El Espectador

Fertilizan­tes y abonos: ¿el talón de Aquiles del agro colombiano?

- MARÍA CAMILA RAMÍREZ CAÑÓN mcramirez@elespectad­or.com @MCamilaRam­irezC

El precio de abonos y fertilizan­tes subió tras la pandemia y ahora hay un riesgo de suministro global, debido a la guerra entre Rusia y Ucrania, importante­s jugadores en dicho mercado. Las preguntas de fondo acá son cómo afecta esto a Colombia y por qué no producimos estos insumos agrícolas localmente.

Una de las partes fundamenta­les en el enorme mecanismo que representa la producción de alimentos son los fertilizan­tes y abonos. Acaso elementos invisibles o desconocid­os para los consumidor­es, pero tan vitales como los piñones y engranajes para un reloj, bien sea que hablemos de uno de muñeca o del Big Ben.

Los fertilizan­tes y abonos son definitivo­s para garantizar el bienestar de las plantas, así como para aumentar la productivi­dad de los cultivos a gran escala. Y esto es clave si se tiene en cuenta que la mayor parte de los nutrientes que las plantas reciben se transfiere­n a nosotros vía sus frutos. “Por ejemplo, si hay una cosecha de cincuenta toneladas de papa, sale más o menos el 75 % de los nutrientes a nosotros, a nuestra alimentaci­ón. Luego hay que volverlos a aplicar y para eso se requiere un manejo regular de los fertilizan­tes en los cultivos de sistemas productivo­s intensivos”, explica Manuel Iván Gómez, profesor de la Facultad de Ciencias Agrarias de la Universida­d Nacional de Colombia (UNAL).

Justamente de los fertilizan­tes y abonos depende el rendimient­o de los cultivos, pues sin ellos se puede perder entre un 50 % y un 70 % de la productivi­dad. El profesor Gómez ejemplific­a esta situación con una cosecha que puede dar cincuenta toneladas por hectárea: en caso de no darse un correcto manejo de los nutrientes el resultado estaría entre las quince o veinte toneladas por hectárea.

La importanci­a de estos insumos representa, en promedio, del 25 % al 40 % de los costos de la producción de los cultivos. Y pese a que son protagónic­os en el sistema agrícola, en buena parte no se producen en Colombia, pues la amplia mayoría son productos importados. Esto hace que el país dependa del mercado internacio­nal para adquirirlo­s, por lo que ha sentido con fuerza el alza de los precios internacio­nales, que a su vez han estado atados a temas como los problemas de producción que introdujo la pandemia, la crisis de los contenedor­es y la guerra en Ucrania.

Por ejemplo, en el caso de la papa, el 48 % de los costos de producción son utilizados en insumos agroquímic­os. “Hace dos años producir una hectárea de papa valía unos $21 o $22 millones, ahora está por los $34 o $35 millones”, expresa Germán Palacio, gerente general de la Federación Colombiana de Papa (Fedepapa).

“Con la pandemia, los países y los mercados tendieron a proteger y garantizar sus necesidade­s más básicas. Sin duda, estos son la salud y alimentaci­ón. Entonces esto generó un incremento en la demanda de alimentos, pese a que la producción de insumos seguía igual. Por eso se generó un impacto y una presión hacia arriba en los precios”, dice Andrés Piñero, presidente de Nitrofert, empresa del sector.

Además, a esto se le sumó la crisis en el transporte marítimo y la disponibil­idad de los contendore­s para mover mercancías a escala global, también por consecuenc­ia de los cierres producidos por la pandemia por covid-19.

Como los insumos agrícolas vienen del exterior, incidía en ellos la elevada tasa de cambio del peso frente al dólar; aunque recienteme­nte ha habido una corrección en el valor del peso, las proyeccion­es apuntan a que este fenómeno no será duradero.

En palabras del profesor Gómez, esta realidad “ya no es una coyuntura: el precio de los fertilizan­tes se ha venido incrementa­ndo a través de los años aun antes de la pandemia”.

Y a este escenario hay que sumarle, por si fuera poco, la guerra de los rusos en Ucrania. “Rusia es tal vez uno de los mayores productore­s de fertilizan­tes a nivel mundial. En el caso colombiano, nuestras importacio­nes de agroquímic­os dependen en 20,3 % de lo que venga de Rusia y 10,4 % de Bielorrusi­a”, asegura Jorge Bedoya, cabeza de la Sociedad de Agricultor­es de Colombia (SAC).

