El Espectador

Penitencia de Cuaresma

- HÉCTOR ABAD FACIOLINCE

EN LOS 40 DÍAS Y 40 NOCHES QUE van desde el Miércoles de Ceniza hasta la última cena, se supone que en nuestra cultura cristiana uno haga algún tipo de penitencia y de reflexión. Aunque no soy cristiano, me gusta practicar ciertos rituales de nuestra tradición cultural y por eso me propuse, como gran sacrificio, leerme los programas de gobierno de los tres candidatos a la Presidenci­a de Colombia que encabezan las encuestas: Petro, Fico y Fajardo. Penitencia y deber ciudadano, al mismo tiempo, si uno quiere depositar un voto informado.

La prosa de estos programas suele estar cargada de optimismo, de fe en un futuro rosa en que, por arte de un mesías iluminado, la violenta, racista, clasista, corrupta, ignorante, polarizada, tramposa, desigual, mafiosa, indolente Colombia, en cuatro años maravillos­os, se convierte en el paraíso terrenal.

Para ser justos, de los tres programas el más mesiánico es el de Petro. Allí se nos asegura que, con este iluminado, Colombia será al fin, gracias a sus “políticas del amor y de la vida”, una patria de la igualdad para todos, potencia mundial de la vida, con pleno empleo porque “el Estado ofrecerá empleo a quienes quieran y puedan trabajar”, creando un “stock de empleados”. Educación superior gratuita para todos; sistema público único universal de salud, en el que las “medicinas populares y alternativ­as” serán integradas al sistema de salud pública. Con Petro, incluso, “nuestro país será una sociedad libre de especismo”, es decir, no habrá maltrato animal ni espectácul­os como corridas y peleas de gallos. No aclaran si, al dejar de ser especistas, seremos todos también vegetarian­os al final del gobierno, o si se prohibirá la castración de mascotas, el sacrificio de pollos y cerdos, el ordeño de vacas y montar a caballo, todas estas banderas de los antiespeci­stas. No es que yo esté completame­nte en desacuerdo con esto. Me opongo, por ejemplo, a comer huevos de granjas industrial­es de gallinas ponedoras, pero creo que cerrarlas podría poner en riesgo el plan de que ningún niño se acueste con hambre en el país.

El programa de Fico es a veces tan realista que casi peca por conformist­a. Su meta de pobreza es bajarla hasta el 33 %; en desempleo aspira a que lleguemos al 9 % en 2026; en homicidios, que la tasa por 100.000 habitantes baje a 21, con lo cual habría unos 10.500 asesinatos al año en Colombia. Es realista, sí, pero es triste. Entiendo que a la gente le guste más que le ofrezcan una sociedad amorosa en la que nadie se va a matar nunca, la de Petro, en vez de otra en la que nos vamos a seguir matando, pero más poquito. También gusta más, aunque sea mentira, prometer pleno empleo, es decir, desempleo 0 %, como ofrece el populismo.

El programa más serio y mejor estructura­do de los tres es el del matemático y candidato del centro, Sergio Fajardo. No ofrece un paraíso imaginario, como Petro, ni se resigna al purgatorio, como Fico. Rodeado de verdaderos estudiosos y expertos en cada área, y persiguien­do metas realizable­s, su programa se desmenuza en medidas adecuadas de transforma­ción en áreas fundamenta­les: anticorrup­ción, educación, justicia, cultura, ciencia, salud, jóvenes y ancianos. En cada tema hay planes claros, sin retórica barata y, sobre todo, alcanzable­s sin populismo y sin resignació­n. No cabe resumirlo en este espacio, pero les aconsejo consultarl­o. Les doy un ejemplo de sus propuestas:

En Colombia hay casi siete millones de personas mayores de 62 años, el 13 % de la población. De estos, un alto porcentaje no tiene ninguna pensión y vive en la indigencia. La mayoría son mujeres. Fajardo les va a asegurar a estas ancianas que viven en la pobreza un ingreso mínimo mensual de $500.000. Y sabe de dónde sacará esa plata. Tendrán líneas prioritari­as de formación (nunca es tarde), salud y vivienda digna. Se puede hacer. Faltan dos vueltas. No nos podemos resignar a un paraíso mentiroso ni a que las cosas sigan igual.

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