Las motos, ¿otro cartel?
LA MOTORIZACIÓN COLOMBIANA HA llegado a un extremo tal, que ya hay más motos que automóviles rodando por nuestras calles urbanas y carreteras nacionales. Era de esperarse, porque este medio de transporte es práctico, confiable y económico.
El bajo costo del combustible y el mantenimiento de las motos, el poder meterse por todas partes y el hecho de que las entregan con la cédula han ocasionado que el transporte masivo cada vez tenga menos pasajeros. Una motico, por más pequeña que sea, lleva a dos adultos, resultando más barata y rápida que un bus atestado de gente que pasa cuando se le da la gana.
Indiscutiblemente, las motos son ideales como medio de transporte, lo que las ha popularizado a tal punto que se venden como pan caliente sin ningún control y menos una capacitación que debería ser obligatoria no solo para conducirlas, sino para que se inculque el respeto por las señales de tráfico y las normas mínimas de convivencia.
Además, se les está dando un uso indebido, desde los famosos piques hasta robos callejeros con un horripilante saldo de muertos por un mísero celular. El control de las motos se les salió de las manos a las autoridades, pues vienen a realizar ahora y a la carrera las campañas que debieron hacer hace años.
Así las cosas, muchos moteros son hoy los reyes de las vías, se han vuelto intocables y por eso hacen lo que les da la santa gana. Desafiantes y agresivos, son un movimiento peligroso capaz de paralizar el tráfico y anarquizar las vías.
El problema es que pagan justos por pecadores, como está padeciendo Bogotá y como nos viene sucediendo en la provincia, sin solución alguna fuera de unas mesas de concertación que ya sabemos para qué sirven.
Con mucho más músculo que los taxistas y los camioneros, los moteros están imponiendo su ley, lo que puede llevar a que se conviertan en un nuevo cartel capaz de paralizar ciudades enteras.
¿Quién le pone el cascabel al gato?