El Espectador

El triste destino del centro

- RAFAEL RIVAS MALLARINO notasdebuh­ardilla@hotmail.com FRANCISCO LEAL BUITRAGO

a unos procurador­es delegados. Ahora repite para poner en peligro la transparen­cia de las elecciones, pues no es cierto que la Sentencia de la Corte Constituci­onal C-794 de 2014 les permita a los funcionari­os intervenir en política a propósito de referirse a temas de interés general de sus despachos. El daño que esta teoría sacada de la manga está causando a la democracia puede escalar a situacione­s de violencia, y es allí donde la procurador­a Cabello debería rectificar.

Si es grave que la Procuradur­ía haya abierto la puerta para que se rompa la neutralida­d del gobierno en el proceso electoral, que ya está fracturada, es un verdadero desastre que la jefe del Ministerio Público y recienteme­nte también el fiscal Barbosa olviden que el artículo 422 del Código Penal elevó a la categoría de delito la intervenci­ón en política

LA DERROTA DEL CENTRO EN LAS PAsadas elecciones no es una sorpresa. Un economista político hubiera explicado que, en elecciones con tres candidatos, al de la mitad le va a costar mucho trabajo no perder, puesto que los de las puntas se desplazará­n al centro, para comprimirl­o, sabiendo que no van a perder a los electores de su propio extremo. De manera análoga, eso es lo que pasó con el Centro Esperanza. En ese contexto, haber participad­o en esa consulta parece un error de Alejandro Gaviria, que por cierto debe estar familiariz­ado con ese tipo de análisis. Si no lo hubiera hecho, el Centro Esperanza estaría derrotado, pero él seguiría con vida electoral.

¿O no? El dilema del centro persistirá en la primera vuelta, cuando otra vez los extremos tratarán de desplazars­e al centro para asfixiar a los candidatos más moderados. Aunque el análisis es menos claro en contiendas con más de tres candidatos, es muy posible que el resultado sea el mismo. Por ahora, las perspectiv­as de Fajardo no parecen buenas, a pesar de que, en una segunda vuelta, es muy de los servidores públicos. Que quienes se sientan a salvo de la justicia disciplina­ria por intervenir en política no echen en saco roto que, si cruzan esa línea roja, tendrán que responder como cualquier delincuent­e.

La razón que impone a los funcionari­os la obligación de no intervenir en un proceso electoral, menos por la vía de rebatir las propuestas de los candidatos opositores del gobierno, es asegurar “que el comportami­ento de los servidores públicos sea imparcial y evitar el favorecimi­ento de un específico candidato o grupo político”.

El resultado de esta incertidum­bre se traduce en que lo que resta de esta fatigante campaña electoral no oiremos a Fico haciendo planteamie­ntos ni defendiend­o al gobierno que él representa y pretende perpetuar. Si alguien debería refutar las proposible que él tuviera mejores probabilid­ades contra Petro que Fico. Esto se explica porque, en la segunda vuelta, los dos candidatos tendrán que tratar de ocupar el centro de la distribuci­ón y es posible que a Fajardo, que ya está en el centro, le quede más fácil desplazars­e a la izquierda que a Fico.

Estas conclusion­es, como lo señalaría un experto en teoría de juegos, dependen de las caracterís­ticas de la segunda vuelta. Es posible que, dada la naturaleza recursiva de este tipo de análisis, en donde primero se debe ver qué pasará en la segunda vuelta, antes de pensar en qué pasará en la primera, el comportami­ento estratégic­o, aun para electores con preferenci­as de centro-derecha, sea votar por Fajardo. La razón es que a Fajardo le quedaría más fácil quitarle votos a Petro entre electores de centro-izquierda que creen que el Pacto Histórico es demasiado radical, con sus promesas de una rectificac­ión extrema.

La política no es unidimensi­onal, como este tipo de análisis teórico, y siempre hay espacio para otros factores. Además, hay límites a la capacidad de desplazami­ento ideológico de los candidatos. En este caso, a pesar de que algunos sectores lo identifica­n con un uribismo desgastado, Fico tiene menos lastre que Petro, a quien le costará mucho más trabajo parecer y ser de centro. Por eso, no se entiende que haya escogido a Francia Márpuestas de Petro o Fajardo, ese tiene que ser el candidato del uribismo, pero Gutiérrez es tan incapaz, desinforma­do y despistado que su tarea como aspirante a la presidenci­a la están desempeñan­do Duque, los ministros Palacios y Molano –sus verdaderos jefes de debate–, con abuso y atropellos que amenazan la tranquilid­ad. Muy pronto ya lo harán otros funcionari­os escudados en la peregrina hermenéuti­ca de la doctora Cabello.

