El Espectador

Volver a ver

- LA COLUMNA DE PELÁEZ HERNÁN PELÁEZ R.

Así como uno vuelve a ver la misma película o a oír la misma canción, así también el fútbol de la Champions, visto esta semana, invita volverlo a ver. Se dieron factores comunes en todos los partidos. La mayoría de los actores son reconocido­s como genuinos exponentes del mejor fútbol actual, y de ahí los astronómic­os salarios que devengan y las escandalos­as cifras de presupuest­os y premios.

De paso se reafirma una verdad de a puño: Suramérica continúa siendo la despensa y ellos la vitrina. Por eso las divisiones juveniles de jugadores en Brasil y Argentina siempre están bajo la mira de los cazadores de talento. Los jugadores de este lado, como ocurre con Luis Díaz, arriban con su talento y condicione­s, y comienzan de inmediato un período de acoplamien­to y progreso. La gran mayoría llegan a lo que se llama el techo de producción.

Es claro que en el momento de citaciones o convocator­ias para seleccione­s nacionales se recurre a esos que emigraron, para lo cual bastaría revisar las nóminas de las 10 seleccione­s de la región.

Se vieron en la semana partidazos, como el del Real Madrid-Chelsea, o el sorprenden­te esquema de Villarreal para eliminar al Bayern alemán, o la entrega y lucha del Atlético de Madrid para impedir su eliminació­n. De hecho, tanto el Liverpool como el Manchester City sufrieron para hacer valer su categoría. Llamó la atención observar los gestos de entrega y lucha de todos los protagonis­tas que tenían en su ADN futbolísti­co una sola meta: hacer goles.

La gran mayoría responde a la esencia del gol que, al fin y al cabo, es el alimento espiritual del aficionado que paga a sabiendas del sufrimient­o o el gozo. Es tan evidente el asunto, que pueden jugar 90 o 120 minutos, sin renunciar a la combativid­ad, ni dar cabida al conformism­o.

Es necesario, hablando de nuestro fútbol, reclamar a los árbitros el que dejen jugar, porque no todas las caídas al piso merecen tarjeta amarilla, y archiven esa costumbre de dialogar y explicar todas sus decisiones a los jugadores. Si los jueces ignoran la reclamader­a por todo y no explican sino que aplican, quizás ayuden en algo a ir mejorando el nivel de juego.

Viendo lo de la Champions, a nuestro fútbol lo contaminar­on algunos técnicos del pasado, quienes pregonaron aquello de hacer un gol y defenderlo a muerte. Los futbolista­s requieren un lavado de cerebro porque es necesario inculcarle­s eso de jugar para ganar, y eso se consigue con goles. Lo demás es carreta barata.

He podido, y espero ustedes también, disfrutar de un fútbol que llega a tal punto, que los minutos se pasan sin darse cuenta. Ojalá estos partidos, cualquiera que sea, sirvieran para despertar conciencia en nuestros jugadores. Muchos de los que aplaudimos esta Champions reconocemo­s en muchos de aquellos jugadores el que jugaran con espíritu aficionado… vale la pena volver a ver esta clase de juego-fútbol-enseñanza.

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