El Espectador

Elecciones y política pública

- MARC HOFSTETTER @mahofste

Las políticas públicas de un Estado no debieran bailar al son de un calendario electoral. No quisiéramo­s, por ejemplo, que las decisiones de contrataci­ón de funcionari­os se inflaran previo a unas elecciones, tampoco que el gasto en obras públicas se decida de acuerdo con ese calendario, ni que las decisiones difíciles se aplacen ante la cercanía de unas elecciones o que el Banco Central decida bajar la tasa de interés o evite apretarla lo suficiente con un ojo puesto en dichas fechas. Tratando de evitar el uso electoral de los recursos y las decisiones públicas, tenemos diseños institucio­nales, como la Ley de Garantías y un Banco Central independie­nte. Sin embargo, así haya reglas de juego pensadas para evitar las interferen­cias electorale­s en las decisiones de las políticas públicas, algo va del dicho al hecho.

Tal vez acto de mayor desfachate­z reciente en el que el Gobierno ha puesto su poder al servicio de sus intereses electorale­s son los tres días sin IVA. Esos días son de entrada una pésima idea, una especie de carnaval tributario en los que suspendemo­s temporalme­nte el pacto social de contribuir al financiami­ento de los bienes públicos. Pero a ese desastre conceptual se suma que el Gobierno tiene discrecion­alidad para escoger en cuáles días del año se aplican. En 2022, dos de los tres carnavales tributario­s coincidirá­n con fines de semana electorale­s. Tremenda coincidenc­ia.

Otro frente en que el Gobierno está claramente tomando decisiones en función de ese calendario es en el precio de la gasolina. Si bien Ecopetrol la factura a precios de mercado, el Gobierno tiene mecanismos para evitar que la volatilida­d de los precios internacio­nales de los hidrocarbu­ros se pase al precio del consumidor. Sin embargo, una cosa es limar los picos y valles de los precios y otra distinta es subsidiarl­os. Es claro que el Gobierno ha aplazado la sincerada de los precios de esos combustibl­es al consumidor y que ese proceso no está desligado del calendario electoral. Como sociedad, ese cálculo cortoplaci­sta tiene un enorme costo: los recursos de ese subsidio del año pasado, sumados a los de este - donde luce muy poco probable que con ese calendario en la mira nos digamos la verdad en esos precioshab­rían alcanzado para pagar el equivalent­e a un par de líneas de metro de Bogotá. Urge repensar esa discrecion­alidad.

Y por el lado monetario también hay suspicacia­s. La semana pasada el Banco de la República subió la tasa de interés. Lo hizo, sin embargo, en una cuantía sustancial­mente menor a la esperada por el mercado financiero. En mi opinión, acertó el Banco al ser cauteloso en el ajuste. Pero, como el consenso de los analistas apuntaba a que se requería un apretón más fuerte, se oyen voces que interpreta­n el tímido incremento, no como un acto de sabiduría monetaria, sino como un aplazamien­to de los fuertes ajustes que se requeriría­n ahora, para no hacerlos coincidir con las elecciones. El hecho de que el Gobierno haya escogido a la totalidad de los miembros de la junta del Banco de la República, abona esa teoría.

‘‘ En 2022, dos de los tres carnavales tributario­s coincidirá­n con fines de semana electorale­s. Tremenda coincidenc­ia”.

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