El Espectador

El Pacto de La Picota con la P de Petro

- LUIS FELIPE HENAO

LA SEGUNDA VUELTA DE LAS ELECciones presidenci­ales del año 2018 tuvo una diferencia bastante marcada. Iván Duque obtuvo 10’398.689 votos y Gustavo Petro 8’040.449. El candidato del Centro Democrátic­o obtuvo una ventaja de 2’350.000 votos, es decir, un número de personas mayor que los habitantes de la ciudad de Cali. Adicionalm­ente, esas elecciones tuvieron un ingredient­e especial, pues Petro obtuvo muchos votos de personas que temían que Duque hiciera trizas el Acuerdo de Paz. Para las próximas elecciones, sin el factor de la paz, Petro tiene que conseguir por lo menos tres millones de votos para poder ganar la Presidenci­a y está dispuesto a hacer pactos hasta con el diablo para conseguirl­o.

Lo primero que hizo fue sumar maquinaria a su equipo. Políticos muy controvert­idos se unieron al petrismo, ante la atónita mirada de quienes todavía pensaban que Petro rechazaba la política tradiciona­l. Su cálculo es sencillo: no condenar de forma contundent­e a estructura­s criminales, ser benevolent­e y financiado­r de terrorista­s de la primera línea, aliado político de extraditab­les y copartidar­io de estructura­s delictivas como el Eln.

El Pacto de La Picota se venía cocinando desde diciembre y lo firmó su hermano, quien se reunió con lo más selecto de la delincuenc­ia en Colombia: Iván Moreno (condenado a 14 años de prisión por participar en el escándalo más grande de corrupción en la historia de Bogotá), el Gordo García (condenado como autor mediato de masacres) y Marquitos Figueroa (narcotrafi­cante, contraband­ista y jefe de bandas criminales). No estamos hablando de cualquier delincuent­e, sino de símbolos de las tres tragedias más grandes que ha tenido Colombia: la corrupción, el narcotráfi­co y el paramilita­rismo.

El Pacto de La Picota con la P de Petro implica sumar al Pacto Histórico también a la delincuenc­ia por un millón de votos y un plato de lentejas. Y Petro tiene mucho que ofrecerles. En primer lugar, una propuesta que ya admitió: el perdón social —rebajas de penas, indultos y tratamient­os preferenci­ales para la criminalid­ad organizada—. En segundo lugar, una de sus propuestas bandera: la legalizaci­ón de las drogas, para volver a Colombia una potencia en el narcotráfi­co a nivel mundial. Finalmente, por si fuera poco, participac­ión en la torta burocrátic­a para que la repartan con los politiquer­os de los que ya se llenó la campaña del Pacto.

Inmediatam­ente salió a la luz pública la reunión, la respuesta del petrismo ha sido la de siempre: apedrear al periodista. La izquierda ha salido a atacar a un periodista de la talla de Ricardo Calderón, que ha destapado varios de los escándalos más grandes de este país. Luego montaron la fachada de siempre, que ya nadie les cree, utilizar una ONG para legalizar la reunión, pero ni siquiera pensaron en lo absurdo que es que la Comisión Interecles­ial de Justicia y Paz, ONG creada para la reconcilia­ción del conflicto armado, buscara una reunión con Iván Moreno, quien no tuvo ninguna relación con la guerra. Absurda coartada para esconder su pecado. Los colombiano­s podremos tener muchos defectos, pero no somos tontos.

Una persona que pacta ocultament­e con delincuent­es es un peligro para Colombia. El poder presidenci­al es enorme y nos puede convertir en una narcodemoc­racia emulando al chavismo. Un fiscal como jefe de la delincuenc­ia organizada, un procurador para tapar la corrupción y miles de cargos para dar y convidar.

Colombia ya sabe lo que le espera con la llegada de Gustavo Petro a la Presidenci­a: por lo menos 20 años de dictadura, miseria, hambre y además un narco-Estado. Petro se parece cada vez más a Chávez y eso que ni siquiera ha empezado a gobernar.

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