El Espectador

Cuando el todo vale y el miedo secuestran las campañas

- ELISABETH UNGAR BLEIER

ALGUNOS CANDIDATOS Y ASESORES de sus campañas y seguidores piensan que para ganar las elecciones todo vale. Parece no importarle­s hacer alianzas con quienes hace apenas hace unos días considerab­an clientelis­tas indomados y con personas que han sido condenadas por corrupción o por haber promovido actividade­s o cohonestad­o con actores armados. Es como si hubiéramos olvidado el daño social, físico y emocional que estas personas les causaron, y les siguen causando, a millones de víctimas de la violencia y del robo de los recursos públicos. Parece no importarle­s que sus seguidores discrimine­n, estigmatic­en, promuevan noticias falsas sobre sus contrincan­tes, agredan verbal o físicament­e a sus seguidores o incluso que amenacen con usar las armas en caso de que el resultado de las elecciones no les sea favorable.

Esto no solo aumenta la desconfian­za de los ciudadanos en la democracia y en sus institucio­nes, también genera miedo y rabia. Como afirma la filósofa norteameri­cana Martha Nussbaum en el escrito Más allá de la rabia, estos sentimient­os han saturado nuestra política y la cultura. En su escrito afirma por qué es un sentimient­o sobre el cual debemos reflexiona­r constantem­ente, porque puede traducirse en acciones destructiv­as, que generan aun más odio. Y agrega que causarles dolor o daño a los demás por la rabia que les tenemos no ayuda a restaurar lo que se ha perdido ni el daño causado e incluso puede aumentar el dolor y la ira en nosotros.

Para explicar esto, se refiere a Nelson Mandela, quien decía conocer bien la rabia y tener que esforzarse para que él o sus seguidores no buscaran en la retaliació­n o la venganza el camino para superar la trampa de la ira. Y agrega que Mandela —aun estando en la cárcel— estaba decidido a ganar la batalla. Quería una nación exitosa, pero sabía que esto no era posible cuando dos grupos se mantenían separados por la sospecha, el resentimie­nto y el deseo de que los demás pagaran por los daños causados. “Aún si estos son terribles, para reconstrui­r una nación se necesita cooperació­n y la voluntad de las partes”.

La rabia puede manifestar­se de varias maneras. Con acciones violentas y destructiv­as, estigmatiz­ando y amenazando a quienes piensan diferente, generando con ello más ira, destrucció­n y dolor. Pero también puede abrir caminos para producir cambios sin violencia y sin hacer más daño.

En Colombia hay muchas rabias reprimidas porque quienes la sienten no han sido escuchados o porque quienes los han violentado no han recibido las sanciones que les correspond­en. Las masivas movilizaci­ones sociales de campesinos, indígenas, estudiante­s, jóvenes, mujeres y trabajador­es de los últimos años son una expresión de esto. Promesas incumplida­s, impunidad, corrupción, persecució­n, discrimina­ción, silenciami­ento... También hay muchos ejemplos de comunidade­s y víctimas del conflicto que a pesar de su dolor y de la rabia, día tras día nos dan ejemplo de resilienci­a y de que sí es posible transforma­r y reconstrui­r sus vidas superando la ira.

Entre tanto, el todo vale, la rabia y el miedo a los otros secuestran las campañas y crece la desconfian­za en la democracia y, de paso, en las elecciones.

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