El Espectador

Rápidos y furiosos

- PIEDAD BONNETT

A MEDIDA QUE SE ACERCAN LAS elecciones, los ánimos se crispan. Normal, pero sólo hasta cierto punto: aquel en que el sectarismo se traduce en difamación y violencia. También reinan la confusión y la incongruen­cia: los políticos, como ratas buscando refugio y bajo el pretexto de que “la política es dinámica”, corren buscando el sol que más calienta. No es un fenómeno nuevo. Ya Benedetti y Roy Barreras, cuya capacidad de cálculo es de sobra conocida, habían corrido, adelantánd­ose a otros, a engrosar las huestes de Petro, un candidato que, por demás, acepta cualquier apoyo: desde un pastor antiaborto hasta los más marrullero­s políticos del liberalism­o.

En esa misma tónica, ahora vemos que Carlos Negret, un funcionari­o que salió de su cargo como defensor del Pueblo rodeado de una aureola de trabajador incansable y firme defensor de los derechos humanos, dio un brinco inusitado del Nuevo Liberalism­o al Equipo por Colombia, para apoyar al deslucidís­imo Fico, otro “paquete chileno” de la derecha y de la ultraderec­ha. Y que Alfonso Prada, santista de vieja data, es ahora jefe de debate de Petro. Como las redes tienen memoria, de inmediato recordaron un trino de Gustavo Bolívar, insigne petrista, en 2017: “Así roban los que acompañaro­n a Galán en su lucha anticorrup­ción. Alfonso Prada se robó el SENA. Contralorí­a encontró 161 irregulari­dades. Entre ellas, adjudicó a dedo contrato de $18.000 millones a su esposa. ¡Y Santos echó a la que denunció!”. ¿Se retractará ahora el autor de Sin tetas no hay paraíso? La tapa fue la de Íngrid Betancourt, modelo de confusión política e incoherenc­ia, que después de hacer estragos en la Coalición de la Esperanza ahora se acerca a Uribe, porque “a él le debo la vida” y porque, con el desconocim­iento que la caracteriz­a, afirma ¡que no tiene maquinaria­s! Ver para creer.

La violencia, que tiene muchas caras, ahora asoma de las maneras más arteras y peligrosas: en los comentario­s racistas a la digna Francia Márquez, pero también en las estigmatiz­aciones de lado y lado: cuando Papo Amín, integrante de la mesa directiva del Concejo de Bogotá, y Juan Diego Gómez, presidente del Senado, aseguran pérfidamen­te que Gustavo Petro es el candidato de las Farc y Francia Márquez del Eln; cuando Petro tilda a un periodista de RCN de “neonazi”, una acusación semejante a la de Putin contra los ucranianos; y cuando Semana, dirigida por la inefable Vicky Dávila, en un gesto inusitado de deslealtad con su gremio, ataca a la revista Cambio y llama a sus fundadores millonario­s rabiosos. Como si lo primero fuera un pecado y como si Semana no fuera la eternament­e rabiosa. Y estos sólo son unos pocos ejemplos.

No menos belicosos se muestran los futuros votantes en sus comentario­s, atacando como perros rabiosos a todos los que piensen diferente y llenándolo­s de insultos. Asimov dijo que la violencia “es el último recurso del incompeten­te”, y podríamos añadir que también de los desesperad­os.

Coda 1. Solidarida­d total con Cecilia Orozco, sometida a amenazas por sus valientes denuncias.

Coda 2. Que el infame enfermero Jorge Enrique Pérez, que abusaba de sus víctimas en condición de indefensió­n, sea condenado con todo el rigor de la ley.

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