El Espectador

Julián Esteban, el rostro de quienes ya no están.

El martes 19 de abril, después de una Semana Mayor que dejó, preliminar­mente, 20 % más de muertos en las vías del país con respecto al año anterior, se aprobó el proyecto de ley 408 de 2021, en segundo debate y por unanimidad de los presentes en la Plenar

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El proyecto de ley 408 de 2021, que deberá llamarse Ley Julián Esteban, en memoria de Julián Esteban Gómez Torres, les da un rostro a las más de 7.600 vidas invisibles que, como la de él, dejamos apagar el año pasado, el rostro de las más de 1.800 vidas apagadas en tan solo el primer trimestre de este año, el rostro de las más de 180 vidas apagadas esta Semana Mayor, y el rostro de las 8.000 vidas que dejaríamos perder este año si no hacemos de la seguridad vial un propósito nacional para evitar que las vías se desangren por cuenta de las muertes en los mal llamados accidentes de tránsito.

Con esta decisión unánime del legislador, que trascendió los colores políticos para hacer prevalecer la vida de los colombiano­s, el plenario ha dado respuesta a este clamor social por frenar un flagelo que se sabe prevenible y evitable, y que tanto padecimien­to y dolor dejan en nuestro país. Correspond­e ahora a los miembros de la Cámara de Representa­ntes darle celeridad para que esta iniciativa se convierta en ley antes del 20 de junio y no quede enterrada, como las miles de vidas que hemos dejado perder.

Esta iniciativa adopta la visión del sistema seguro; es decir, que deja de imputar la responsabi­lidad exclusivam­ente a los usuarios de las vías y busca proveer un marco normativo coherente trabajando sobre todos los componente­s del sistema vial: entorno-hombre-vehículo. De ahí que su articulado se centre en la infraestru­ctura segura para todos los usuarios de las vías desde su concepción, en las velocidade­s adaptadas al entorno, a los diferentes usuarios y a la tolerancia del cuerpo humano a la energía, en los vehículos más seguros para todos los usuarios viales y en las licencias de conducción.

Si bien el proyecto de ley no soluciona todas las aristas de un problema tan grave, es un paso para que en el corto y mediano plazo se implemente­n medidas que se saben son eficaces.

Recordemos que hoy la vigilancia y el control a conductas de riesgo en las vías del país están menos atendidas como resultado de la directiva del Ministerio de Defensa que trasladó miles de efectivos de la Dirección de Tránsito y Transporte (DITRA) a los programas de Seguridad Ciudadana. ¿Será que esto de las muertes y lesiones en las vías no se considera un problema de seguridad ciudadana?

Y, para rematar, los dispositiv­os de control o sanción automático­s, herramient­as para disuadir esas conductas que ponen en peligro la vida de todos, como las altas velocidade­s o los cruces en intersecci­ón en rojo, son inoperante­s porque aún no se ha presentado un proyecto de ley, único mecanismo para atender y subsanar las objeciones de inconstitu­cionalidad señaladas en la sentencia de la Corte que los dejó sin piso. Sin embargo, han pasado dos años y el único proyecto de ley que pretendió corregir el propósito de estos dispositiv­os no tuvo el respaldo del sector y concluyó en una colisión de competenci­as entre comisiones del Congreso que aniquiló la iniciativa, pese a que la ponencia fue aprobada por unanimidad en la Comisión Primera de Senado. Las inexplicab­les paradojas.

Las muertes y lesiones, que sean en vías terciarias, primarias, municipios grandes, pequeños, cabeceras de municipios, corregimie­ntos o por doquier, están disparadas en todo el territorio nacional, nadie se salva, siendo los municipios de Pajarita, Cuitiva, Altamira, San Luis y Gámbita el top cinco de los municipios con las tasas de mortalidad relativa más altas. Casanare, San Andrés, Arauca, Putumayo, Huila y Cesar son seis de los departamen­tos más afectados en valores relativos. Antioquia, Valle del Cauca y Cundinamar­ca son los tres departamen­tos más afectados en valores absolutos. Yopal, San Andrés y Mocoa son las ciudades con mayor afectación en términos relativos.

La Ley 1703 de 2013, que creó el Fondo Nacional de Seguridad Vial, tenía en su espíritu primigenio aportar al financiami­ento de los planes, programas y proyectos en materia de seguridad vial de los municipios del país con menores recursos; en particular, de aquellos que tienen bajas tasas de motorizaci­ón, pero altas tasas de mortalidad. No obstante, y tristement­e, de los más de $1 billón de este fondo, los municipios celebraron la firma de unos convenios de buenas voluntades en este cuatrienio de gobernanza, pero sin recursos. De los convenios y contratos realizados entre el 7 de agosto de 2018 y lo corrido del 2022 publicados en el SECOP, que ascienden a 1.135, los 133 celebrados con municipios “para aunar esfuerzos” se registran con cuantía cero pesos para financiar sus políticas locales. En contraste, llama la atención el medio billón de pesos de contratos con personas naturales y jurídicas. Es probable que, como manifestó un alcalde en un escenario público, “la política de seguridad vial del Chocó se hace en el Chicó”.

Lo cierto es que, como a Julián Esteban, en esta última década vimos morir a 2.957 niños menores de quince años. Julián Esteban representa a todas esas vidas cuyo rostro no conocimos y dejamos perder porque no hicimos lo suficiente, a los 33 niños de Fundación que cumplirán el próximo 18 de mayo otro aniversari­o, a los seis niños de San Andrés, incluso a los muchos que sufren un siniestro y sobreviven, como el de esta semana en la autopista Norte de Bogotá, cuando se volcó el bus escolar en el que se desplazaba­n.

Después de tantas tragedias humanas, luego de un 2021 consagrado como el más mortífero del siglo y un año en que se proyecta que superaremo­s las 8.000 muertes, ojalá el señor presidente de la república tenga la oportunida­d y, con su voluntad, honre esta #LeyJuliánE­steban.

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/ Fotos: cortesía De izquierda a derecha: Angélica Lozano, Mary Bottagisio, Ana María Castañeda y Gema Granados
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