus 76 años, Eduardo es padre de Andrés, cantante y compositor; de Juan, pintor, y de Eduardito, empresario pero también cantante en las visitas, a quien cuando gateaba le compuso una canción en la que le pedía: “Déjame ser tu amigo, hijo, / déjame soñar contigo, / cuéntame todos tus problemas, / que solo así me olvido de los míos”. Eduardo, el maestro que le huye al estrellato a pesar de que sus composicio­nes las han cantado los grandes, desde Plácido Domingo hasta Leonor González Mina, nos contó su vida entre canciones, desde cuando niño acompañaba a su padre, Eduardo, músico también, a abrir las puertas de su casa para que por ellas entraran las brisas. Ese recuerdo lo plasmó en un bolero: “Ay, pasar abril en Barranquil­la / es sentir en mí su alegre brisa, / tierra de un abuelo pescador, / que dejó en la arena sus cenizas”.

Además, esa noche Eduardo confesó que no fue para su novia, como creían, sino para su madre, Beatriz, una pianista estricta que le templaba la rienda, que compuso a los 17 años su primer hit: “Que para dónde vas, / que si no tomas más, / que con quién has salido, / que por qué no llamé, / que llegué tarde ayer, / que estás amanecido… / Con ese repicar / me voy a trabajar / y todo es un suplicio. / ¡Qué voy a contestar / si nadie puede hablar / con semejante ruido! / Me tienes loco todo el día / con esa cantaleta, / a quién le va a gustar la casa / con esa fiera suelta”.

Así, durante dos horas de diálogo y canciones, la noche se deslizó y la historia de este maestro, que se define como “un soldado del amor”, llegó hasta la etapa de la madurez en la que, para un amigo, compuso este bolero: “Cuando sentí que con los años alcanzaba / esa aurora tan sagrada / que llamamos madurez (…) / por esa magia peregrina del destino / te cruzaste en mi camino / con tus ojos de mujer: / mi madurez se fue…”.

Eduardo también reveló en una canción que a veces su otro yo se le escapa de la cárcel y se le va: “Se desdobla, se apasiona y se enamora de verdad”; su otro yo, “ese maldito irresponsa­ble vividor”, que no sabe cuánto daría por ser él, porque dice: “Mi otro yo soy yo”.

Sin embargo, Eduardo Cabas tiene un tercer yo: ese que compuso la que afirma será su última canción, Préstame, señor, una zamba religiosa que dice: “Préstame, señor, tus palabras / para que las mías no sean espinas, / para iluminar al que se pierde, / para yo entender la vida, / para comprender la muerte”.

Pero como a Eduardo Cabas se le escapa su otro yo, habrá otra columna en la que les hable de su nueva canción: ¡animo, maestro!

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