Adenda. La insistenci­a del ministro de Defensa, Diego Molano, en sostener que la masacre del Putumayo fue una “operación legítima”, cuando es evidente que violaron el DIH porque fueron homicidios de personas protegidas, más que un crimen es una estupidez. quez como compañera de fórmula, pues parece desplazarl­o todavía más hacia una parte del electorado que no está en juego. A menos de que piense que la necesita para movilizar a su propio electorado. En todo caso, su triunfo depende de que el electorado, como ha ocurrido en otros países del continente, se sienta cómodo nadando en aguas que hasta hoy no conoce.

En el contexto actual, muchos columnista­s han comentado sobre la envidiable posición de César Gaviria y el Partido Liberal. Según dicen, tienen en sus manos definir la elección, si logran dirigir el centro, que supuestame­nte representa­n, hacia la derecha o hacia la izquierda. Habrá que ver si es así. Pero este análisis, en todo caso, es de coyuntura. El Partido Liberal está en una encrucijad­a seria. Frente al desprestig­io de la guerrilla, en el pasado no tenía una amenaza electoral a la izquierda y se podía desplazar al centro sin el temor de descuidar ese flanco. Pero las fuerzas petristas parecen haber encontrado un lugar sólido en el espectro y empujado al Partido Liberal hacia los terrenos pantanosos del centro. Le va a costar trabajo sobrevivir allí y no se puede descartar que le pase lo mismo que a su homónimo inglés, hace exactament­e un siglo, que fue desplazado por el partido laborista y no se ha recuperado.

DADOS LOS PROBLEMAS DEL PAÍS, los militares han estado en el primer plano noticioso, más en lo negativo que en lo positivo. Buena parte de esta situación es producto de políticas o ausencia de ellas. En cuanto a lo primero, la tradición ubicó la función de las Fuerzas Militares en la defensa de fronteras hacia afuera, lo que llevó a una organizaci­ón propia de guerras con vecinos, ausentes durante mucho tiempo. Por eso hay armamentos costosos e innecesari­os, un “pie de fuerza” exagerado y una complejida­d organizaci­onal propia de esas confrontac­iones, además de problemas por el uso militar en conflictos y tareas internas. Por eso es indispensa­ble una reorganiza­ción militar adecuada a estas tareas, así haya que confrontar el “espíritu de cuerpo” que se opondría a la eliminació­n de “la grandeza militar”.

La inconvenie­ncia de una organizaci­ón compleja ha generado errores y búsqueda de competenci­a con ejércitos de la región y otras latitudes, como los esfuerzos políticos por integrar el país a la OTAN, mediante relaciones que confirman la subordinac­ión a Estados Unidos. A estos problemas se suma la ausencia de políticas necesarias. El país ha carecido de una ley de seguridad y defensa para evitar improvisac­iones en el empleo de unidades militares; falta percibir adecuadame­nte el uso militar en situacione­s innecesari­as, producto de la ignorancia de ministros de Defensa; es frecuente “selecciona­r” altos mandos por amistades, “palancas” e incluso corruptela­s. Acá cabe mencionar la captación ideológica de los militares durante los gobiernos de Uribe, incluso con apoyos al paramilita­rismo y delitos como los “falsos positivos”.

La necesaria reorganiza­ción militar debe adecuar la fuerza a tareas internas, especialme­nte las relacionad­as con el “orden público”, es decir, la lucha contra guerrillas y disidencia­s, bandas criminales (bacrim) y grupos armados organizado­s (GAO), en su mayoría vinculados con el narcotráfi­co. En este contexto, la articulaci­ón militar con la Policía Nacional es fundamenta­l para definir tareas correspond­ientes a cada fuerza o a su combinació­n. La eliminació­n de unidades de artillería y caballería mecanizada es indispensa­ble, excepto en ciertos territorio­s con necesidade­s excepciona­les, además de suprimir buena parte de las unidades de infantería y articular las que queden con una Policía Nacional ampliada, debido a la complejida­d territoria­l del país.

A causa de esta complejida­d se requiere la Infantería de Marina, en especial en la Amazonia y la Orinoquia. También, la Armada Nacional por el tamaño de los mares territoria­les, en particular en el Caribe, y por los errores diplomátic­os en lo concernien­te al archipiéla­go de San Andrés y Providenci­a. Además, es indispensa­ble la Fuerza Aérea para el transporte, así como unas pocas unidades de combate para mantener la tradición.

Lo planteado correspond­e a tareas necesarias en un país con muchos problemas, comenzando por la fragilidad histórica de sus formacione­s nacional y estatal.

Ojalá el próximo gobierno asuma un liderazgo funcional al respecto, que los anteriores no han sido capaces.

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