Claro y contundente
“CLARO” Y “CONTUNDENTE” SON las dos palabras más utilizadas por Iván Duque. “A los criminales les enviamos un mensaje claro y contundente; la caída de alias Otoniel marca el final del Clan del Golfo”, dijo el 21 de octubre pasado. “Colombia requiere que se le dé un gesto claro y contundente que empieza con la liberación de todos los secuestrados”, había advertido en 2018 al Eln. “Buscaré es llevar (sic) a la corrupción a una derrota total y contundente”, aseguró meses antes, durante su posesión.
Hace pocos días insistió en los reiterados vocablos. “Cualquier precedente, cualquier situación que busque expropiar los recursos del ahorro de las personas en los fondos de pensión tiene que ser rechazada de manera clara y contundente”, dijo.
Lo que es claro y contundente es que está participando en política. Y que así hizo al contarles a los medios por quién votó en la consulta presidencial y al afirmar en un escenario público hace dos semanas en Antioquia que “los autócratas 3P existen en todo lugar, que quieren deslegitimar las cosas que se han construido y utilizar falacias para generar resentimiento”. Todo el mundo sabe que esa P es la de Petro.
Es contundente la ley colombiana cuando dice que los servidores públicos no deben utilizar el cargo para participar en controversias políticas. Pero, suponiendo que no tenga prohibiciones prácticas, el mandatario, que lo tiene todo tan claro, debería saber que un presidente se ve mejor calladito en campaña, porque en teoría representa la unidad nacional. Es un tema ético, pero también legal y patrimonial. La página web de la Presidencia es un recurso público que no debe ser utilizado para hacer proselitismo. Además “él, como cualquier colombiano, tiene libertad de expresión. Pero ese derecho se ve limitado por su cargo”, dijo el Tribunal Superior de Cali hace un tiempo, al determinar que el mandatario debería mostrar imparcialidad religiosa en Twitter.
Por la decencia que idealmente debe tener la investidura presidencial, la misma regla debería aplicarla a la política. Pero no lo hace e insiste en desinstitucionalizar, presentándose como salvador de la democracia y con un tono que, aunque pretende neutral, es ladino, repetitivo y plano.
En vez de promover el goce ciudadano que debería causar entre los colombianos el ejercicio del derecho a votar por quien les dé la gana, Duque insiste en meterles cizaña a las elecciones. “Permítanme decirles algo de manera clara y contundente: es deber de los ciudadanos defender la democracia”, asegura desde Medellín, la plaza de su candidato.
Ganar, no importa con quien