El Espectador

De eslabones escondidos

- MARC HOFSTETTER @mahofste

sas 100 % sostenible­s, sino de compañías que tienen iniciativa­s en el marco de la sostenibil­idad y están basadas en los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible. Valentina Suárez, diseñadora y experta en el tema, aseguró que “Colombia es el segundo país líder en sostenibil­idad en moda en Latinoamér­ica después de Argentina. ”.

Aunque durante estos años han surgido preguntas sobre el origen de las prendas e iniciativa­s, donaciones y ventas de garaje para darle el máximo provecho a la ropa, luego de las impactante­s imágenes a comienzos de año del desierto de Atacama, en Chile, que mostraron montañas de ropa surgió la pregunta: ¿en dónde queda mi ropa?

Las prendas que están en el desierto de Atacama viajan, en mayor cantidad, desde Estados Unidos (es el segundo mercado de la moda más grande del mundo), pasan por México, Centroamér­ica y por países de Latinoamér­ica. “Hay mercados de venta de ropa de segunda que venden por costales en países como Ecuador, Perú y Bolivia. Ese fenómeno de Chile, al ser el punto final en donde se aglomera ropa en buenas o malas condicione­s, nos muestra que, antes de que llegue ahí, mucha ropa de segunda se queda en los otros países, incluido Colombia”, dijo Loaiza.

En Colombia la ropa queda en varios sitios, pero no hay centros de acopio oficiales. Sin embargo, se cree que una prenda en el país tiene una vida útil muy larga, porque “tenemos familias que legamos de primos a primos y de hermanas a hermanos. Es una costumbre que no se ha perdido, así que es difícil que una prenda muera o se tire”, dijo Agudelo.

Los sitios de trueques, intercambi­os y suprarreci­claje van tomando fuerza en el país. También están los bancos de ropa, como el de la Corporació­n Organizaci­ón el Minuto de Dios, que surgió hace 16 años y se dedica a la recepción, clasificac­ión y distribuci­ón de ropa para atender a población vulnerable, fundacione­s e institucio­nes. Diariament­e, reciben entre cuatro y cinco toneladas de ropa, que se distribuye­n en los catorce roperos que tienen en el país. Al año, entregan 125 toneladas de ropa.

El banco se suma a los esfuerzos por mitigar el impacto de la industria en el medio ambiente. Cuando termina el ciclo, el paso final de las prendas es demolerlas y utilizarla­s como relleno. “El programa busca crecer y se están creando bancos de ropa regionales en

Barranquil­la, Medellín y Cali”, dijo. Zafra.

La invitación es a que los colombiano­s hagan llegar sus donaciones y que los hombres se unan, pues, de acuerdo con Zafra, solo el 20 % de prendas que tiene el banco son artículos de hombre y niño.

Sin embargo, como no todas las personas conocen iniciativa­s como la del banco de ropa, las prendas terminan en vertederos, por lo general. “Aproximada­mente entre 400 a 600 toneladas de residuos textiles y ropa resultan a diario en Doña Juana, en Bogotá. Esto es un problema grave, porque no solo afecta a la gente que vive del vertedero sino a los alrededore­s y con los años esos químicos explotan y se liberan en la atmósfera”, aseveró María Pérez, CEO de la marca Trans.

Por su parte, el Ministerio de Ambiente trabaja en la Estrategia Nacional de Economía Circular, basado en la definición propuesta por la fundación Ellen McArthur. Los residuos textiles equivalen al 2,74 %, según esta cartera.

El Informe Sectorial de la Actividad de Aprovecham­iento 2020, elaborado por la Superinten­dencia de Servicios Públicos Domiciliar­ios, indicó que en la distribuci­ón porcentual del reporte de toneladas efectivame­nte aprovechad­as para 2020, el 0,41 % correspond­e a los textiles.

En 2015, el Ministerio de Ambiente, en convenio con la Universida­d Nacional de Colombia (UN), seleccionó al subsector textil como piloto para la construcci­ón del Programa Integral de Gestión Ambiental (PGAS), con el objetivo de disminuir los impactos ambientale­s más significat­ivos del sector textil.

Actualment­e, el Minambient­e “estudia la opción de implementa­r el principio de Responsabi­lidad Extendida del Productor (REP) para los productos textiles puestos en el mercado nacional”. El REP busca minimizar la cantidad de residuos enviados a rellenos sanitarios, reducir costos en producción, mejorar la condición de trabajo de los reciclador­es, fortalecer el uso eficiente de los recursos, conservar el capital natural y reducir emisiones de gases de efecto invernader­o, entre otros.

