El Espectador

Un señor librero

- NOTAS DE BUHARDILLA RAMIRO BEJARANO GUZMÁN

ENTRE LAS COSAS AGRADABLES QUE trajeron estos días de quietud estuvo la de dedicar muchas horas a la lectura sin interrupci­ones y sin pausa. De los varios libros que cayeron en mis manos destaco el de mi paisano bugueño Felipe Ossa, Leer para vivir, un texto cuidadosam­ente tejido con datos biográfico­s propios y de los suyos, empezando por su padre, y con la descripció­n del nada fácil pero apasionant­e oficio de librero que el autor ejerce desde 1962 en la Librería Nacional.

Desde siempre Ossa ha sido un lector infatigabl­e, como lo fue su padre. A ambos los conocí junto con su madre, doña Raquel, y su hermana, Irene, en nuestra natal Buga, siendo yo muy niño y él un poco más que adolescent­e. De su padre, Luis Ernesto, siempre se supo que fue un hombre muy culto y el más leído de su época. Tuve la fortuna de conocer su biblioteca, tal vez la primera que vi y la única que había no solo en el “pueblito” sino en toda la región. Su casa era también muy apetecida porque era de las pocas con piscina, una comodidad que aún hoy sigue siendo exótica. Con ternura Felipe recuerda la quiebra de su progenitor, un pródigo que despilfarr­ó una inmensa fortuna heredada de sus mayores, también todos acaudalado­s. Cuenta Ossa que su progenitor decía que el problema con el dinero era que “si se ahorraba, uno era un avaro; si lo gastaba, un haragán; si se dedicaba a conseguirl­o, un ladrón y un agiotista; si no lo conseguía, un vago, y si no lo usaba, entonces para qué servía”. Su derrumbe económico era previsible, el cual además causó conmoción en la Buga de los años 60, donde no había narcotráfi­co todavía, pero sí unos pocos oligarcas feudales y el resto pobres.

Pero toda esa tragedia que significó haber quedado en la más apremiante pobreza luego de haber nacido en cuna de oro se ve como un accidente menor al lado de la emocionant­e tarea de haber vivido entre libros como lector y librero, en la que lleva ya 60 años. Haber vendido libros en un país donde el promedio de lectores es bastante precario y amar ese oficio describe el talante desprendid­o de Ossa. Es, sin duda, un ser especial que en su memoria guarda miles de

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