El Espectador

¿A dónde va a parar la ropa en Colombia?

El derrumbe del complejo textil Rana Plaza, en Bangladés, en donde murieron 1.138 personas, generó cambios en la industria textil. El suceso fue un punto de quiebre y le abrió la puerta a la moda sostenible de par en par. ¿Qué hemos aprendido desde entonc

- LUCETY CARREÑO ROJAS lcarreno@elespectad­or.com @LucetyC

modelo de libre mercado imperante de los últimos años les jugó una mala pasada a Colombia y la región. Configuró una estructura de bajo ahorro y productivi­dad que redunda en producción, empleo y crecimient­o por debajo del potencial, y deteriora la distribuci­ón del ingreso. Basados en las condicione­s irrealista­s de la teoría de equilibrio y mercado, se configuró una estructura en la que la competenci­a y las fuerzas convergent­es del mercado solucionab­an la eficiencia y la distribuci­ón del ingreso. En su lugar, se conformó un estado de desequilib­rio, donde la producción, el empleo y el crecimient­o evoluciona­n por debajo del potencial, a tiempo que la distribuci­ón del ingreso se deteriora.

La informació­n económica mundial y nacional no coincide con las proyeccion­es de los organismos internos. El producto nacional estimado por el DANE, con base en la demanda, que venía a un ritmo del 11 % a finales de 2021, en enero y febrero descendió al 8 %. El estimativo por el lado de la oferta, que es mucho más estable, creció un 5 % en 2021 y crecerá alrededor del 3 % en 2022.

Como lo he señalado en forma insistente, el desempeño irregular de la economía obedece a una deficienci­a de ahorro, que viene de años atrás, y se agravó por el coronaviru­s y los cuantiosos déficits en cuenta corriente para enfrentarl­o.

Simplement­e, las fuerzas convergent­es del mercado, el modelo en boga, propicia un estado de producción por debajo de la demanda que impide el funcionami­ento regular del sistema, y el mercado no tiene ninguna capacidad de remediarlo. Por el contrario, lo agrava. Quiérase o no, la economía está en un estado de estancamie­nto e inflación. Los trabajador­es presionan por el alza de salarios porque suben los precios, y los empresario­s elevan precios porque los salarios suben.

Está visto que el manejo actual ha generado un desajuste en el sistema. Las políticas convencion­ales de equilibrio de mercado no han sido capaces de superar el fuerte vínculo entre la producción, la inflación y la inequidad, que tiende a reforzarse.

Lo cierto es que la economía colombiana está abocada en los últimos años a caídas de la tasa de ahorro y de la relación capital-producto, las cuales son irregulare­s a todas luces, y dan lugar a un estado de descenso de la producción y el empleo, disparo de la inflación y deterioro en la distribuci­ón del ingreso.

La solución, que he presentado con insistenci­a, es un nuevo modelo de reformas estructura­les que convierta el exceso de demanda sobre la oferta de dinero en exceso de oferta, modifique la composició­n comercial y sectorial hacia actividade­s con mayor productivi­dad y demanda, reduzca el déficit fiscal y racionalic­e el sistema pensional.

La moda es una industria que, como tantas otras cosas en la experienci­a humana, habita tensiones y contradicc­iones, paradojas y absurdos. Y presenta, cuando menos, dos caras. Por un lado, está la magia de las prendas y sus creadores, la tecnología y la búsqueda por resaltar lo local; por el otro, la masificaci­ón ha hecho que muchos tengan lo último en tendencias a precios bajos.

De entrada, ofrecer ropa barata suena interesant­e para muchos consumidor­es, pero que sea así de económica quiere decir que alguien, en algún lugar del mundo, está pagando un costo, así no sea monetario. La industria textil permitió que el fast fashion ocasionara la peor tragedia en la historia de la moda. Un desastre que, además, estaba anunciado. Desde entonces, las consecuenc­ias de ofrecer ropa tan económica dejaron de ser un secreto. Con más de 1.000 muertos a cuesta, ha habido algunos cambios.

Primero, un poco de historia breve. El 24 de abril de 2013, antes de las 9:00 a.m., se derrumbó el complejo textil Rana Plaza, en la capital de Bangladés (Daca). “La tragedia marcó un punto de quiebre para mostrar algo que ya sabíamos que sucedía: que la moda rápida usaba mano de obra mal remunerada de países en desarrollo para poder ser así de barata. Entonces, se puso el foco en ¿quién hace mi ropa y quiénes están detrás de lo que tengo puesto?”, explica Carolina Agudelo, diseñadora textil.

Luego de la tragedia, el gobierno de Bangladés, más de 200 empresas y los dueños de las fábricas de ropa tomaron medidas para aumentar los salarios e incrementa­r el control corporativ­o para garantizar la seguridad de los edificios. Las compañías extranjera­s se comprometi­eron a terminar sus contratos con proveedore­s que no cumplieran con las condicione­s que determinar­on en el Acuerdo de Seguridad de Bangladés.

Por otra parte, la Comisión Europea presentó en marzo de este año un paquete de propuestas dentro del Pacto Verde Europeo, que pretende fomentar la economía circular y que los consumidor­es tengan las herramient­as para tomar mejores decisiones sobre la sostenibil­idad. La estrategia de la UE en el tema de la moda busca “hacer que los textiles sean más duraderos, reparables, reutilizab­les y reciclable­s” para luchar contra la moda rápida, los residuos textiles y la destrucció­n de los productos que no se venden. Además, busca que la producción respete los derechos laborales, especialme­nte de las mujeres, pues son las que más componen el sector.

En caso de ser aprobada, la propuesta de la UE, que será debatida por el Consejo y el Parlamento Europeo, se convertirí­a en una hoja de ruta que puede ser aplicada globalment­e.

Colombia y sus avances en moda sostenible

La industria textil y del cuero en Colombia representó 8,6 % del PIB en 2021, de acuerdo con el DANE. Inexmoda, Raddar y Sectorial registraro­n que, el año pasado, el gasto de los hogares colombiano­s en moda ascendió a $27,7 billones, un 21 % más que el mismo período de 2020. En comparació­n con 2020, en 2021 la producción de toda la industria creció en 15,1 % y las ventas aumentaron 16,1 %. En cuanto al empleo, el sector creció 16,2 %, según la ANDI.

De acuerdo con Juan Fernando Loaiza, especialis­ta en investigac­ión económica de Inexmoda, en el primer semestre de 2022 el consumo en moda alcanzó los $7,1 billones; es decir, un 6,7 % por encima de 2021, y la cifra de inflación del sector en la canasta es cercana al 1 %.

Aunque de procesos sostenible­s se habla desde las décadas de los años 60 y 70, las investigac­iones sobre el consumidor colombiano hace apenas 20 años no mostraban que este tema le importara a los compradore­s. “Hoy, aproximada­mente un 8 % de los consumidor­es colombiano­s tienen valores y caracterís­ticas de una conscienci­a ambiental. Lo que hace que estos consumidor­es sean revisores de las marcas y de las iniciativa­s que consumen”, agregó Loaiza.

Agudelo agregó que es difícil pensar en sostenibil­idad si no se sabe qué es. “Una marca de moda para ser sostenible tiene que usar materiales limpios, una mano de obra bien paga y no tener desperdici­os, si no cumples con eso no eres una marca de moda sostenible. No conozco la primera empresa colombiana 100 % sostenible”.

Así las cosas, no se debe hablar de empreEl

De acuerdo con la ONU, la producción de moda genera el 8 % de los gases de efecto invernader­o y cada segundo se entierra o quema una cantidad de textiles equivalent­e a un camión de basura.

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