El Espectador

Sumapaz, entre el conflicto armado y el crimen organizado

Una serie de hechos evidenciar­ían el interés de grupos ilegales por dominar el páramo y los municipios aledaños, para tener acceso a Bogotá. Entre ellos se incluyen acciones armadas de las disidencia­s, así como reclutamie­ntos y ataques contra reinsertad­os

- MIGUEL CASTELLANO­S MÓNICA RIVERA

La violencia en el Sumapaz se ha convertido en un fantasma andante. Aunque se pensó que el proceso de paz abriría nuevas posibilida­des para la región, en especial para salir de la estigmatiz­ación y enfocarse en proyectos como la preservaci­ón del páramo, la reaparició­n de actores armados vuelve a nublar el panorama entre sus habitantes, quienes temen por las acciones que se han presentado en los últimos meses.

“No podemos decir que los hemos visto, pero sabemos que existen y podrían reaparecer en cualquier momento. El año pasado asesinaron a dos firmantes de paz y creemos que cualquiera pudo haber sido. Nos preocupa el reclutamie­nto y por eso hemos pedido a la Alcaldía de Bogotá hacer inversione­s y dar condicione­s dignas para que estudien, porque aquí no le apostamos a las armas”, señala Misael Baquero, líder de la localidad y presidente de Sintrapaz.

La cuestión es que al asesinato de los dos firmantes de paz, ocurrido el año pasado, se suman recientes acciones en la provincia del Sumapaz y municipios vecinos, como el asesinato, el pasado 13 de abril, de cuatro soldados del Ejército, a quienes atacaron integrante­s del bloque Jorge Briceño, de las disidencia­s de Gentil Duarte, así como la reciente captura de alias Frankly, quien reclutaba a menores de edad, con la falsa promesa de ayudarlos a estudiar, para luego involucrar­los en cobros de extorsione­s, venta de estupefaci­entes y transporte y tráfico de armas y explosivos.

Esto lo refuerza la Defensoría del Pueblo que, además de lanzar una alerta por el enfrentami­ento entre las disidencia­s de Gentil Duarte y la nueva Marquetali­a, resalta la presencia de grupos sucesores del paramilita­rismo como las Águilas Negras Bloque Capital, Bloque Sumapaz, los Paisas y las Agc, cuya presencia en el casco urbano de Bogotá y Soacha ya había advertido.

Para la entidad, el control de grandes rentas ilegales es una de las principale­s motivacion­es de grupos armados para llegar a este territorio, pues no solo se habla de entrar a Bogotá sino de tener un paso asegurado hacia los departamen­tos de Huila, Tolima y Meta.

“Por estos corredores se puede transitar hacia los parques nacionales Picachos, Tinigua y La Playa, así como la región del Ariari, zonas que facilitan el cultivo y transporte de coca. Cabe resaltar que hace varios años esta era una región clave para la desapareci­da guerrilla de las Farc”, indica la alerta temprana, publicada en marzo.

Y fue clave por su posición estratégic­a en la cordillera Oriental. Esto le permitió por años albergar los emblemátic­os campamento­s de La Caucha o Casa Verde de las Farc, que se conectaba por senderos (que solo los lugareños reconocen) con el cañón del río Duda, en La Uribe (Meta). Por allí transitó el

Estado Mayor Central de la guerrilla y, además de haber sido un corredor ideal para el traslado de tropas y víveres, también lo era para llevar secuestrad­os al sur del país.

“Ahora las cosas cambiaron. Antes eran contingent­es de veinte o cuarenta combatient­es, pero ahora le están apostando a ser más invisibles, con milicianos que llegan como avanzadas a ciertos territorio­s y vestidos de civil, para hacer inteligenc­ia y luego liderar o realizar acciones violentas”, señala una fuente, que prefiere no ser nombrada y relaciona esta forma de actuar con ataques recientes como el plan pistola, que terminó con la vida de dos policías en Lejanías (Meta) o el atentado que sufrió Arnulfo Gasca, gobernador de Caquetá, el pasado 30 de enero.

En medio de dos conflictos

Hace casi un año, la Defensoría del Pueblo hizo un anuncio similar al del conflicto que estaría sitiando a buena parte de los municipios del sur de Cundinamar­ca y a la localidad de Sumapaz. Fue una alerta temprana que reveló la existencia de un corredor que bordea a Bogotá, por la zona occidental, por donde estarían operando de manera activa grupos armados.

De acuerdo con el informe, el impacto de organizaci­ones al margen de la ley se estaría vinculando a la delincuenc­ia común, que ya estaba asentada en la capital, y esto fortaleció los corredores delictivos por donde, además de traficar droga, también existiría un mercado de armamento, explosivos y hasta reclutamie­nto forzado.

En su momento se habló de diez localidade­s de Bogotá que estaban siendo usadas por la criminalid­ad, si bien no de manera explícita, sí existirían rutas por donde transitan, tanto para apropiarse de líneas de narcomenud­eo o avanzar, desde el sur hacia el norte del país, en una incursión por ganarles terreno a las autoridade­s. Pero con su presencia en los territorio­s también vienen otras afectacion­es: se trata de la población que está siendo instrument­alizada o víctima de los grupos al margen de la ley.

La alerta habló de un poco más de un millón de niños y adolescent­es, casi 350.000 jóvenes; 61.199 personas con orientació­n sexual e identidad de género diversas: al menos 259.798 personas víctimas del conflicto armado, y defensores públicos, migrantes y mujeres, que podrían sucumbir ante las ofertas criminales o las acciones delictivas de estas redes.

De acuerdo con Andrés Nieto, experto en seguridad ciudadana y profesor de las universida­des Central y Nacional, la situación de seguridad que vive Bogotá es el reflejo de un “reacomodam­iento de la criminalid­ad”, ya que tras ciertas restriccio­nes y decisiones de las autoridade­s, estas organizaci­ones estarían buscando nuevas formas de operar.

“Hace una o dos décadas se hablaba de células urbanas, que eran subordinad­as de grandes grupos armados y seguían indicacion­es de cómo reclutar y movilizar armamento, pero hoy existen figuras diferentes. Se trata de reducidos grupos, que operan con la intención de incrementa­r su economía ilegal, en articulaci­ón, sin depender directamen­te de organizaci­ones delictivas de mayor escala”, indicó.

Si bien este fenómeno ya fue identifica­do por las organizaci­ones, anunciado a las autoridade­s y lo han estudiado los expertos en el tema, para los residentes de las localidade­s afectadas no es una novedad. Voces desde varios sectores del sur y occidente de la capital concuerdan en que la seguridad en estos territorio­s es crítica y sin lugar a duda se está agravando. Hoy se habla de altos índices de criminalid­ad, poco respaldo institucio­nal, amenazas a líderes sociales y una estigmatiz­ación que crece de manera desmedida.

Para el edil Christian Robayo Arias, de la localidad de Ciudad Bolívar, el sur de Bogotá, además de estar mediado por un conflicto interno, ha tenido que sobrelleva­r problemas estructura­les y ausencias institucio­nales. “Fuera de afrontar situacione­s que tienen que ver con seguridad, hay estigmatiz­ación con los procesos comunitari­os y sociales. En otras áreas se despliegan fenómenos como aumento en homicidios y hurto a comercios, así como la presencia de organizaci­ones que están tentando a la juventud”, señala.

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/ José Vargas - El Espectador Además de la localidad de Sumapaz existe la provincia del Sumapaz, que conforman municipios de Cundinamar­ca.

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