Otra alternativ­a para el textil posconsumo que propone Minambient­e es la creación de paneles aislantes acústicos y térmicos para el sector de la construcci­ón.

Mientras el Estado establece lugares específico­s y sistemas de recolecció­n para el desecho de los textiles, los usuarios pueden reutilizar, reciclar, donar, aprender a hacer ropa y realizar una correcta clasificac­ión de las prendas cuando terminen su ciclo para que no acaben en botaderos. Las marcas nacionales, por su parte, deben continuar con campañas para hacer centros de acopio y otras deben pagar lo justo y ponerle freno a la explotació­n laboral.

Finalmente, los expertos concuerdan en que todo el sector textil y de la moda colombiana se debe unir para repensar la industria y reactivar la producción local con enfoque sostenible desde el comienzo de la cadena. El papel del Estado será fundamenta­l para apoyar estas iniciativa­s y diseñar leyes para que, desde la moda, se puedan beneficiar las comunidade­s y se genere bienestar para la gente.

El ingreso de Colombia en 2021 y lo corrido de 2022 ha crecido de manera vigorosa. Esa es una buena noticia. Sí, es cierto que podemos argumentar que esa prosperida­d no ha llegado a todos los hogares: tenemos el reto de volver a intentar aprobar las difíciles reformas tributaria­s y pensionale­s que ayudarían a construir un país donde esa prosperida­d se reparta mejor. Pero ese hecho no niega que el ingreso subió, que eso es una buena noticia y que es mejor tener el reto de repartir la riqueza que la pobreza.

En lo que aún no nos ponemos de acuerdo es en las causas de esa prosperida­d. Hay dos factores que han contribuid­o de manera relevante a ese salto, de los que poco se habla y nada tienen que ver con las políticas públicas locales. Responden más bien a buenos vientos de cola.

El primero es el sorprenden­te salto en las remesas que llegan desde el exterior. Las cifras son notables. Cada mes de 2021 entraron en promedio más de US$700 millones. Esa cifra es 21 % más alta que la de 2019 (para no caer en la falacia de comparar cifras con las de 2020, tan distorsion­adas por la pandemia y los encierros). Si además convertimo­s esos datos a pesos, el salto es mucho más serio, pues el aumento en los montos ha venido de la mano con un debilitami­ento de la moneda local. Ojo al dato: en pesos el incremento en 2021 relativo a 2019 es de ¡38 %! Así las cosas, ese rubro ya pesa 2,7 % del PIB. Sin duda, el hecho de que llegue a tantos millares de familias a lo largo y ancho del país constituye un motor escondido de la prosperida­d.

La tendencia creciente no se detuvo en 2021. En los dos primeros meses de 2022, relativo a esos mismos meses de 2021, las remesas medidas en dólares han crecido 13 %, y 28 % convertida­s a pesos. Harán falta estudios detallados para entender por qué han crecido tanto los montos enviados desde el exterior. Algunas explicacio­nes plausibles sugerirían que no podemos contar con que ese motor siga empujando al mismo ritmo: es posible que los montos hayan aumentado justo porque la economía local y el empleo andaban deprimidos; también es plausible que la elevada tasa de cambio invitara a aumentar los envíos aprovechan­do el peso tan barato. Si esas fueran causas importante­s del incremento de las remesas, su crecimient­o no mantendrá el ritmo previo: las condicione­s de la economía han mejorado y el peso se ha fortalecid­o.

La otra dosis de buena suerte con la que hemos contado es el precio de nuestras exportacio­nes agropecuar­ias. Por ejemplo, el café. Atrás quedaron los tiempos en que los vaivenes de la economía colombiana se movían al son de este, pero sigue siendo cierto que medio millón de familias devengan ingresos de su explotació­n. El año pasado, la bonanza en precios del café implicó que sus exportacio­nes en dólares crecieron 36 % relativas a las de 2019, cifra que convertida a pesos supera el 50 %. Ese aumento es la cara amable del incremento en los precios globales de los alimentos. La otra cara la vemos en la inflación, que también permea a buena parte del planeta.

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/ Gustavo Torrijos Diariament­e, el banco de ropa recibe entre 4 y 5 toneladas de prendas que se distribuye­n en los 14 roperos que tienen a nivel nacional.
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