Cuando el todo vale y el miedo secuestran las campañas
ALGUNOS CANDIDATOS Y ASESORES de sus campañas y seguidores piensan que para ganar las elecciones todo vale. Parece no importarles hacer alianzas con quienes hace apenas hace unos días consideraban clientelistas indomados y con personas que han sido condenadas por corrupción o por haber promovido actividades o cohonestado con actores armados. Es como si hubiéramos olvidado el daño social, físico y emocional que estas personas les causaron, y les siguen causando, a millones de víctimas de la violencia y del robo de los recursos públicos. Parece no importarles que sus seguidores discriminen, estigmaticen, promuevan noticias falsas sobre sus contrincantes, agredan verbal o físicamente a sus seguidores o incluso que amenacen con usar las armas en caso de que el resultado de las elecciones no les sea favorable.
Esto no solo aumenta la desconfianza de los ciudadanos en la democracia y en sus instituciones, también genera miedo y rabia. Como afirma la filósofa norteamericana Martha Nussbaum en el escrito Más allá de la rabia, estos sentimientos han saturado nuestra política y la cultura. En su escrito afirma por qué es un sentimiento sobre el cual debemos reflexionar constantemente, porque puede traducirse en acciones destructivas, que generan aun más odio. Y agrega que causarles dolor o daño a los demás por la rabia que les tenemos no ayuda a restaurar lo que se ha perdido ni el daño causado e incluso puede aumentar el dolor y la ira en nosotros.
Para explicar esto, se refiere a Nelson Mandela, quien decía conocer bien la rabia y tener que esforzarse para que él o sus seguidores no buscaran en la retaliación o la venganza el camino para superar la trampa de la ira. Y agrega que Mandela —aun estando en la cárcel— estaba decidido a ganar la batalla. Quería una nación exitosa, pero sabía que esto no era posible cuando dos grupos se mantenían separados por la sospecha, el resentimiento y el deseo de que los demás pagaran por los daños causados. “Aún si estos son terribles, para reconstruir una nación se necesita cooperación y la voluntad de las partes”.
La rabia puede manifestarse de varias maneras. Con acciones violentas y destructivas, estigmatizando y amenazando a quienes piensan diferente, generando con ello más ira, destrucción y dolor. Pero también puede abrir caminos para producir cambios sin violencia y sin hacer más daño.
En Colombia hay muchas rabias reprimidas porque quienes la sienten no han sido escuchados o porque quienes los han violentado no han recibido las sanciones que les corresponden. Las masivas movilizaciones sociales de campesinos, indígenas, estudiantes, jóvenes, mujeres y trabajadores de los últimos años son una expresión de esto. Promesas incumplidas, impunidad, corrupción, persecución, discriminación, silenciamiento... También hay muchos ejemplos de comunidades y víctimas del conflicto que a pesar de su dolor y de la rabia, día tras día nos dan ejemplo de resiliencia y de que sí es posible transformar y reconstruir sus vidas superando la ira.
Entre tanto, el todo vale, la rabia y el miedo a los otros secuestran las campañas y crece la desconfianza en la democracia y, de paso, en las elecciones.