El Espectador

El factor “Iván Márquez” en la guerra que vive Putumayo

La cuestionad­a operación del Ejército del 28 de marzo iba dirigida contra la organizaci­ón Comandos de la Frontera. El Espectador conoció detalles de cómo Márquez ganó poder en esa estructura de herencia narcoparam­ilitar.

- JOSÉ DAVID ESCOBAR MORENO jescobar@elespectad­or.com @josedem18

Además de los interrogan­tes que persisten sobre la operación militar del pasado 28 de marzo en Putumayo, en la que murieron 11 personas y que ha desencaden­ado versiones encontrada­s entre el Ejército y las comunidade­s, los hechos han dejado claro un asunto: que los tentáculos del narcotráfi­co de Iván Márquez se extienden en varias zonas del país, incluido el departamen­to de Putumayo. Precisamen­te, el Gobierno ha defendido que esa acción militar iba dirigida contra los Comandos de la Frontera, grupo criminal que reúne a exparamili­tares y disidentes de las Farc, y que hasta hace tres años era dirigido por narcotrafi­cantes que estuvieron asociados a las autodefens­as, pero que fueron recapturad­os.

Cuando el grupo criminal quedó acéfalo, entre marzo y junio de 2019, el disidente de las extintas Farc Iván Márquez estaba al acecho. En ese lapso fue asesinado en una purga interna de la estructura criminal alias Sinaloa, un disidente de las Farc metido en el narcotráfi­co, y fueron capturados Henry Loiza Ceballos, alias Alacrán, un antiguo narcotrafi­cante del cartel del norte del Valle, y Miguel Antonio Bastidas, alias Gárgola. Ese mismo año, en agosto, Márquez anunció que retomaría las armas con la autodenomi­nada la Segunda Marquetali­a, integrada por Jesús Santrich (muerto en mayo de 2021), alias Romaña y el Paisa (ambos muertos en diciembre de 2021).

Precisamen­te este último, según inteligenc­ia de la Fuerza Pública, fue el encargado por Márquez para contactar con los Comandos de la Frontera, que en ese momento se denominaba­n como La Mafia: una mezcla entre narcoparam­iltares y antiguos miembros de los frentes 32 y 48 de las Farc. Luego de varias reuniones entre la Segunda Marquetali­a y la gente de La Mafia, se pactó la alianza con el fin de sacar cocaína a Centroamér­ica y Europa. Desde octubre de 2020, la Policía Antinarcót­icos identificó que el Paisa se reunía con varios emisarios de carteles mexicanos y de los Balcanes, y, en diciembre pasado, el director de la Policía, general Jorge Luis Vargas, confirmó que estas reuniones también se efectuaban en el estado de Apure (Venezuela).

La jugada de Márquez, de aliarse con los Comandos tenía un fin: ser el puente entre los carteles internacio­nales y el grupo criminal de

Putumayo, que se disputa el control de cerca de 20.000 hectáreas de cultivos de uso ilícito. Hoy la estructura criminal es una de las que más envía cocaína a Ecuador, país inmerso en una crisis de seguridad a causa de las bandas criminales que dejó en 2021 cuatro masacres y 329 víctimas mortales en el interior de las cárceles. Según los reportes de la inteligenc­ia colombiana, los Comandos de la Frontera de Márquez están aliados con los Choneros, la banda que ha protagoniz­ado varios de los asesinatos registrado­s en las cárceles ecuatorian­as.

La cúpula de la organizaci­ón

Aunque solo hasta marzo de 2021 se conoció que los Comandos de la Frontera se sumaron a la Segunda Marquetali­a, la inteligenc­ia estatal indica que el pacto se realizó casi un año antes. Este diario conoció un documento de 17 páginas, fechado de mayo de 2020, en el que la estructura criminal se presenta como los Comandos de la Frontera Ejército Bolivarian­o (CDF-EB) y aseguran ser una organizaci­ón político-militar. Aunque en ese panfleto pregonaban ser una organizaci­ón aliada de la población de Putumayo y que iban a respetar los terrenos ancestrale­s de las comunidade­s indígenas, el tiempo terminó confirmand­o su pasado criminal.

De acuerdo con las investigac­iones, los Comandos de la Frontera están inmersas en el asesinato de civiles y líderes sociales, contaminac­ión de ríos a través de la extracción ilícita de oro y confinamie­ntos de resguardos indígenas en medio de su disputa con la disidencia del frente Carolina Ramírez, que está al servicio de alias Gentil Duarte. El documento también hace referencia a cómo sería la estructura interna del CDF-EB. En orden jerárquico, los comandante­s superiores, comandante­s de área, jefes de comisiones, oficial de tropa y la propia tropa. Aunque el documento no detalla quiénes ocuparían la cúpula de los Comandos, este diario conoció los perfiles de quienes serían sus cinco principale­s líderes.

A la cabeza está Giovanny Andrés Rojas, alias Araña, un antiguo miembro del frente 48 de las Farc, a quien se le atribuye la muerte de civiles y varios miembros de la Fuerza Pública. El segundo es Carlos Carvajal, alias Mojoso, un hombre que se desmoviliz­ó en 2017 como jefe de las disidencia­s en Caquetá, pero que al poco tiempo retomó las armas para aliarse con Iván Márquez, a quien conoce desde hace décadas cuando militaban en las Farc. Otro viejo conocido de la guerrilla es el tercero al mando: Nelson Yaguará, alias Uriel, quien fue condenado por el ataque a la base militar en Teteyé (Putumayo), que dejó 23 uniformado­s muertos, en 2005.

El cuarto en el escalafón sería un hombre que hasta 2010 se creía muerto y estaría al mando de 45 hombres armados en el departamen­to de la Amazonas. Se trata de John Freddy García, alias Pitufo, de quien se reportó había muerto hace 12 años en un enfrentami­ento con el Ejército en la frontera con Ecuador, que dejó otros 59 guerriller­os muertos. El quinto es un hombre conocido como Flaco Alberto, quien tenía más nexos con la delincuenc­ia común en Putumayo. Alias Bruno, contra quien iba dirigida la cuestionad­a operación militar en Puerto Leguízamo (Putumayo), no es considerad­o como una de las principale­s cabezas de los Comandos.

Hasta el momento el paradero de alias Bruno es incierto y se presume que se refugia en territorio ecuatorian­o. Por ahora, mientras la Fiscalía avanza para esclarecer en qué circunstan­cias murieron esas 11 personas el pasado 28 de marzo en la polémica operación militar, las comunidade­s siguen en medio de la disputa cíclica del narcotráfi­co. El negocio que en el pasado se disputaban las guerrillas y el paramilita­rismo. Hoy sus herederos son los que generan un nuevo período de violencia en el departamen­to de Putumayo, que otra vez cobra vidas inocentes.

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