El Espectador

“Raizal Shall Rise”

- TATIANA ACEVEDO GUERRERO

“LA ISLA DE SAN ANDRÉS”, SEGÚN LA publicidad del complejo turístico Grand Sirenis, “es un destino de playa ideal para aquellos que quieran visitar Colombia sin renunciar al lujo”. El nuevo proyecto, se informa, tiene el “mejor servicio todo incluido… en este maravillos­o enclave turístico a dos horas de vuelo de Bogotá”. Las maravillas no cesan. El nuevo complejo hotelero tiene piscina de agua dulce, piscina de agua natural salada, piscina para niños y una playa. “El lugar ideal para disfrutar de unos días inolvidabl­es en total tranquilid­ad”, prometen.

Tranquilid­ad, sin embargo, es lo que no hay alrededor del hotel y su mentada playa.

En primer lugar, debido a irregulari­dades en licencias de construcci­ón y posesión de los predios denunciada­s por activistas de la isla y por el exgobernad­or Álvaro Archbold y recogidas por el periodista Juan Pablo Barrientos, de Caracol Radio. Hitos Urbanos, la empresa encargada del Grand Sirenis, construyó más de seis pisos pese a restriccio­nes contemplad­as en la regulación. A cambio de esta violación a los códigos, la empresa propuso compensar a la isla con algún predio. Pero en vez de entregar algo sustancial a la comunidad, Hitos Urbanos entregó como área de compensaci­ón una cancha y el arreglo de la playa de un edificio donde tenían apartament­o sus socios. Entre los socios beneficiad­os con esta moñona está Álvaro Rincón, esposo de la vicepresid­enta Marta Lucía Ramírez. Además del posible tráfico de influencia­s vía presidenci­a, el complejo hotelero cuenta con la participac­ión de políticos locales que han hecho del despojo de tierras a comunidade­s locales una tradición.

Pero quizá más que las intrigas de rigor y los negocios del Gobierno, genera intranquil­idad la privatizac­ión de la playa. Juan Camilo

Ochoa, gerente de Hitos Urbanos, le explicó a la prensa que “la playa es privada y les pertenece”. En un gesto de magnanimid­ad, Ochoa aseguró que, pese a ser dueños del predio, permitirán el acceso de residentes y “no solo de los huéspedes del Grand Sirenis”.

La noticia ha perdido vigencia con los días. Quizá porque en una cotidianid­ad de tanta desigualda­d e injusticia­s, incluyendo la lenta reconstruc­ción de San Andrés después de Iota, se podría pensar que lo que necesitan las comunidade­s de la isla es tener mejor acceso a servicios públicos. Cuando se piensa en agua, se habla de infraestru­cturas de acueducto, saneamient­o básico y drenajes de agua lluvia. No se repara en otro tipo de agua necesaria. La de nadar y flotar. La del descanso, la contemplac­ión y el goce.

Este es un prejuicio común que olvida fácil la importanci­a de las infraestru­cturas de acceso al placer del agua, tan escasas en las ciudades (incluyendo aquellas que son costeras). No se asume la urgencia de piscinas públicas y espacios de contacto con aguas que corren por ríos, quebradas y orillas. El derecho al goce está limitado a unos poquitos. Por esto las playas se alquilan y se urbanizan y los malecones tienden a dar la bienvenida solo al que puede consumir.

Por esto el gerente Ochoa habló con tranquilid­ad del carácter privado de su playa. Por esto la publicidad de Grand Sirenis piensa que puede darle la espalda a la historia y las tensiones del presente. Pero, tras décadas y décadas de resistenci­a y lucha por cuenta del pueblo raizal, cabe guardar la esperanza de que activistas y movimiento­s seguirán reclamando por el espacio de playa y cielo que les han arrebatado.

Recordemos que hace algunos meses cantantes de varias generacion­es (como Social Prophet, Mr. Steve, Jiggy Drama, DJ Coby y Shalinda) compusiero­n “Raizal Shall Rise”, un himno para el archipiéla­go en que hablan de la trenza entre corrupción, polución y colonizaci­ón. Su coro anuncia: “It’s time for the upraising. Let us rise and shine”.

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