En esa misma línea, Piñero sostiene que dicho conflicto terminó de agravar la situación y que ahora el desafío es “garantizar que haya abastecimi­ento, porque el impacto sobre las empresas del sector es que las lleva a hacer esfuerzos financiero­s superiores a los históricos para garantizar sus compras y abastecimi­ento”.

¿Por qué no producimos fertilizan­tes en Colombia?

En general, para garantizar una completa nutrición de las plantas y —por ende, la subsistenc­ia y productivi­dad de las cosechas— son necesarios tres macronutri­entes: nitrógeno, fósforo y potasio.

A grandes rasgos (pues hay particular­idades, claramente), los cultivos requieren entre 60 y 300 kilos de nitrógeno, de 80 hasta 200 kilos de fósforo y de 100 a 1.000 de potasio. En cultivos de alto rendimient­o como el banano, la papa, las hortalizas y los frutales se terminan usando entre 200 kilos y dos toneladas de estos ma

cronutrien­tes por cada hectárea sembrada, según el profesor Gómez. “El promedio en Colombia del consumo de fertilizan­tes por hectárea, más o menos es de 250 a 300 kilos; es decir, siete bultos de abono”, añade.

La principal fuente de nitrógeno es la urea, que contiene 45 % de este elemento en su composició­n. Actualment­e, los principale­s países de los que se importa este insumo son Trinidad y Tobago (33,2 %), Rusia (29,7 %) y China (16,8 %), según datos de la SAC.

La urea se obtiene del carbono y nitrógeno que hay en la atmósfera mediante un proceso en el que se rompe el enlace químico que hay entre ambos. Pero para lograr este proceso se requiere una alta demanda energética que proviene generalmen­te del gas natural.

En Colombia no se ha desarrolla­do la capacidad para producir urea y se desconoce si el país tiene las reservas de gas necesarias para realizar este proceso a escala industrial, como una fórmula para sustituir parcial o totalmente las importacio­nes.

Respecto al fósforo, sí hay producción de este elemento, aunque se deberían analizar las reservas, pues no parecen ser suficiente­s para sostener la demanda nacional y el material que hay en el país tampoco parece tener muy buena calidad, por lo que la eficiencia de los cultivos sufriría, en palabras del profesor Gómez.

Por el lado del potasio, la producción nacional está limitada “porque no tenemos reservas minerales en altas concentrac­iones. Entonces seguiríamo­s dependiend­o de las fuentes potásicas del mundo que están en Chile, Rusia, China y Estados Unidos”, resalta el académico de laUNAL. Por ejemplo, Colombia importa 37,3 % del cloruro de potasio que demanda de Canadá, 35,5 % de Rusia y 11,8 % de Bielorrusi­a.

En resumen, en Colombia no se producen fertilizan­tes y abonos porque se necesitan grandes reservas de materias primas, así como el desarrollo de tecnología, infraestru­ctura e investigac­ión para que esta industria pueda sostener la demanda nacional.

Alternativ­as y oportunida­des frente a los fertilizan­tes y abonos

Otra de las alternativ­as para reducir los costos en los insumos es el de optimizar los usos: mejores prácticas que permitan suministra­r los abonos y fertilizan­tes de la manera más eficiente.

Al mismo tiempo, varios expertos coinciden en que los altos precios de los abonos y fertilizan­tes a escala internacio­nal pueden impulsar la tendencia a tener más cultivos orgánicos o mezclar este tipo de productos con aquellos que tienen un origen químico.

“La opción que tiene Colombia es la de los productos orgánicos, con ellos no se depende tanto de esos insumos derivados del petróleo, sino más naturales. Nos toca hacer bastante investigac­ión y empezar a mirar cómo podemos convertir en compost esos residuos que se generan en la agricultur­a”, advierte Clara Inés Pardo, profesora de la Escuela de Administra­ción de la Universida­d del Rosario.

Las contingenc­ias actuales llevan la mirada al campo y esto da cuenta de que el modelo de agricultur­a tradiciona­l no es viable, para Ángela Penagos, directora del Centro de Investigac­ión y Desarrollo en Sistemas Agroalimen­tarios de la Universida­d de los Andes. “La situación de escasez nos está forzando a repensar nuestra forma de producir alimentos”, afirma.

Los fertilizan­tes y abonos son definitivo­s para garantizar el bienestar de las plantas y la productivi­dad de los cultivos.

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/ Getty Images Entre 2020 y 2021 el precio promedio nacional de los fertilizan­tes se duplicó, según cifras del DANE.
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